martes, 3 de octubre de 2017

Esto se dijo…

“¡No blasfemen muchachos, no blasfemen, y dispárenles!”, Reverendo George Smith durante la batalla de Rorke’s Drift (1879).

“Alabad al Señor y pasad las municiones”, Reverendo Howell Maurice Forgy durante el ataque japonés a Pearl Harbour (1941).

La presencia de capellanes en las filas militares es de larga data. Algunos autores la hacen remontar a mil seiscientos años, enlazándola con la emocionante historia de San Martín de Tours, soldado él mismo, cuando divide en dos su capa (cappella) para socorrer a un mendigo acosado por el frío. Conservada como reliquia (cappa Sancti Martini), era llevada por los reyes merovingios en la batalla, y custodiada por un fraile (cappellanu) quien además de tal misión atendía las necesidades espirituales del monarca. Con el tiempo, los religiosos que acompañaban a los ejércitos se denominaron cappellani, y entre nosotros, capellanes (Bergen).


Ahondar en la delicada y muy especial función de los capellanes sobre todo en tiempos de guerra, cuando el medio en que se desempeñan es la violencia extrema, la presencia constante de la muerte, los dilemas éticos que se derivan de los enfrentamientos entre seres humanos, es cuestión que escapa a la naturaleza de este artículo. 

Sólo mencionaremos un aspecto directamente relacionado con las frases que hemos recogido y transcripto. Los capellanes no tienen status de combatiente  y por lo tanto están desarmados y no pueden participar de forma directa en los combates. “La propia decisión de un capellán de exponerse al fuego enemigo, en forma voluntaria y desarmado… tiene un efecto tremendo en la moral de la tropa… Los líderes religiosos y militares captan rápidamente que la presencia física de los capellanes entre las tropas en el calor de la batalla provee una fuente importante de estímulo para los combatientes, precisamente porque no tienen la obligación de estar en primera línea…” (Hassner).

Como veremos, en uno y otro caso, con prescindencia de su diverso contexto geográfico, cultural y temporal, se dio la situación aludida y sus protagonistas han pasado a la historia por haberse comprometido en la delicada y riesgosa tarea de aportar su presencia activa y estimulante a un grupo de soldados en el fragor de la batalla.

Zululandia, 22-23 de enero de 1879. El 11 de enero de 1879 una poderosa fuerza británica al mando del Teniente General Lord Chemsford invadió el Reino Zulú, iniciando una breve guerra que culminaría el 4 de julio de ese año, con la dispersión del ejército zulú y la disgregación del reino en trece cacicazgos.

La guerra no pudo iniciase de peor forma para los británicos. El 22 de enero los zulúes los vencieron en la batalla de Isandlwana, “la peor derrota en la historia colonial del ejército británico” (Stossel), en la que murieron 1329 hombres, entre los cuales 52 oficiales. Sólo cien blancos pudieron huir, la mayoría de ellos civiles. Los zulúes, que sumaban unos 30000 hombres, tuvieron más de 3000 muertos.

Mientras aún se luchaba, una fuerza de 3000/4000 hombres del ejército zulú que había estado en reserva durante la batalla, se dirigió hacia la cercana Rorke’s Drift, donde tiempo atrás se había establecido una misión religiosa sueca en lo que había sido un antiguo puesto comercial.

Con el avance del ejército británico en territorio zulú, se destacó en Rorke’s Drift a una compañía del Regimiento 42 de Infantería, que tendría a su cargo defender el puesto, en el cual se había establecido un depósito de víveres y un hospital.  

Desde las últimas horas de la tarde del 22 de enero hasta las primeras del día siguiente, tuvo lugar "una de las acciones  más increíbles de la historia del ejército británico" (Farwell). Luego de muchas horas de lucha, la mayoría de ellas durante la noche, las escasas fuerzas británicas que sumaban unos 140 hombres, algunos de ellos pacientes del hospital, lograron no sólo contener el ataque constante del ejército zulú, sino que finalmente este debiera abandonar el campo, dejando tras de sí una enorme cantidad de muertos. 

