1918-11 de noviembre-2018
“Las
hostilidades cesarán en todo el frente a partir del 11 de noviembre a las 11
horas, hora de Francia". Mariscal Foch.
Concluye la Primera Guerra Mundial
“Si los plenipotenciarios alemanes
desean encontrar al Mariscal Foch para pedirle un armisticio, deberán
presentarse en las avanzadas francesas en la ruta Chimay-Fourmies-La
Capelle-Guise. Se impartirán órdenes para recibirlos y conducirlos al lugar
establecido para el encuentro”. Tal el tenor del telegrama con el
que el mariscal Ferdinand Foch, General en Jefe de los Ejércitos Aliados en Francia, respondió, en la noche del 6 al 7 de noviembre, a un radiograma
enviado por el alto mando alemán, en el que se le hacía saber el nombre de los
plenipotenciarios designados por Berlín para concluir un armisticio. Con la
llegada de la delegación alemana, culminaban los acercamientos que, desde
principios de octubre, el nuevo gobierno alemán a cargo del Príncipe Max de
Bade había comenzado ante el presidente Woodrow Wilson para sondear cuáles
serían las condiciones de los aliados para un cese del fuego en todo el frente.
El "Clarín del Armisticio"
"El 7 de noviembre de 1918, por la tarde, los plenipotenciarios alemanes habían cruzado las líneas francesas, defendidas por el Regimiento 171 de la División 166, en un sector que en la actualidad es llamado “colina del armisticio”, en la región de Haudroy. Luego de controlar a la delegación, el capitán Lhuiller, comandante del primer batallón, ordenó al cabo clarín Sellier tocar el “cese el fuego” para permitir que los plenipotenciarios atravesaran los puestos avanzados y llegaran a la Capelle-en-Thiérache donde un tren especial los conduciría a Rethondes. Para la historia, Pierre Sellier, cuyo clarín se conserva en el Museo del Ejército, sigue siendo el clarín del armisticio. No obstante, el “cese el fuego” del 7 de noviembre de 1918 en Haudroy no fue el toque que marcó el final de los combates de la Primera Guerra Mundial. Es olvidar el “cese el fuego” que fue tocado por el clarín Delalucque del Regimiento 415 el 11 de noviembre de 1918, a las 11 de la mañana, en la región de Vrigne-Meuse, en el marco de la última ofensiva contra el ejército alemán". Alain Fauveau, Le dernier combat: Vrigne-Meuse, 10 et 11 noviembre 1918.
Bien avanzada la noche del 7 de noviembre, cinco
automóviles atravesaron las líneas en las cercanías de La Capelle, sector
defendido por el Regimiento de Infantería 171. En ellos viajaban los
representantes alemanes, encabezados por Matthias Erzberger, un
“influyente diputado católico”, Secretario de Estado, a quien acompañaban
el Conde Alfred von Oberndorff, del Ministerio de Relaciones Exteriores, el
general Detlof
von Winterfeldt, quien había sido agregado militar en París, por el
ejército, y el capitán de navío Ernest Vanselow. Luego de un viaje en tren, a
las nueve de la mañana del 8 de noviembre se encontraron con el Mariscal Foch,
en el bosque de Compiègne, cerca de la estación ferroviaria de Rhetondes, quien
los aguardaba en un vagón de ferrocarril allí estacionado.
“Qué
desean de mí?”, inquirió Foch. Erzberger respondió
que querían conocer qué propuestas tenía para la conclusión de un
armisticio. “No tengo propuestas que hacer”, fue la seca respuesta.
Sin más, el general Weygand comienza a leer las condiciones del armisticio, y
se concede a la delegación alemana un plazo de 72 horas para “aceptarlas
o rechazarlas, sin lugar para otra cosa”, escribe Erzberger en sus
Memorias, mientras Foch, “permanecía sentado, rígido como una estatua,
a veces retorciendo su bigote con gesto enérgico” .
