Haití. Un
homenaje.
Haití
De
la Rebelión de los Esclavos a la Independencia (Tercera Parte)
V
“La toma del poder por
los hombres de color era un hecho consumado”[1]
En guerra Francia “contra todos los reyes”, Inglaterra y
España eran los enemigos que tenían en vista a Saint-Domingue. Más allá del
entorno general de la guerra, ambas naciones temían la propagación de la
insurrección de los esclavos a sus colonias cercanas, la principal de ellas, en
el caso de Inglaterra, la isla de Jamaica, que ya había conocido de tales
inquietudes en sus esclavos. España temía más aún, porque simplemente compartía
con Francia el resto de la isla.
El comisario Santhonax procede
entonces a la adopción de una medida audaz y que sería el punto de partida
institucional para el cambio profundo que conduciría finalmente a la
independencia. El 29 de agosto de 1793 decreta que “todos los actualmente esclavizados” en la Provincia del Norte, se
declaran libres, “gozando de todos los derechos
inherentes a la ciudadanía francesa”.
El mismo día se conoce la primera
proclama de Toussaint, hasta allí Bréda, de allí en más L’Ouverture (que más
tarde pasó a ser simplemente Louverture)[2] .
Una nueva amenaza se yergue sobre
Saint-Domingue: la invasión de los ejércitos enemigos. El proceso
revolucionario francés se radicalizó y con el guillotinamiento de Luis XVI,
Francia no sólo se convierte en una república sino que, como queda dicho, las
monarquías que la rodeaban entran en guerra con ella, ya que veían amenazada su
existencia misma por los revolucionarios franceses.
Esto originó, con relación a
Saint-Domingue, una larga guerra librada entre franceses por un lado e ingleses
y españoles por el otro. Ya se ha aludido a los motivos inmediatos en lo
geográfico de tal intervención de Gran Bretaña y España. Creemos que no hace a
la esencia de este trabajo detallar las vicisitudes de esta guerra, excepto en lo
que hace a los aspectos que hacen al proceso de independencia de la colonia.
En febrero de 1793 Francia declara la
guerra a España y casi de inmediato los españoles de Santo Domingo comienzan a
incursionar en el territorio de la colonia francesa. Con el desembarco, el 19
de septiembre de 1973, de setecientos soldados en Jérémie, comandados por el
coronel John Whitelocke [3], Gran
Bretaña se alía con España, empeñándose en una guerra que se prolongará hasta
octubre de 1798. Durante ese extenso periodo, ocurrieron diferentes hechos de
armas entre los ejércitos enfrentados, pero en especial es necesario referirse
a cómo fueron reaccionando las partes, siempre en pugna, de los habitantes de
la colonia francesa y en especial, la actitud que asumió en diferentes momentos
quien ya se había convertido en el líder indiscutible de la causa de la gente
de color, Toussaint Louverture.
Cuando principió la guerra, Louverture
apoyaba a los españoles, dueños del este de la isla. Como tal obtuvo triunfos
sucesivos sobre los franceses con un número de tropas que siempre era inferior
al del enemigo [4].
En general, los esclavos habían
seguido la misma actitud inicial, hasta que se fueron convenciendo de que “ni los británicos ni los españoles les daban
una esperanza real. Cada vez era mayor la
cantidad de gente de color que volvía bajo el pabellón francés" (CORBETT).
Pero el 4 de febrero de 1794 la Asamblea Nacional
francesa decreta la abolición de la esclavitud en todas sus colonias. Ya no
habría dudas acerca del decreto del Comisario Santhonax, en tanto la metrópoli
decidía, con un mayor alcance todavía, la tan ansiada emancipación. Con esta
medida, el triunfo de la rebelión de los esclavos era un hecho incontrovertible
[5].
La noticia tardó un tiempo en llegar a
la colonia. Y Toussaint Louverture, hasta entonces del lado de los españoles,
decide, presumiblemente hacia el 6 de mayo de 1974, unirse al bando francés. Se
ha dicho que en esta decisión habrían influido diversos factores, desde la
lucha sincera de Toussaint en favor de la emancipación de los esclavos, ahora
consagrada, hasta sus desavenencias no solo con los españoles sino con algunos
de sus lugartenientes. De todos modos, España pronto se retiró de la lucha, y
el 22 de julio firmó con Francia el Tratado de Basilea, por el cual le
entregaba su parte de la isla a esta última, aunque que las tropas de Toussaint
la habían ocupado desde hacía tiempo.
