jueves, 1 de noviembre de 2018

Esto se dijo…

“… Los soldados de color… recibirán el mismo trato que los blancos… ellos aspiran a sus mismos honores, y exhibirán su misma valentía”. Almirante Henri D’Estaing refiriéndose a los soldados negros del regimiento Chasseurs Volontaires de Saint-Domingue, que lucharían en el sitio y batalla de Savannah (septiembre-octubre de 1779)


Voluntarios negros de Santo Domingo en la Guerra de la Independencia de los Estados Unidos

Primera Parte


Savannah, en el estado de Georgia, es considerada una de las ciudades más bellas de losEstados Unidos. Llama la atención el trazado en damero del casco histórico, con el intercalado simétrico de plazas muy arboladas -predominan robles de antigua data-, rodeadas por edificaciones tradicionales, muchas de las cuales datan de la época anterior a la Guerra Civil.

En cada una de las plazas aparecen fuentes de trabajada decoración, relojes de sol y monumentos que hacen a la rica historia de la ciudad.
El adolescente con el tambor representa a Henri Christophe, quien años más tarde asumió un rol destacado en la lucha por la independencia de Haití. Fue presidente y luego rey del territorio del norte hasta su muerte en 1820, luego de lo cual el país se reunificó como República de Haití.

En una de esas plazas, la Franklin Square, se alza un monumento singular. Sobre una base poligonal aparecen seis figuras, cuatro de las cuales representan soldados con uniformes del siglo XVIII que hacen fuego con sus mosquetes, en tanto uno de ellos, herido, yace a sus pies y un joven tambor acompaña con sus redobles a los luchadores.

viernes, 23 de marzo de 2018


 Esto se dijo...

“Tenemos frente a nosotros un adversario habilidoso y atrevido y, debo decirlo, dejando de lado los estragos de la guerra, un gran general”.Winston Churchill, sobre Rommel


El 27 de enero de 1942, el Primer Ministro británico, Winston Churchill, se dirigió a la Cámara de los Comunes, dando cuenta de la situación de la guerra, en ocasión de tratarse un voto de confianza a su gobierno. Durante su prolongado discurso, pronunció la frase transcripta, que desde entonces se ha mostrado como un reconocimiento, quizá inoportuno, de las capacidades militares del entonces general Erwin Rommel. Sin embargo, en este caso, como en muchos más, es necesario analizar el contexto. El 18 de noviembre de 1941 los británicos lanzaron la Operación Crusader, que culminó el 7 de diciembre con el levantamiento del sitio de Tobruk que el Afrika Corps sostenía desde el mes de abril.


Cuando Churchill pronunció su discurso, se estaba refiriendo a la contraofensiva que Rommel había desencadenado el 21 de enero de 1942, la que condujo a la caída de Tobruk en su poder el 21 de junio de ese año. Leyendo todo el párrafo, surge con claridad que Churchill estaba advirtiendo sobre lo que podría ocurrir, acentuando por un lado la incertidumbre de la situación y de su desenlace, y por el otro valorando las cualidades del conductor enemigo, sumadas a los refuerzos que habría recibido. 

La célebre frase quedó así enmarcada: “No puedo decir cuál es la situación actual en el frente occidental, en CirenaicaTenemos frente a nosotros un adversario habilidoso y atrevido y, debo decirlo, dejando de lado los estragos de la guerra, un gran general. Seguramente ha recibido refuerzos. En este momento se está librando otra batalla, y me he propuesto como regla nunca profetizar de antemano cuál será el resultado de una batalla. Siempre celebro haber adoptado una regla semejante”. 

Para la anécdota, la Cámara, por 464 votos contra 1, expresó tener “confianza en el gobierno de Su Majestad" comprometiendo su máxima ayuda "en la enérgica prosecución de la guerra”. Es también anecdótico el comentario del miembro laborista de los Comunes, Aneurin Bevan, quien al día siguiente de pronunciada la frase, en tanto se pedía informes acerca de una transmisión de la BBC en la que se habían vertido expresiones de respeto por el pueblo alemán y su ejército, preguntó como al pasar, "¿acaso ayer el Primer Ministro no rindió tributo a Rommel?"

