domingo, 25 de octubre de 2020


Esto se dijo

La campaña con globos fue un experimento interesante, pero un fracaso militar (Robert C. Mikesh).

El primer premio para las armas de guerra inútiles es para el Japón, por su “única creación” de globos portadores de bombas que sembrarían el fuego y el terror a través de los Estados Unidos… Un arquero mongol con su arco y flechas no habría resultado ser menos mortal… (New York Times).

Es improbable que los globos, como arma y en sí mismos, sean de utilidad en futuras guerras, aunque los planes y procedimientos desarrollados para la operación pueden ser de interés y utilidad en casos futuros y similares (Gral. Yasushi Hidagi).

Operación FU-GO

La sorprendente y original ofensiva aerostática japonesa contra el territorio continental de los Estados Unidos

Dieciocho de abril de 1942. El Imperio del Japón estaba alcanzando el apogeo de su expansión en el sudeste asiático: a sus avances en la China, Manchuria y la ocupación de buena parte de la Indochina Francesa, ha agregado, luego de su ataque del 7 de diciembre de 1941 a la base naval estadounidense de Pearl Harbor, nuevos territorios (Filipinas, Indias Orientales Neerlandesas, Hong Kong, Singapur, etc.) al tiempo que consolidaba y fortalecía los que ya poseía (en especial los archipiélagos que habían pertenecido a la Alemania vencida en 1918).

Y en medio de tal situación, Tokio y otras ciudades fueron bombardeadas por aviones norteamericanos. El llamado “Raid Doolittle”, llevado a cabo por dieciséis bombarderos B-25 basados en el portaaviones Hornet, si bien cobró la vida de 87 civiles y causó daños en algunas industrias, no tuvo mayor relevancia en lo material, aunque provocó un enorme impacto psicológico sobre la población japonesa y en especial conmovió a los mandos militares que se sintieron humillados por la vulnerabilidad de las defensas del territorio imperial. Más allá de un obvio fortalecimiento de tales defensas, se buscó “devolver el golpe”. Para ello, no existía otro medio que un ataque al territorio continental de los Estados Unidos.

De inmediato comenzaron a analizarse diferentes alternativas para concretar tal ataque. No se trataba simplemente de alcanzar el territorio americano sino de la aptitud del medio empleado para hacer efectiva la represalia, a través de un bombardeo preciso, selectivo y de entidad suficiente como para no dejar dudas de su propósito.

Pero el ideal de un ataque aéreo similar al de Doolittle era inviable. Japón no tenía la capacidad aérea necesaria como para lanzar un ataque semejante, tanto desde el territorio metropolitano como desde portaaviones. Acudir a incursiones aéreas aisladas, lanzadas desde submarinos, como ya se había hecho en un par de oportunidades, era incompatible con el concepto de represalia.

Y fue así que durante más de dos años se desarrollaron estudios encaminados a utilizar globos aerostáticos para llevar a cabo la represalia -si es que para entonces podía seguir hablándose del raid Doolittle, con el territorio japonés sometido a un constante y masivo bombardeo-, para lo cual portarían explosivos que estallarían sobre el territorio enemigo, arrasando bosques y desatando el pánico entre la población civil. 

A comienzos de noviembre de 1944 y hasta mediados de abril de 1945 se lanzaron varios miles de globos hacia la costa occidental de los Estados Unidos y el Canadá. El balance fue patético… un par de incendios de bosques de escasa importancia y la muerte de una joven embarazada y cinco niños de una escuela dominical durante una excursión, al estallar una de las bombas de un globo que allí había caído. Ante tal resultado, el comentario del New York Times suena deleznable pero describe con bastante acierto el fracaso de Fu-Go.

Un aspecto a tener en cuenta y que de algún modo no carece de actualidad, es la política de censura y ocultamiento de información asumida por las autoridades estadounidenses frente a la presencia de los globos. Tendía, por un lado, a evitar la inquietud de la población frente a un ataque de tales características -con el pánico siempre latente-, y por el otro, que no trascendiera información que los japoneses podían utilizar para conocer si su ataque estaba siendo exitoso.

