martes, 18 de octubre de 2016

Haití. Un homenaje.

Haití

De la Rebelión de los Esclavos a la Independencia (Tercera Parte)



V

“La toma del poder por los hombres de color era un hecho consumado”[1]



En guerra Francia “contra todos los reyes”, Inglaterra y España eran los enemigos que tenían en vista a Saint-Domingue. Más allá del entorno general de la guerra, ambas naciones temían la propagación de la insurrección de los esclavos a sus colonias cercanas, la principal de ellas, en el caso de Inglaterra, la isla de Jamaica, que ya había conocido de tales inquietudes en sus esclavos. España temía más aún, porque simplemente compartía con Francia el resto de la isla.


El comisario Santhonax procede entonces a la adopción de una medida audaz y que sería el punto de partida institucional para el cambio profundo que conduciría finalmente a la independencia. El 29 de agosto de 1793 decreta que “todos los actualmente esclavizados” en la Provincia del Norte, se declaran libres, “gozando de todos los derechos inherentes a la ciudadanía francesa”.

El mismo día se conoce la primera proclama de Toussaint, hasta allí Bréda, de allí en más L’Ouverture (que más tarde pasó a ser simplemente Louverture)[2] .

Una nueva amenaza se yergue sobre Saint-Domingue: la invasión de los ejércitos enemigos. El proceso revolucionario francés se radicalizó y con el guillotinamiento de Luis XVI, Francia no sólo se convierte en una república sino que, como queda dicho, las monarquías que la rodeaban entran en guerra con ella, ya que veían amenazada su existencia misma por los revolucionarios franceses.

Esto originó, con relación a Saint-Domingue, una larga guerra librada entre franceses por un lado e ingleses y españoles por el otro. Ya se ha aludido a los motivos inmediatos en lo geográfico de tal intervención de Gran Bretaña y España. Creemos que no hace a la esencia de este trabajo detallar las vicisitudes de esta guerra, excepto en lo que hace a los aspectos que hacen al proceso de independencia de la colonia.

En febrero de 1793 Francia declara la guerra a España y casi de inmediato los españoles de Santo Domingo comienzan a incursionar en el territorio de la colonia francesa. Con el desembarco, el 19 de septiembre de 1973, de setecientos soldados en Jérémie, comandados por el coronel John Whitelocke [3], Gran Bretaña se alía con España, empeñándose en una guerra que se prolongará hasta octubre de 1798. Durante ese extenso periodo, ocurrieron diferentes hechos de armas entre los ejércitos enfrentados, pero en especial es necesario referirse a cómo fueron reaccionando las partes, siempre en pugna, de los habitantes de la colonia francesa y en especial, la actitud que asumió en diferentes momentos quien ya se había convertido en el líder indiscutible de la causa de la gente de color, Toussaint Louverture.

Cuando principió la guerra, Louverture apoyaba a los españoles, dueños del este de la isla. Como tal obtuvo triunfos sucesivos sobre los franceses con un número de tropas que siempre era inferior al del enemigo [4].

En general, los esclavos habían seguido la misma actitud inicial, hasta que se fueron convenciendo de que “ni los británicos ni los españoles les daban una esperanza real. Cada vez era mayor la cantidad de gente de color que volvía bajo el pabellón francés" (CORBETT).

Pero el 4 de febrero de 1794 la Asamblea Nacional francesa decreta la abolición de la esclavitud en todas sus colonias. Ya no habría dudas acerca del decreto del Comisario Santhonax, en tanto la metrópoli decidía, con un mayor alcance todavía, la tan ansiada emancipación. Con esta medida, el triunfo de la rebelión de los esclavos era un hecho incontrovertible [5].

La noticia tardó un tiempo en llegar a la colonia. Y Toussaint Louverture, hasta entonces del lado de los españoles, decide, presumiblemente hacia el 6 de mayo de 1974, unirse al bando francés. Se ha dicho que en esta decisión habrían influido diversos factores, desde la lucha sincera de Toussaint en favor de la emancipación de los esclavos, ahora consagrada, hasta sus desavenencias no solo con los españoles sino con algunos de sus lugartenientes. De todos modos, España pronto se retiró de la lucha, y el 22 de julio firmó con Francia el Tratado de Basilea, por el cual le entregaba su parte de la isla a esta última, aunque que las tropas de Toussaint la habían ocupado desde hacía tiempo.