Años más tarde, ya concluida la guerra, muerto Rommel en las conocidas circunstancias, y alejado del poder pocos días después de concluida la contienda, en “La Gran Alianza”, tercer tomo de su monumental obra sobre la Segunda Guerra Mundial, Winston Churchill dedica un muy extenso párrafo a la biografía de Erwin Rommel, describiéndolo como un "guerrero alemán" destinado a ocupar un lugar preponderante en la historia militar. Así, por ejemplo, pondera la maestría de Rommel en el manejo de las formaciones móviles, así como su audacia y atrevimiento, con los cuales “nos infligió algunos graves desastres”.

Por último expresa su respeto por la actitud de Rommel, quien, “pese a ser un leal soldado alemán”, se vio envuelto en la fallida conspiración contra Hitler de julio de 1944,  al precio de su propia vida.

Por todo ello, y “pese a que en las guerras de las modernas democracias no hay lugar para la caballerosidad”, dice Churchill:  “... no me arrepiento o retracto del tributo que rendí a Rommel, pese a lo inoportuno que pareciera por entonces”
© Rubén A. Barreiro 2018

jueves, 4 de enero de 2018

Esto se dijo...

“Por el momento, los mordisqueo”
. General Joseph Joffre


Bajo el título  “Una palabra de nuestro generalísimo”, la edición de Le Journal del 29 de septiembre de 1914, publicó un artículo que comentaba lo ocurrido durante un almuerzo en el cuartel del Estado Mayor General del ejército francés, del que el general Joffre era comandante. 

jueves, 23 de noviembre de 2017

Esto se dijo...

“Las armas nacionales… se han cubierto de gloria…  puedo afirmar con orgullo, que ni un solo momento volvió la espalda al enemigo el ejército mexicano durante la larga lucha que sostuvo”. Del parte del General Ignacio Zaragoza sobre la batalla de Puebla,  9 de mayo de 1862.

El 17 de julio de 1861, el gobierno mexicano dispuso una serie de medidas, de las cuales la más trascendente, a los efectos de sus relaciones con otros países, fue la suspensión por dos años del pago de la deuda externa. 

Hubo una fuerte reacción de Francia, España y Gran Bretaña, quienes por la Convención de Londres suscripta el 31 de octubre de 1861, se comprometieron a enviar “a las costas de México fuerzas de tierra y de mar combinadas”, suficientes para tomar y ocupar “las diferentes fortalezas y posiciones militares mexicanas”. 

Luego de variadas circunstancias que no es del caso relatar en este lugar, afloraron desacuerdos entre españoles y británicos por un lado y por el otro los franceses, fundados en la renuencia de los primeros con relación al propósito intervencionista francés en los asuntos internos de México.

El 16 de abril Francia declara la guerra, por una proclama dirigida al pueblo mexicano, que así concluye: “La bandera francesa ha sido clavado en territorio mexicano, esta bandera no retrocederá. Que los hombres sabios la acojan como una bandera amiga. ¡Que los insensatos osen combatirla!” 

El 20 de abril, el General Charles Ferdinand Latrille, Conde de Lorencez, “general en jefe del cuerpo expedicionario en México” proclamaba: “La nación mexicana no debe inquietarse, ya que la guerra ha sido declarada contra un gobierno inicuo que ha cometido ultrajes inauditos contra mis compatriotas, por los cuales, creedme, sabré obtener una conveniente reparación”.

Y El 26 de abril de 1862, Lorencez se dirigió a su Ministro de Guerra con incontenible arrogancia: “Somos tan superiores a los mexicanos en raza, organización, moralidad  y elevados sentimientos que ruego a Vuestra Excelencia informar al Emperador que, a la cabeza de seis mil soldados, ya me he adueñado de México”.