Hacia las veinte del día 10 llega del
Gran Cuartel General Alemán un telegrama con algunas sugerencias sobre las
condiciones, aunque con una frase concluyente: “Si no consiguen que
estos puntos se acepten, igual sería necesario terminar”. A las 2:15 del 11
de noviembre comenzó la lectura y relectura del texto del documento, que
finalmente fue firmado a las 5 de ese día. Foch envió una breve comunicación a
todos sus comandantes: “Las hostilidades cesarán en todo el frente a
partir del 11 de noviembre a las 11 horas, hora de Francia”.
Las duras condiciones impuestas a
Alemania por el armisticio, las que en su gran mayoría fueron recogidas
en el Tratado de Versalles suscripto en 1919, en lo inmediato establecían: la
evacuación inmediata de todos los países invadidos (Francia, Bélgica y
Luxemburgo) así como de Alsacia y Lorena; a continuación, evacuación militar
del territorio alemán en la margen izquierda del Rin, que ocuparán tropas
aliadas, así como con relación a tres cabezas de puente sobre la margen
derecha del Rin y territorios anexos; entrega de gran cantidad
de armamento, material ferroviario y camiones; liberación inmediata de todos
los prisioneros de guerra aliados. También había previsiones relacionadas con
el frente oriental, algunas cuestiones de orden financiero y la obligación de
entregar todos sus submarinos e internar gran parte de su flota en el puerto
británico de Scapa Flow. La duración del armisticio se estableció
en 36 días, los que se fueron renovando periódicamente hasta el 16 de febrero
de 1919, cuando fue prorrogado “por un periodo breve, sin fecha de
expiración, reservándose los aliados ponerle fin con un preaviso de tres
días”.
Una cláusula especialmente relevante fue
la que establecía el mantenimiento del bloqueo al que se había sometido a
Alemania, agregándose que “los aliados y los Estados Unidos
considerarán el abastecimiento de Alemania durante el armisticio en la medida
de lo necesario”.
Al respecto, es pertinente recordar
algunos pasajes de la “declaración común” que Erzberger leyó al Mariscal Foch luego de firmado el armisticio: “… es deber de los
plenipotenciarios firmantes insistir con firmeza sobre el hecho de que llevar
adelante este acuerdo podría sumir al pueblo alemán en la anarquía y el hambre.
De las conversaciones que llevaron al armisticio, podríamos haber esperado
disposiciones que, al tiempo que aseguraran a nuestros adversarios una total
seguridad militar, pusieran fin a los sufrimientos de los no combatientes,
mujeres y niños. El pueblo alemán, que durante cincuenta meses ha enfrentado a
un mundo de enemigos, conservará, pese a cualquier violencia, su libertad y su
unión. Un pueblo de 70 millones sufre, pero no muere” (Cochet-Porte,
Dictionnaire de la Grande Guerre 1914-1918).
Mientras en Alemania el káiser Guillermo
II abdicaba, concluyendo así quinientos años de reinado de los Hohenzollern y
la República era proclamada desde los balcones del Reichstag, los disturbios y
enfrentamientos que habían comenzado en el mes de octubre al sublevarse la
marina en Kiel se iban extendiendo por todo el país, amenazando una guerra
civil.
En tanto, en el frente…
Monumento en el Bosque de Compiegne: "11 de noviembre 1918. A los heroicos soldados de Francia. Defensores de la Patria y del derecho. Gloriosos liberadores de Alsacia y Lorena". |
Durante la mañana del 11 de noviembre
de 1918 se cursaron en todo el frente centenares de órdenes como las transcriptas al comienzo,
que indicaban que a las 11 de ese día"cesarían las hostilidades",
debiéndose mantener tanto las posiciones alcanzadas a esa hora, como todas las
precauciones defensivas, con abstención de parlamentar con el enemigo.
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“A las 11 exactas se los vio
salir [a los soldados alemanes en algún
sector del frente] repentinamente de sus trincheras, gritando,
desplegando banderas rojas y mostrando letreros con la palabra ‘República’.
Muchos lucían una cocarda tricolor… Se divertían haciendo estallar sus
granadas, haciendo saltar sus depósitos de municiones…” (Gazier,
"L’Armistice du onze novembre sur le front. L’entrée en Alsace").
“Cerca de Dom-le-Mesnil, la
pesadilla continuaba como si nada nuevo hubiera surgido. 10:45, una salva de
150 mm alcanza Dom-le-Mesnil. 10:57, ambos bandos disparan con ametralladoras.