La lucha con los ingleses continuó, diezmados sus ejércitos por la fiebre amarilla, la temible “Yellow Jack” . Sus ofensivas, llevadas no solo contra Saint-Domingue sino contra otras colonias francesas y holandesas en las Indias Occidentales tuvieron un éxito relativo (para un relato pormenorizado de estas ofensivas, véase DUBOIS, 6 y ss.). En Saint-Domingue, acordaron con Toussaint retirarse de la isla y no mezclarse en sus asuntos, en tanto este aceptada no intervenir en los asuntos de Jamaica, donde por entonces se desarrollaba una rebelión de esclavos.

Una última tentativa francesa para evitar lo que ya parecía evidente, es decir, la toma del poder real por Toussaint y sus seguidores, fue el envío como comisario de Gabriel Hédouville, quien trató de enfrentar a Toussaint con Rigaud, quienes representaban a los antiguos esclavos y a los affrachis, respectivamente. Comenzó de esa manera una guerra civil, cruel como todas las de su tipo, la llamada “guerra de los cuchillos”. El 31 de julio de 1800 Rigaud, derrotado, huye a Francia. La guerra había durado un año. Todo el poder en la isla era detentado por Toussaint Louverture, quien lo hacía, en las apariencias, en nombre de Francia, aunque ya apuntaba claramente a la independencia.

VI

“Los españoles, los británicos y los americanos están igualmente preocupados de ver a una república negra” [6]

Toussaint Louverture, ya dueño de la situación, después de su expedición para la ocupación del resto de la isla, da un paso fundamental: el 3 de julio de 1801 promulga una Constitución para la misma. La remite a Napoleón Bonaparte, Primer Cónsul, “para su aprobación”, aunque introduciendo una frase ciertamente ambigua en cuanto a su vigencia [7].

El poder real que ostentaba Toussaint Louverture sobre la colonia exasperaba a Napoleón, que no se dejaba engañar por las protestas de pertenencia a Francia que venían desde el corazón mismo de ese poder. Estaba decidido a poner fin a ese estado de cosas, y lo haría “por la astucia o por la fuerza”. No obstante la decisión de Napoleón, la “reconquista” del poder en Saint-Domingue no le era original. Ya el Directorio contemplaba como una necesidad el reestablecimiento de su autoridad sobre la colonia, especialmente luego del Tratado de Basilea, por el que España cedió a Francia el resto de la isla. El envío de Hédouville, al que ya nos hemos referido, con su designio de dividir a las fuerzas de Toussaint y de Rigaud, formaba parte de tales planes. Por eso se ha dicho que si “el Directorio nunca envió una expedición militar a la agitada colonia fue tal vez atribuible al recuerdo francés del Almirante Nelson y la batalla del Nilo más bien que a un creciente desinterés en el Caribe” (0TT, 139). 

Inicialmente, Napoleón, con respecto a Toussaint, asumió una conducta cautelosa y amistosa al mismo tiempo: primero lo reconoció como comandante en jefe del ejército en Santo Domingo y poco más tarde, capitán general, un cargo que lo ponía inmediatamente por debajo suyo. Esto ocurría el 4 de marzo de 1801, pero la confirmación oficial nunca llegó, en tanto Napoleón comenzaba a ser objeto de las presiones de los antiguos plantadores, que insistían en que la prosperidad de la colonia sólo sería restaurada con la de la esclavitud. Y tal restauración, naturalmente, era incompatible con la presencia de Toussaint como el hombre fuerte de Saint-Domingue. También ejercían su influencia los armadores de los buques destinados no sólo al comercio con Saint-Domingue, sino también al tráfico de esclavos. Y la figura de la esposa del Primer Cónsul, Josefina, natural de Guadalupe donde era dueña de una plantación, no debió ser ajena a las decisiones de Napoleón  (OTT, 140).

La oportunidad llegó para Bonaparte con el Tratado de Amiens, por el cual se ponía fin a la guerra entre Gran Bretaña y Francia, si bien de hecho las acciones hacía tiempo habían cesado conjuntamente con el comienzo de las negociaciones de paz.

De manera que Napoleón tenía expedito el camino hacia las Indias Occidentales. El Primer Cónsul tomó consejo de algunos colaboradores que, por una u otra razón, conocían la colonia. Por su parte, el general Kerverseau era partidario de la expedición, asegurando que la población de la isla se pronunciaría a favor de los franceses “fatigada de la tiranía de Toussaint”. Por el otro, el general Vincent, desaconsejaba la expedición, fundándose principalmente, en las consecuencias que el clima podría tener en las tropas europeas. Pero Napoleón estaba decidido a seguir adelante con su idea inicial y convocó entonces a su cuñado, el general Charles Victor-Emmanuel Leclerc, para que comandara la expedición.

El 31 de octubre de 1801, le entregó unas minuciosas y secretas instrucciones, en las que, en el más puro de sus estilos, Napoleón tocaba todos los temas, desde los militares hasta los diplomáticos, pasando por la conducción de los asuntos cotidianos de la colonia [8].