Pero una vez más quedó demostrado en los hechos que la arrogancia, la soberbia y el menosprecio por el adversario no ganan batallas. El 5 de mayo de 1862 las tropas mexicanas al mando del general Ignacio Zaragoza derrotan sin atenuantes a las del Conde de Lorencez. Los seis mil quinientos soldados de los que se ufanaba fueron enfrentados por un ejército de unos doce mil hombres, la mayoría de los cuales carecía de instrucción militar y de equipo adecuado. 

Esta hazaña es recogida por la historia como la Batalla de Puebla o del Cinco de Mayo, y recordada para siempre por el parte del infortunado General Zaragoza (fue a la batalla a pocos de días de fallecida su esposa y murió meses después de Puebla a  los treinta y tres años).

La cuestión de la deuda fue, para Napoleón III y según sus propias palabras, un mero pretexto. El verdadero propósito del Emperador había quedado claramente manifestado en una carta remitida el 19 de octubre de 1861 al embajador francés en Londres, August-Charles Flahault. Decía allí Napoleón que por muchos años había recibido pedidos de “gente importante” de México para instaurar una monarquía, la “única capaz de restablecer el orden”. Pese a la simpatía que le despertaba tal causa, tuvo que responder a esa gente “que no tenía un pretexto para intervenir en México… debemos esperar mejores días”. “Pero ahora, acontecimientos imprevistos han cambiado el cariz de la situación”. 

Por un lado, la Guerra de Secesión alejaba el peligro de una reacción de los Estados Unidos frente a una intervención europea en México y por el otro, “los ultrajes del gobierno mexicano han dado razones legítimas para intervenir en México”. “Así las cosas, tengo un solo propósito: ver protegidos y preservados los intereses de Francia a través de una acción futura que rescataría a México de la devastación por los indios o de una invasión norteamericana…”. 

No obstante, unos días más tarde, se firmó la citada Convención de Londres, en la que las partes se comprometieron “a no buscar por sí mismas, en el marco de las medidas coercitivas previstas..., ninguna adquisición de territorio, ni ninguna ventaja en particular, ni a ejercer, en los asuntos internos de México ninguna influencia de tal naturaleza que pueda atentar contra el derecho de la nación mexicana de elegir y constituir libremente su forma de gobierno”. 

Napoleón III había propuesto al Archiduque Maximiliano para ocupar el trono del “imperio mexicano”, por razones que nada tenían que ver con México y menos con su pueblo (“por mi lado, debo reconocerlo, he creído de buen gusto proponer a un príncipe perteneciente a una dinastía con la cual he estado en guerra recientemente”, decía en su carta a Flahault). 

La aventura de la intervención francesa y del Imperio Mexicano concluyó, como es sabido, el 19 de junio de 1867. Maximiliano de Habsburgo fue fusilado en Querétaro y tal vez en ese momento haya resonado en sus oídos la premonitoria oda de Carducci:“Massimiliano, non ti fidare/torna al castello di Miramare…” 

© Rubén A. Barreiro 2015-2017

martes, 3 de octubre de 2017

Esto se dijo…

“¡No blasfemen muchachos, no blasfemen, y dispárenles!”, Reverendo George Smith durante la batalla de Rorke’s Drift (1879).

“Alabad al Señor y pasad las municiones”, Reverendo Howell Maurice Forgy durante el ataque japonés a Pearl Harbour (1941).

La presencia de capellanes en las filas militares es de larga data. Algunos autores la hacen remontar a mil seiscientos años, enlazándola con la emocionante historia de San Martín de Tours, soldado él mismo, cuando divide en dos su capa (cappella) para socorrer a un mendigo acosado por el frío. Conservada como reliquia (cappa Sancti Martini), era llevada por los reyes merovingios en la batalla, y custodiada por un fraile (cappellanu) quien además de tal misión atendía las necesidades espirituales del monarca. Con el tiempo, los religiosos que acompañaban a los ejércitos se denominaron cappellani, y entre nosotros, capellanes (Bergen).

domingo, 11 de junio de 2017

Esto se ha dicho...