La lucha con los ingleses continuó,
diezmados sus ejércitos por la fiebre amarilla, la temible “Yellow Jack” . Sus
ofensivas, llevadas no solo contra
Saint-Domingue sino contra otras colonias francesas y holandesas en las Indias
Occidentales tuvieron un éxito relativo (para un relato pormenorizado de estas
ofensivas, véase DUBOIS, 6 y ss.). En Saint-Domingue, acordaron con Toussaint
retirarse de la isla y no mezclarse en sus asuntos, en tanto este aceptada no
intervenir en los asuntos de Jamaica, donde por entonces se desarrollaba una
rebelión de esclavos.
Una última tentativa francesa para
evitar lo que ya parecía evidente, es decir, la toma del poder real por
Toussaint y sus seguidores, fue el envío como comisario de Gabriel
Hédouville, quien trató de enfrentar a Toussaint con Rigaud, quienes
representaban a los antiguos esclavos y a los affrachis, respectivamente. Comenzó de esa manera una guerra civil,
cruel como todas las de su tipo, la llamada “guerra de los cuchillos”. El 31 de
julio de 1800 Rigaud, derrotado, huye a Francia. La guerra había durado un año.
Todo el poder en la isla era detentado por Toussaint Louverture, quien lo
hacía, en las apariencias, en nombre de Francia, aunque ya apuntaba claramente
a la independencia.
VI
“Los españoles, los británicos y los
americanos están igualmente preocupados de ver a una república negra” [6]
Toussaint Louverture, ya dueño de la
situación, después de su expedición para la ocupación del resto de la isla, da
un paso fundamental: el 3 de julio de 1801 promulga una Constitución para la misma. La remite a Napoleón Bonaparte, Primer Cónsul, “para su aprobación”, aunque
introduciendo una frase ciertamente ambigua en cuanto a su vigencia [7].
El poder real que ostentaba Toussaint
Louverture sobre la colonia exasperaba a Napoleón, que no se dejaba engañar por
las protestas de pertenencia a Francia que venían desde el corazón mismo de ese
poder. Estaba decidido a poner fin a ese estado de cosas, y lo haría “por la astucia o por la fuerza”. No
obstante la decisión de Napoleón, la “reconquista”
del poder en Saint-Domingue no le era original. Ya el Directorio contemplaba
como una necesidad el reestablecimiento de su autoridad sobre la colonia,
especialmente luego del Tratado de Basilea, por el que España cedió a Francia
el resto de la isla. El envío de Hédouville, al que ya nos hemos referido, con
su designio de dividir a las fuerzas de Toussaint y de Rigaud, formaba parte de
tales planes. Por eso se ha dicho que si “el
Directorio nunca envió una expedición militar a la agitada colonia fue tal vez
atribuible al recuerdo francés del Almirante Nelson y la batalla del Nilo más
bien que a un creciente desinterés en el Caribe” (0TT, 139).
Inicialmente,
Napoleón, con respecto a Toussaint, asumió una conducta cautelosa y amistosa al mismo tiempo: primero lo reconoció como comandante en jefe del ejército en Santo
Domingo y poco más tarde, capitán general, un cargo que lo ponía inmediatamente
por debajo suyo. Esto ocurría el 4 de marzo de 1801, pero la confirmación
oficial nunca llegó, en tanto Napoleón comenzaba a ser objeto de las presiones
de los antiguos plantadores, que insistían en que la prosperidad de la colonia
sólo sería restaurada con la de la esclavitud. Y tal restauración,
naturalmente, era incompatible con la presencia de Toussaint como el hombre
fuerte de Saint-Domingue. También ejercían su influencia los armadores de los
buques destinados no sólo al comercio con Saint-Domingue, sino también al
tráfico de esclavos. Y la figura de la esposa del Primer Cónsul, Josefina,
natural de Guadalupe donde era dueña de una plantación, no debió ser ajena a
las decisiones de Napoleón (OTT, 140).
La oportunidad llegó para Bonaparte
con el Tratado de Amiens, por el cual se ponía fin a la guerra entre Gran
Bretaña y Francia, si bien de hecho las acciones hacía tiempo habían cesado
conjuntamente con el comienzo de las negociaciones de paz.
De manera que Napoleón tenía expedito
el camino hacia las Indias Occidentales. El Primer Cónsul tomó consejo de
algunos colaboradores que, por una u otra razón, conocían la colonia. Por su
parte, el general Kerverseau era partidario de la expedición, asegurando que la
población de la isla se pronunciaría a favor de los franceses “fatigada de la tiranía de Toussaint”.
Por el otro, el general Vincent, desaconsejaba la expedición, fundándose
principalmente, en las consecuencias que el clima podría tener en las tropas
europeas. Pero Napoleón estaba decidido a seguir adelante con su idea inicial y
convocó entonces a su cuñado, el general Charles Victor-Emmanuel Leclerc, para
que comandara la expedición.