El fracaso del intento japonés no quita el interés que provoca esta operación, catalogada como el primer intento de ataque intercontinental, a gran distancia y atravesando un océano, con un medio apto para transportar una carga letal al territorio metropolitano enemigo. Hubo un despliegue notable de ingenio  en la solución de problemas que parecían obstar a la puesta en marcha de la operación, esto es, lograr que al menos una parte de los globos lanzados alcanzara el territorio enemigo, para cumplir allí su letal objetivo. 

Pero tal interés también comprende determinar cuáles han sido las razones del fracaso de la operación. Algunas de tales razones se vinculan con la conveniencia y oportunidad del ataque. Otras con las capacidades reales del medio empleado, esencialmente las relacionadas con la imposibilidad de control del mismo. Otras con la sobreestimación del efecto que el ataque podía tener sobre el curso  de la guerra, cuando en noviembre de 1944, al lanzarse los primeros globos, el desenlace adverso para el Japón ya aparecía como inexorable. Finalmente, algunas sólo se relacionan con decisiones carentes de lógica elemental, como establecer como objetivo principal incendiar bosques durante los meses de invierno, caracterizados por la presencia constante de humedad (lluvia, nieve). 


Parte I 

La acción

La necesidad de devolver el golpe representado por el Raid Doolittle [1] pronto pasó de una reacción de los mandos japoneses que iba de la humillación a la ira, a la acción mediante la adopción de medidas concretas para la represalia.

Para ello, se ordenó al Noveno Instituto Militar de Investigación Técnica, más conocido como Instituto de Investigaciones Noborito, estudiar todas las variables que condujeran a “encontrar una forma de bombardear el territorio continental de los Estados Unidos”. Analizados y descartados otros métodos, los miembros del Noborito comenzaron a estudiar la posibilidad de desarrollar globos con capacidad suficiente como para llegar al territorio continental estadounidense y allí bombardear diversos blancos [2].

Para ello se tuvieron en cuenta estudios que el ejército japonés venía realizando desde 1933 sobre la viabilidad y eventual desarrollo de nuevas armas, entre las que  se destacó, “como la más prometedora”, la que consistía en globos de un diámetro no mayor de cuatro metros, con capacidad de transportar explosivos a una distancia de alrededor de 100 millas (aprox. 160 km). Un aspecto esencial para el desarrollo de este proyecto era el estudio del régimen de vientos del que dependía la viabilidad de aquel objetivo. Si bien el proyecto se discontinuó a comienzos de 1935, se habían echado las bases para el aspecto esencial de la “ofensiva aerostática” de 1944 [3].

Hacia marzo de 1943 se realizaron ensayos con globos que serían lanzados desde submarinos a unos 1100 km del territorio americano. El proyecto debió descartarse ya que los submarinos debieron destinarse al apoyo y aprovisionamiento de las tropas japonesas que luchaban en diferentes áreas del Pacífico.

Luego de descartarse el lanzamiento desde submarinos y teniendo en cuenta las circunstancias en las que se venía desarrollando la guerra en el Pacífico, con el Japón a la defensiva y su flota gravemente disminuida a partir del desastre de Midway, quedó en claro para los investigadores del Noborito que el lanzamiento de los globos debía realizarse desde el territorio metropolitano japonés.

El objetivo del ataque era, por un lado, desatar el pánico entre la población del territorio alcanzado [4] y al mismo tiempo, teniendo en cuenta la existencia en la región de vastos bosques, provocar grandes incendios que obligarían a esfuerzos adicionales, tanto en medios materiales como humanos,  por parte de las autoridades para prevenirlos o sofocarlos [5].

Va de suyo que, en un momento en que las ciudades japonesas ya había comenzado a sufrir permanentes y devastadores ataques aéreos, lograr alcanzar el territorio enemigo y bombardearlo, llevando su población a una situación de pánico difícil de controlar, sería alentador para la propia población civil japonesa [6].