“La próxima vez, recuérdenlo, los alemanes no cometerán ningún error. Penetrarán en el Norte de Francia y se apoderarán de los puertos del Canal para utilizarlos como base de sus operaciones contra Inglaterra”. Mariscal Ferdinand Foch



El Mariscal Foch, generalísimo de los ejércitos aliados vencedores en 1918, ya en enero de 1919 expresaba a los corresponsales que lo rodeaban en Tréveris, la vieja ciudad alemana, que “Alemania está ahora vencida, pero con sus recursos, especialmente los humanos, su recuperación en un tiempo comparativamente corto es muy posible. Es ahora deber de los Aliados prevenir futuras agresiones”

Su idea respecto de la “prevención de futuras agresiones” se basaba tanto más en una cuestión territorial que en la limitación de armamentos, sobre la que tenía una rigurosa y restrictiva posición. Así, en la misma época dijo: “Es en el Rhin donde debemos refrenar a los alemanes. Apoyándonos en el Rhin haremos imposible para ellos recomenzar el golpe de 1914. El Rhin es la barrera común de los Aliados, precisamente aquellos que se han unido para salvar la civilización… es la garantía de paz para todas las naciones que han vertido su sangre por la causa de la libertad…” 


Como lo afirma Margaret MacMillan en su monumental “París, 1919”“Foch quería más que una Alemania desarmada. Quería una Alemania mucho más pequeña”. Veía a Renania, es decir el territorio alemán al Oeste del Rhin, como “la base de entrada y reunión” que daba a Alemania la oportunidad para repetir su ataque de 1914, tal como se refleja en la frase que motiva este comentario. 


Como es sabido, Renania, por el Tratado de Versalles, sería ocupada hasta por quince años por fuerzas aliadas e, independientemente de ello, sería permanentemente una zona desmilitarizada. A los diez años, los aliados cesaron la ocupación. El 7 de marzo de 1936 las tropas del Tercer Reich recuperaron su presencia en la zona. El 1° de septiembre de 1939 comenzaba la Segunda Guerra Mundial. 


La más célebre de las frases de Foch con relación a lo decidido en Versalles, “esto no es la paz, es una armisticio por veinte años”, se hacía realidad con cronológica precisión. Y daba pie, tal vez, a su agria afirmación: “Guillermo II perdió la guerra…Clemenceu perdió la paz”.


© 2017 Rubén A. Barreiro 

domingo, 4 de junio de 2017

Esto se dijo... 

 "Todo esto está muy bien, pero, ¿quién es el General Moltke" 


En ocasión de la batalla de Königgratz (Sadowa), durante la guerra Austro-Prusiana de 1866, el Jefe del Estado Mayor de Prusia, General Helmuth Karl Bernard von Moltke, envió a un oficial con órdenes para el comandante de una de las divisiones del ejército prusiano, ya empeñada en la gran batalla.

La frase del comandante en cuestión, al enterarse de las órdenes, parece exorbitar la realidad, ya que es poco creíble que ignorara quién era el Jefe del Estado Mayor desde hacía casi diez años. 

Pero hay una explicación: recién a partir del 2 de junio de 1866 el Jefe del Estado Mayor pudo comunicar directamente sus órdenes operativas a quienes habrían de ejecutarlas, las que hasta ese momento eran transmitidas a través del Ministerio de Defensa. La guerra comenzó el 14 de junio. El Ministro de Guerra prusiano, Albert von Roon, pujaba ante el rey Guillermo por influir decisivamente sobre las actividades militares. Contaba para ello con la actitud de Moltke, indiferente a los cabildeos políticos, de carácter de retraído y volcado totalmente a su tarea en el Estado Mayor, con la cual, junto a Bismarck, fue el artífice del proceso político-militar de unificación alemana, que culminó en 1871. 

Por cierto, fue a partir del triunfo sobre Austria que Moltke, "sorpresiva e inesperadamente", se convirtió en el más prominente de los consejeros militares del Rey Guillermo. 

 © Rubén A. Barreiro 2014-2017