El 31 de octubre de 1801, le entregó
unas minuciosas y secretas instrucciones, en las que, en el más puro de sus
estilos, Napoleón tocaba todos los temas, desde los militares hasta los
diplomáticos, pasando por la conducción de los asuntos cotidianos de la colonia
[8].
Respecto de Toussaint, la sola
transcripción de la orden es estremecederora: “Toussaint sólo será sometido cuando vaya a El Cap o a Port-au-Prince,
en medio del ejército francés, a expresar su fidelidad a la República. Ese
día, será necesario, sin ningún escándalo, sin ningún insulto, pero con honor y
consideración, ponerlo a bordo de una fragata y enviarlo a Francia” [9].
Se reunió una enorme flota,
compuesta por cincuenta y cuatro buques. No sólo participaban buques franceses,
sino que también los había de bandera española y holandesa. La flota al
mando del almirante Villaret-Joyeuse partiría de diferentes puertos franceses
Brest, Rochefort, Lorient, Le Havre, así como de Flushing -en Holanda- y Cádiz -en España-.
El ejército reunido sumaba 21.880 hombres. La mayoría de las unidades de
infantería pertenecían al veterano Ejército del Rin. Se sumaban a ellos
legiones de tropas extranjeras, entre las cuales se encontraban alemanes y
polacos. Y se le unía un contingente de exiliados de la colonia, en su mayoría affranchis, a cuyo frente se encontraban
Alxandre Pétion y André Rigaud. A esta fuerza se sumaban 20.000 marinos. Nunca
antes Francia había enviado a ultramar una expedición más fuerte. Cuando una
buena parte de los buques estaban frente a la bahía de Samaná, en el norte de la isla, Toussaint, que
contemplaba el espectáculo, exclamó: “¡Pereceremos.
Toda Francia ha venido a aplastarnos!” (JAMES, 288).
[1] LÉGER,
67.
[2] “Soy Toussaint L’Ouverture. Tal vez mi
nombre sea conocido por vosotros. Me he hecho cargo de la venganza. Quiero que
la libertad y la igualdad reinen en Saint-Domingue. Quiero trabajar para que
existan. Uníos a nosotros, hermanos, para luchar por la misma causa…La igualdad
no existe sin la libertad. Y por la libertad de existir debemos tener unidad” (Toussaint
L’Ouverture, The Haitian Revolution; DUBOIS,
176; JAMES, 125).
[3] Años
más tarde. Whitelocke estaría al mando de las fuerzas británicas que en 1807
invadieron la ciudad de Buenos Aires, siendo derrotado por las tropas españolas
y de criollos patriotas, debiendo rendirse a las mismas. Ello significó, para la República
Argentina , el acontecimiento a partir del cual comienzan a
darse los hechos que conducirían al 25 de Mayo de 1810, cuando los patriotas se
hacen cargo del gobierno y conquistan la libertad de su país.
[4] Tal
adhesión se ha explicado diciéndose que “Louverture
probablemente pensó que la República
Francesa se dirigía hacia la derrota en Europa. No había
razones para unirse al bando perdedor. La abolición [decretada] por Santhonax,
era, a mayor abundamiento, una decisión local y Louverture entendió que no era
segura hasta que fuera ratificada por el gobierno francés” (DUBOIS, 177).
[5] “…la libertad de los exesclavos de
Saint-Domingue no había sido un magnánimo regalo de una benevolente República…
Habían sido los insurgentes…los reales autores de la abolición. Habiendo
sufrido años de esclavitud a manos del régimen colonial francés, finalmente
habían alcanzado la emancipación a través de dos años de guerra. ¿Por qué
entonces estaban en deuda con Francia? ¿Por qué, ahora que eran libres, debían
a la nación la misma obediencia y trabajo que anteriormente se esperaba de los
esclavos?” (DUBOIS, 142).
[6] Napoleón,
Instrucciones…
[7] “Dada la ausencia de leyes, y habiendo la Asamblea Central
[convocada en febrero para la redacción del documento] solicitado tener
provisionalmente ejecutada esta constitución, que conducirá más rápidamente a
Saint-Domingue hacia su futura prosperidad, me he rendido a sus deseos. Esta
constitución fue recibida por todas las clases con transportes de alegría que
no fallarán en repetirse cuando sea devuelta con la aprobación del gobierno”
(TOUSSAINT LOUVERTURE, 42).
[8] “Bonaparte ordenaba que se actuara según un
programa en tres etapas…En la primera, se prometería a los negros casi lo que
fuese, así la expedición podría ocupar posiciones estratégicas pacíficamente.
En la segunda etapa, todos aquellos a quienes Leclerc considerara peligrosos
serían deportados o declarados fuera de la ley si rehusaban rendirse. En la etapa
final, los invasores desarmarían a la población y la colonia volvería a ser
controlada por los blancos…” (OTT, 149).
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