11:00, allá, sobre la pasarela, un clarín invisible ha sonado. ¡Cesad el
fuego!” (Duroselle, La Grande Guerre des Français).
“Las últimas horas de una gran guerra, cuando cada uno sabe que lo son, siempre conservan un aire irreal, de no pertenecer ni al pasado ni al futuro… La mayoría de los hombres, durante esas últimas horas, sin simulaciones, sin evitar sus deberes, al mismo tiempo deseaban no correr riesgos innecesarios, tratando de no exponerse. Ser muerto o gravemente herido en este último momento era un horrible pensamiento…” (Terraine, To Win A War. 1918 The Year of Victory).
Sin embargo, muchas fueron las bajas de ese día en el frente, algunas a segundos de las 11. Se nombran a muchos soldados que cayeron en esos momentos, dándolos como los "últimos muertos" de la guerra. Entre ellos, el soldado George Edwin Ellison, británico, de 40 años, veterano de la guerra anglo-boer, luchando prácticamente desde el comienzo mismo de la guerra, sin haber sido herido, cayó en las proximidades de Mons, en Bélgica, pasadas las 10 de la mañana... El soldado francés de primera clase André Trebuchon, también de 40 años y condecorado con la Cruz de Guerra, fue alcanzado por un disparo a las 10:50... (en este caso, oficialmente, Trebuchon aparece como muerto el día anterior, pese a la certeza de su verdadero final, probablemente porque su cuerpo fue hallado recién el 13 de noviembre)... Henry Gunther, un soldado estadounidense, fue muerto durante una carga en los últimos minutos, ante sus sorprendidos adversarios que ya creían que el armisticio había comenzado... También cerca de Mons, fue muerto el soldado canadiense George Lawrence Price...
Pero es quizás un estremecedor episodio narrado por Joseph Persico el que constituye el ejemplo más cabal de lo dicho por Terraine sobre los sentimientos de quienes afrontan las últimas horas de una gran guerra. El mayor general William M. Wright comandaba la División 89 del Ejército de los Estados Unidos. Pocas horas antes de la entrada en vigencia del armisticio, ordenó un ataque para ocupar la localidad de Stenay, en el noreste de Francia. Si bien logró su objetivo, fue con 365 bajas, entre las cuales 61 muertos (entre ellos el mencionado Henry Gunther). El motivo indicado para tal ataque, según Persico: "La división había estado en la línea durante un período considerable sin instalaciones de baño adecuadas, y dado que si se permitía al enemigo permanecer en Stenay, nuestras tropas se verían privadas de las posibles instalaciones de baño existentes [en Stenay]". Hubo una investigación en el Congreso, pero finalmente Wright no sufrió ningún castigo.
Y es también Persico quien realiza una especie de balance sobre las bajas del último día de la guerra: “De acuerdo con las estimaciones
más conservadoras, durante el último día de la guerra, principalmente en las
seis horas que siguieron a la firma del armisticio, los adversarios en el
Frente Occidental sufrieron 10.944 bajas, de las cuales 2.738 fueron muertos.
Poniendo estas bajas en perspectiva, durante el 6 de junio de 1944, el Día D de
la invasión de Normandía, cerca de veintiséis años más tarde, el total de bajas
de ambas partes ascendieron a 10.000. Por lo tanto las bajas del Día del
Armisticio fueron cerca del diez por ciento superiores a las del Día D. Hubo,
sin embargo, una gran diferencia. Los hombres que lucharon en las playas de
Normandía estaban haciéndolo por la victoria. Los que murieron en el Día del
Armisticio lo hacían en una guerra ya decidida” (Persico,
Eleventh Month, Eleventh Day, Eleventh Hour: Armistice Day, 1918 World War I
and Its Violent Climax).
El parte meteorológico del 11 de noviembre de 1918
anunciaba nieblas espesas en el Noreste, el gran campo de batalla, con
temperaturas relativamente bajas y algunas heladas. La Primera Guerra Mundial
había terminado. Y, parafraseando a Foch, tan sólo comenzaba una tregua de
veinte años…
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