En el mes de marzo de 1944 se celebró una conferencia en la que participaron representantes del Ministerio de Ejército y del Estado Mayor General, así como quienes habían participado en el desarrollo de los estudios e investigaciones relacionados con el desarrollo de los globos. Como lo señala Hidagi, "en secreto" concluyeron, teniendo en cuenta los resultados de las pruebas realizadas hasta el momento, que el ataque debía desencadenarse hacia fines de 1944 y principios de 1945. Fue así como el "Proyecto de Investigación Fu-Go", así denominado como una referencia al fusen bakudan (globo bomba) objeto del mismo, pasó a ser la que se conocería como Operación Fu-Go.

Con respecto a esta decisión, Clark Reynolds ha señalado que “la idea de un bombardeo llevado a cabo por globos en un territorio situado en la costa opuesta del mayor océano del mundo, parecía absurda en sí misma”, aunque agregando: “… a no ser por el conocimiento que tenía el Japón de una corriente de aire en chorro [más tarde conocida como jetstream] que fluye entre Japón y los Estados Unidos a una gran altitud y velocidad”.

                                                        El viento, factor decisivo

Es de la esencia de los aerostatos no contar con un desplazamiento autónomo, tanto en dirección como velocidad, siempre dependerán de los vientos reinantes. Y esto, sea que el dispositivo esté tripulado o no. El único movimiento que puede gobernarse, por cierto que con limitaciones, es el de su altitud (para alcanzar vientos que puedan resultar favorables). La decisión adoptada de llevar adelante el ataque se hizo sobre la base, como lo apunta Reynolds, de la existencia de una corriente de aire cuya dirección y velocidad podría trasladar a los globos hasta su blanco.

Como se ha dicho, en Japón se conocía desde mucho antes la existencia de una corriente de aire en chorro que mantenía, según los meses del año, una trayectoria que se dirigía principalmente hacia el territorio continental de los Estados Unidos a una gran velocidad [7].

Para analizar en profundidad los diversos aspectos relacionados con esa corriente, se solicitó al Observatorio Meteorológico de Tokio una investigación al respecto, conducida por Hidetoshi Arakawa [8]. Este refiere que, en especial, le fue requerido expedirse sobre varias incógnitas: ¿cuál era el nivel [altitud] deseable que debían alcanzar los globos para incorporarse a la corriente en chorro y ser llevados por la misma hacia el objetivo? ¿Cuál era la época del año más favorable para el lanzamiento de los globos? ¿Cuántos días tardarían estos en alcanzar el territorio americano?


Típica corriente de aire en chorro (jetstream) en invierno. Las trayectorias reales, si bien mantienen la orientación general, son zigzagueantes y aleatorias, razón por la cual se advierte una gran dispersión entre los lugares de arribo (National Geographic). 

Con respecto a la época del año, se determinó que es durante el invierno (noviembre a marzo) cuando el chorro de corriente hacia el este es más intenso. 

El nivel apropiado, según las conclusiones de Arakawa, debía encontrarse entre los 10 y los 12 kilómetros de altura, en tanto en este nivel la corriente de chorro alcanza su máxima velocidad (entre 200 y 350 kilómetros por hora).

En cuanto al tiempo necesario para alcanzar el territorio americano, se determinó que el recorrido promedio podría ser de sesenta horas, es decir dos días y medio, aunque según las condiciones ese tiempo podría llegar a estar en algunos casos entre treinta o cien horas [9].

Esto en tanto y en cuanto el objeto (el globo) se mantuviera dentro de la corriente, lo cual planteaba algunos desafíos técnicos que con gran ingenio fueron superados como se verá a continuación.

El factor técnico: diseño y construcción de los globos

El desafío era entonces diseñar y construir globos capaces de alcanzar la corriente en chorro y mantenerse en la misma hasta alcanzar la zona del blanco, a una distancia promedio de 6200 millas (11.500 km) y durante un periodo, también promedio, de 60 horas.