Entre los defensores, que escasamente sumaban unos 140 hombres, de los cuales había más de 30 hospitalizados, se encontraba el capellán voluntario Reverendo “Padre” George Smith, de 34 años, quien residía en Natal desde 1870, “un hombre alto con una gran barba roja… siempre vestido con un hábito eclesiástico de alpaca, que con el tiempo se había vuelto verde” (Morris). Cabe aclarar que ha sido costumbre en el ejército británico llamar “padre” a los capellanes, independientemente del culto al que pertenezcan. 

Al conocerse lo ocurrido en Isandlwana, los defensores de Rorke’s Drift decidieron defender la plaza ya que abandonarla tratando de ponerse a salvo era poco menos que suicida. En pocas horas, entonces, establecieron una línea defensiva enlazando a los diferentes edificios -la mayoría de los cuales,afortunadamente, eran de piedra- con barricadas compuestas por carromatos, sacos de harina y cajas de galletas, elementos que abundaban en el depósito de víveres. Asimismo, abrieron numerosas troneras en los muros a través de las cuales podría dispararse. Parapetada en estas defensas, y desde las últimas horas de la tarde del miércoles 22 de enero hasta el alba del siguiente día, la magra guarnición británica hizo frente a los miles de guerreros zulúes que los atacaron desde todas las direcciones.

Las alternativas y detalles de la batalla escapan al objeto de este relato, aunque para ahondar en ellos puede recurrirse a la bibliografía que se cita más adelante.

Rev. George Smith. Las
condecoraciones son por hechos
posteriores a Rorke's Drift
Desde el comienzo de la defensa, el Reverendo Smith recorría las barricadas distribuyendo municiones a los defensores, tarea que sólo interrumpía para confortar a algún herido. Aunque pronto era interrumpido por algún joven soldado que reclamaba “¿dónde está ese viejo clérigo?, ¡que se apure con las municiones!”. Sus idas y venidas al depósito para recargar su provisión de municiones eran constantes y no cesaba de exhortar a los soldados con citas bíblicas, reprobando severamente cualquier blasfemia u obscenidad que profirieran, y al mismo tiempo alentándolos para seguir disparando con la frase transcripta y otras por el estilo. Si se tiene en cuenta que durante la batalla los defensores hicieron más de 20.000 disparos (es decir, un promedio de 140 por defensor) puede tenerse una pauta del enorme trabajo que asumió el Padre Smith. Por otra parte, la notable efectividad de los disparos de los defensores contribuyó en mucho al éxito obtenido. Los defensores tuvieron quince muertos y muchos heridos, dos de los cuales fallecieron poco después.

La singularidad del combate y el heroísmo desplegado por los defensores quedaron plasmados por el otorgamiento de once Victoria Cross, la máxima condecoración militar británica. Siete de ellas las recibieron miembros del Regimiento de Infantería 42. Ningún otro regimiento del ejército británico, hasta hoy, ha obtenido siete cruces por su desempeño en un único hecho de armas. George Smith, por su condición de civil no recibió condecoración alguna, aunque poco después, en 1880, fue designado como capellán regular del ejército británico, recibiendo por razones obvias, el apodo de “Munición Smith”. En tal carácter participó en varias campañas y batallas, casi todas ellas en el territorio de Egipto y el Sudán. Murió en 1918
Alphonse de Neuville "The Defense of Rorke's Drift 1879" (The Regimental Museum of The Royal Welsh)
El Reverendo George Smith aparece en el centro hacia la derecha, con su larga barba y el morral con municiones.


Bibliografía
-Bergen, Doris, The sword of the lordmilitary chaplains from the first to the twenty-first century, University of Notre Dame Press, Notre Dame, Indiana, 2004
-Farwell, Byron, Queen Victoria Little Wars, W.W.Norton, Londres, 1972.
-Hassner, Ron, Religion on the Battlefield, Cornell University Press, Ithaca, Nueva York, 2016.
-Morris, Donald R., The Washing of the Spears.The Rise and Fallof the Zulu Nation, Random House, Londres, 1994.
-Snappe, Michael F., The Royal Army Chaplains' Department, 1796-1953: Clergy Under Fire, Woodbridge, Suffolk, 2008.
-Stossel, Katie, A Handful of Heroes. Rorke’s Drift. Facts, myths and Legends, Pen and Sword, Barnsley, 2015.
-Thornton, Neil, Rorke's Drift: A New Perspective, Fonthill Media, Oxford, 2017.
Continuará

© 2017 Rubén A. Barreiro

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