Respecto de Toussaint, la sola transcripción de la orden es estremecederora: “Toussaint sólo será sometido cuando vaya a El Cap o a Port-au-Prince, en medio del ejército francés, a expresar su fidelidad a la República. Ese día, será necesario, sin ningún escándalo, sin ningún insulto, pero con honor y consideración, ponerlo a bordo de una fragata y enviarlo a Francia” [9].

            Se reunió una enorme flota, compuesta por cincuenta y cuatro buques. No sólo participaban buques franceses, sino que también los había de bandera española y holandesa. La flota al mando del almirante Villaret-Joyeuse partiría de diferentes puertos franceses Brest, Rochefort, Lorient, Le Havre, así como de Flushing -en Holanda- y Cádiz -en España-. El ejército reunido sumaba 21.880 hombres. La mayoría de las unidades de infantería pertenecían al veterano Ejército del Rin. Se sumaban a ellos legiones de tropas extranjeras, entre las cuales se encontraban alemanes y polacos. Y se le unía un contingente de exiliados de la colonia, en su mayoría affranchis, a cuyo frente se encontraban Alxandre Pétion y André Rigaud. A esta fuerza se sumaban 20.000 marinos. Nunca antes Francia había enviado a ultramar una expedición más fuerte. Cuando una buena parte de los buques estaban frente a la bahía de Samaná, en  el norte de la isla, Toussaint, que contemplaba el espectáculo, exclamó: “¡Pereceremos. Toda Francia ha venido a aplastarnos!” (JAMES, 288).









[1]           LÉGER, 67.
[2]           “Soy Toussaint L’Ouverture. Tal vez mi nombre sea conocido por vosotros. Me he hecho cargo de la venganza. Quiero que la libertad y la igualdad reinen en Saint-Domingue. Quiero trabajar para que existan. Uníos a nosotros, hermanos, para luchar por la misma causa…La igualdad no existe sin la libertad. Y por la libertad de existir debemos tener unidad” (Toussaint L’Ouverture, The Haitian Revolution;  DUBOIS, 176; JAMES, 125). 
[3]           Años más tarde. Whitelocke estaría al mando de las fuerzas británicas que en 1807 invadieron la ciudad de Buenos Aires, siendo derrotado por las tropas españolas y de criollos patriotas, debiendo rendirse a las mismas. Ello significó, para la República Argentina, el acontecimiento a partir del cual comienzan a darse los hechos que conducirían al 25 de Mayo de 1810, cuando los patriotas se hacen cargo del gobierno y conquistan la libertad de su país.
[4]           Tal adhesión se ha explicado diciéndose que “Louverture probablemente pensó que la República Francesa se dirigía hacia la derrota en Europa. No había razones para unirse al bando perdedor. La abolición [decretada] por Santhonax, era, a mayor abundamiento, una decisión local y Louverture entendió que no era segura hasta que fuera ratificada por el gobierno francés” (DUBOIS, 177).
[5]           “…la libertad de los exesclavos de Saint-Domingue no había sido un magnánimo regalo de una benevolente República… Habían sido los insurgentes…los reales autores de la abolición. Habiendo sufrido años de esclavitud a manos del régimen colonial francés, finalmente habían alcanzado la emancipación a través de dos años de guerra. ¿Por qué entonces estaban en deuda con Francia? ¿Por qué, ahora que eran libres, debían a la nación la misma obediencia y trabajo que anteriormente se esperaba de los esclavos?” (DUBOIS, 142).
[6]           Napoleón, Instrucciones…
[7]           “Dada la ausencia de leyes, y habiendo la Asamblea Central [convocada en febrero para la redacción del documento] solicitado tener provisionalmente ejecutada esta constitución, que conducirá más rápidamente a Saint-Domingue hacia su futura prosperidad, me he rendido a sus deseos. Esta constitución fue recibida por todas las clases con transportes de alegría que no fallarán en repetirse cuando sea devuelta con la aprobación del gobierno” (TOUSSAINT LOUVERTURE, 42).
[8]           “Bonaparte ordenaba que se actuara según un programa en tres etapas…En la primera, se prometería a los negros casi lo que fuese, así la expedición podría ocupar posiciones estratégicas pacíficamente. En la segunda etapa, todos aquellos a quienes Leclerc considerara peligrosos serían deportados o declarados fuera de la ley si rehusaban rendirse. En la etapa final, los invasores desarmarían a la población y la colonia volvería a ser controlada por los blancos…” (OTT, 149).
[9]           Napoleón, Instrucciones… 

© 2016 Rubén A. Barreiro

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