Este periodo abarcaba, en principio, dos días y medio. Durante el mismo la temperatura del aire variaría según el ciclo diario: durante el día podría ascender hasta 30° y durante la noche descender hasta -50°. Por ello, la presión de la carga de hidrógeno del globo (alrededor de 538 metros cúbicos) se modificaba, expandiéndose durante el día, contrayéndose por la noche. En consecuencia, durante el día el globo, ya situado en la corriente en chorro, tendería a ascender y durante la noche a descender. En uno u otro caso, el aeróstato modificaría su flotabilidad, saliéndose de la corriente y perdiendo entonces su capacidad de aprovecharla en dirección y velocidad.

Esto fue resuelto por los técnicos del Noborito con gran ingenio.

En el primer caso, esto es al aumentar la temperatura y por lo tanto expandirse el globo, tendiendo a ascender -lo cual llevaba consigo el riesgo cierto de explosión y consecuente destrucción- se agregó una válvula de descarga del gas en la base del globo que se accionaría al detectarse el aumento de presión por medio de un dispositivo compuesto por un barómetro y una batería.

En cambio, para el caso de descenso de la temperatura y la consecuente pérdida de altura del globo, se agregaron treinta y dos bolsas rellenadas con arena -que pendían de un aro que abarcaba toda la circunferencia de la esfera-, las que al detectarse la pérdida de altura, se irían desprendiendo de a pares, con lo que se recuperaría la altura necesaria para continuar en la corriente. Esto se lograba a través del mencionado dispositivo que al accionar un disparador soltaba las bolsas de lastre cuando se advirtiera un descenso del globo que sobrepasara los 1000 metros (3000 pies).

Así, la trayectoria del globo desde su lanzamiento hasta la zona del blanco era ondulada, tal como lo muestra el gráfico adjunto.


1. Lanzamiento a primeras horas del día. 2/4. Al descender la temperatura nocturna, se sueltan dos bolsas de lastre para evitar el descenso y mantener al globo en la corriente. 3. Al aumentar la temperatura, se suelta gas para evitar el ascenso y mantener al globo en la corriente. 5. Llegando a la zona calculada para el ataque,  se suelta el gas para que el globo descienda y salga de la corriente. 6. Se sueltan las bolsas y se lanzan las bombas (Mikesh).

Estructura del globo. La envoltura esférica tenía alrededor de 100 pies (30.5 m) de circunferencia, 32.8 pies (10m) de diámetro y pesaba unas 152 libras (69 kg). Su capacidad para la carga de hidrógeno alcanzaba a unos 19.000 pies cúbicos (583 m3).

Para la elección del material con el que se construiría la esfera, se tuvieron en cuenta dos requisitos esenciales: por un lado debía garantizar que no habría fugas de hidrógeno, por el otro ser de bajo costo y fácil obtención. Se optó entonces por utilizar el papel washi, producido con las fibras -excepcionalmente fuertes- de la corteza de un árbol de la familia de la morera, el kozo [10]. Cabe señalar que los desarrolladores navales habían diseñado un globo con la envoltura de seda engomada, de los que sólo se fabricaron unos trescientos, que se lanzaron al comienzo de la ofensiva.

Alumnas de colegios secundarios trabajando en la
confección de las envolturas.
En cuanto a la cantidad de globos que sería necesario lanzar, se tuvo en cuenta la naturaleza del blanco al que ya se ha hecho referencia: los densos y valiosos bosques que cubrían una vasta superficie del territorio occidental de los Estados Unidos, que serían incendiados por las bombas que portaban los globos una vez alcanzado dicho territorio (cabe señalar que el territorio occidental del Canadá también fue alcanzado). Un ataque de tales características reposaba tanto en la confiabilidad de que los globos llegarían a destino, como en la cantidad de los que serían lanzados, teniendo en cuenta lo aleatorio de su trayectoria.

Al decidirse el ataque, se estimó que al menos 15.000 globos serían necesarios para desarrollarlo, de los cuales 5000 debían estar disponibles a fines de octubre para comenzar la ofensiva en la época prevista[11]


De acuerdo con las previsiones metereológicas, las condiciones ideales para los lanzamientos se daban entre fines de diciembre y mediados de febrero, aunque la mayor cantidad se dio durante los meses de febrero y marzo de 1945 (Mikesh).

Armamento. Los globos podían transportar una carga promedio de alrededor de 50 libras (aprox. 23 kg).  Una carga típica consistía en una bomba incendiaria de 12 kg (a veces reemplazada por una explosiva de 15 kg), y cuatro bombas incendiarias de 5 kg. Estas últimas colgaban junto con las bolsas de lastre.

Una vez lanzada la última bomba y las bolsas de lastre, un mecanismo especialmente diseñado incendiaba el hidrógeno contenido por la envoltura y esta misma, quedando el globo totalmente destruido.

Preparación y lanzamiento. Se establecieron tres lugares de lanzamiento, determinados teniendo en cuenta varios aspectos: estar ubicados en el este de la costa japonesa, accesibilidad para la provisión del hidrógeno necesario, aislamiento por razones de seguridad, rodeados de montañas y no muy ventosos. Todos estos lugares estaban ubicados en la costa este de la isla de Honshu, la más grande del archipiélago y en la que encuentran Tokio y otras ciudades importantes. Se descartó la ubicación de puntos de lanzamiento en regiones de más al norte por el peligro de que alguno de los globos alcanzara el territorio soviético, provocando reacciones de consecuencias tan previsibles como graves (véase nota 12). 

La preparación para el lanzamiento insumía alrededor de 30 minutos a una hora, y participaban unos 30 hombres. Si bien se había previsto que los lanzamientos serían diarios, esto dependía del régimen de vientos en superficie y del estado del tiempo en general (no se hacían lanzamientos cuando la velocidad del viento fuera superior a 10 millas por hora -16km/h- o con lluvia) , por lo que se estimó que durante el periodo noviembre-marzo, se preveían solo unos 50/70 días favorables, durante los cuales se lanzarían entre 130 y 200 globos diarios desde el conjunto de los sitios seleccionados. Pese a la gran cantidad de lanzamientos y de personal utilizado, sólo se registraron seis accidentes fatales directamente vinculados con los mismos.

Se inicia el ataque

El 25 de octubre de 1944 se dio la orden de “ataque al territorio de los Estados Unidos mediante globos bomba”, que abarcaría el periodo entre comienzos de noviembre de 1944 a fines de marzo de 1945 [12]La orden se refería a la “Operación Fu-Go”

Primeros lanzamientos. A las cinco de la mañana del 3 de noviembre de 1944 fue lanzado el primer globo [13]. Cientos de ellos ya estaban dispuestos en los tres sitios de lanzamiento, aunque pronto se suspendió la operación debido a que uno de los globos estalló, recomenzando a partir del 7 de noviembre, sin que se registraran nuevos incidentes. A medida que avanzaban los lanzamientos, se soltaba un globo cada 20 minutos y se llegó en algunos casos a los 150 lanzamientos diarios.




Continuará  (Parte II-La reacción)




[1]           Si de devolver golpes se trata, viene al caso recordar que “cuando aún ardían los buques bombardeados en Pearl Harbor”, el Presidente Franklin D. Roosevelt “insistió en que debíamos encontrar las formas y los medios para llevar al corazón del Japón, bajo la forma de un bombardeo aéreo, el verdadero significado de la guerra”, según lo refiere el General Henry Arnold, al mando de la aviación del Ejército de los Estados Unidos.
[2]           A la solución de los globos para desencadenar un ataque masivo se llegó luego de descartarse la posibilidad de desarrollar bombarderos que alcanzaran el territorio estadounidense en “un viaje de ida y sin retorno” por una evidente imposibilidad de medios. Tampoco había medios suficientes como para desencadenar ataques con aviones lanzados desde submarinos, como en un par de oportunidades se hizo en 1942.
[3]           Una vez comprobada su viabilidad, el plan consistía en utilizar los globos para atacar aeródromos soviéticos como preparación de un ataque sobre Vladivostok. Si bien quedó acreditada la viabilidad de un ataque semejante, los mandos japoneses desistieron de tal propósito. La rivalidad existente centrada en Manchuria quedó resuelta en la batalla de Khalkin Gol (también conocida como “el incidente de Nomonhan”), donde los soviéticos se impusieron y obligaron al Japón a encaminar sus esfuerzos hacia el Pacífico.
[4]           En los días que siguieron al ataque a Pearl Harbor por los japoneses, el 7 de diciembre de 1941, cundió el pánico entre los habitantes de los estados de la costa occidental de los Estados Unidos. A partir del 8 de diciembre se sucedieron alarmas en San Francisco, Oakland y Los Ángeles. Se hablaba de incursiones aéreas y de una concentración de buques que avanzaban sobre el área. Más adelante se volverá sobre el tema.
[5]           La imposibilidad de controlar la trayectoria de los globos una vez lanzados impedía la planificación de ataques a blancos específicos como fábricas, instalaciones militares, cuarteles o bases navales.
[6]           Todos los preparativos y actividades relacionados con la construcción, preparación y lanzamiento de los globos se mantuvieron en el mayor secreto. Se esperaba tener noticias del resultado de los ataques para informar a la población. Como se verá, el estricto secreto con que las autoridades americanas trataron el ataque, no sólo evitó en buena medida el pánico de su población, sino que desalentó a los japoneses, quienes pensaron que el ataque aerostático había fracasado (como en realidad  ocurrió).
[7]          A principios de la década de 1920 Wasaburo Ooishi, primer director del observatorio de la atmósfera superior de Tateno, en las cercanías de Tokio, “descubrió la existencia a gran altura de una zona de vientos muy intensos, infiriendo de ello la existencia de corrientes en chorro”. En rigor, en el área del Pacífico recién hacia fines de 1944 algunos bombarderos B-29 en operaciones sobre el Japón experimentaron la existencia de vientos con tales características. Se ha dicho que los descubrimientos de Ooishi no habían tenido gran difusión debido a su insistencia en publicarlos en un idioma poco conocido y menos practicado, el esperanto.
[8]           Al finalizar la guerra, Arakawa quemó, por indicación del ejército japonés, casi toda la documentación relativa a los globos que se encontraba en su poder, aunque años más tarde publicó un artículo con algunos datos de sumo interés. En el mismo artículo,  recuerda que a fines del otoño de 1942 se encontraba enfermo en la isla de Rabaul “donde sufrió severos bombardeos”  por parte de la aviación aliada. A partir de entonces, cuenta, soñó con atacar a los Estados Unidos por medio de globos no tripulados…
[9]           Un estudio de Ooishi que data de 1930, citado por Arakawa, muestra las notables diferencias existentes según la época del año en cuanto a la velocidad de la corriente de chorro. La velocidad promedio en los meses de invierno fue de 245.52 km/h (en febrero, 273.96), en tanto que en los de verano descendió a 76,32 km/h (en otoño 140,4 y primavera 152,28).
[10]         Luego de un complejo procesamiento del material, se pegaban tres o cuatro láminas de papel y un conjunto de no menos de 600 piezas así formadas integraban la envoltura esférica del globo.
[11]         La principal fuerza laboral empleada en la construcción de los globos fueron las alumnas de colegios cercanos, convocadas a tal efecto. No obstante, las jóvenes no fueron informadas acerca del real alcance y uso que se daría a lo que estaban ayudando a fabricar, sólo se les dijo que trabajarían en “un arma secreta que tendría un gran impacto en la guerra”. Al principio, trabajaban en sus escuelas pero a partir de enero de 1945 lo hicieron en fábricas especiales.
[12]         Algunas menciones de la orden llaman la atención. Por ejemplo, la que recomienda los mayores esfuerzos para prevenir que los globos pudieran caer en el territorio de la Unión Soviética, cuyo evidente propósito era no motivar algo que ya se acercaba a una realidad teniéndose en cuenta la evolución de la guerra en Occidente: un generalizado ataque soviético. Por otra parte, “y en lo que hace a los resultados de los ataques”, “deberán realizarse los mayores esfuerzos para obtener información sobre los mismos”. Ya veremos cómo la imposibilidad de contar con tal información incidió decisivamente en el abandono de la operación. 
[13]         Correspondía al aniversario del nacimiento del Emperador Meiji, quien con la incorporación de múltiples reformas transformó al Japón en una potencia abierta al mundo.

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