Recordando
la batalla del Somme (IV)
El cráter
de Lochnagar
En la segunda conferencia
Interaliada celebrada en Chantilly del 6 al 8 de diciembre de 1915, se acordó
que a más tardar en el mes de junio de 1916 se llevaría a cabo una gran
ofensiva en el frente occidental, que sería acompañada por otras similares en
el frente oriental y en Italia. La intención inicial fue un ataque al sur del
río Somme, en el que tendría papel protagónico el ejército francés, en tanto el
británico actuaría al norte del Somme y a uno y otro lado del Ancre, donde
lanzaría ataques locales para descomprimir la zona del ataque francés. Cuando
el 21 de febrero de 1916 los alemanes iniciaron la batalla de Verdún, poco a
poco el rol del ejército francés, empeñado en una lucha mortal que exigía cada
vez más hombres y material, fue ocupando un lugar secundario (a tal punto que
las sesenta divisiones previstas inicialmente quedaron reducidas a once). Así,
el ejército británico asumió el rol protagónico en lo que sería la batalla del
Somme.
El asalto principal estaría a
cargo del Cuarto Ejército de la Fuerza Expedicionaria Británica, al mando del
general Sir Henry Rawnlinson, secundado al sur y desde Montauban por el Sexto
Ejército francés, y al norte, a partir de Serre, por el Tercer Ejército
británico.
El ataque sería precedido por
la que sería la mayor preparación de artillería de la guerra. A partir del 25
de junio, se prolongaría, inicialmente, por cinco días que luego se extendieron
por dos días más. Asimismo, se prepararon minas que estallarían en
diferentes lugares bajo las líneas alemanas (las más importantes se señalan en
el mapa).
Como se dicho al relatar
nuestra visita el cráter de Lochnagar, a partir del momento en que el Frente Occidental
se estabilizó dando comienzo a la guerra de trincheras, comenzó también la
llamada, con toda propiedad, “guerra subterránea” *. Ambos adversarios
comenzaron a cavar túneles por debajo de la Tierra de Nadie para aproximarse a
las posiciones enemigas, por lo general con el propósito de hacer estallar
cargas de explosivos por debajo de las mismas. Al mismo tiempo, se cavaban
galerías para detectar los trabajos similares del adversario, para
neutralizarlos. No fueron pocos los casos donde esta detección originó la
eliminación de “tuneleros” con explosivos, gases o inundación de la galería en
la que se encontraban. Todo ello obligaba a que quienes estaban a cargo de las
obras debieran hacerlo con el mayor sigilo, tratando, por ejemplo de no hablar
o haciéndolo en susurros o por señas. A todos estos peligros se
sumaban los propios de la actividad subterránea, como derrumbes y concentraciones
del potencialmente letal monóxido de carbono, para cuya detección se valían de
canarios y ratones, los “amigos de los tuneleros”, que eran observados
constantemente para ante cualquier cambio de su comportamiento los tuneleros pudieran retirarse hasta que la galería se ventilara convenientemente.
La naturaleza de los trabajos hacía
necesaria la presencia de personal experimentado. Tanto británicos y franceses
como alemanes utilizaron en la “guerra subterránea” soldados que en la vida
civil habían trabajo en minas. Los británicos llevaban ventaja, debido a que
incorporaban mineros procedentes de diferentes partes de su extenso imperio:
Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Malasia… Del territorio metropolitano fueron
los galeses, tradicionales mineros del carbón, quienes aportaron la mayor
cantidad de efectivos. Asimismo, se incorporaron a las unidades de tuneleros
soldados que habían trabajado en la construcción del Underground, el metro de Londres.
Vayamos ahora a la instalación
de la mina cuyo estallido provocó la formación del cráter de Lochnagar. En la
localidad de La Boisselle, ubicada sobre el camino de Albert a Bapaume, los
alemanes habían construido una fuerte posición defensiva. El sector había
experimentado enfrentamientos reiterados desde el comienzo de 1915, y la
actividad “subterránea” fue intensa. Los alemanes habían desarrollado un
sistema de túneles que se extendía por delante de su posición de La Boisselle,
para prevenir la presencia de tuneleros británicos. En febrero de 1916, por
ejemplo, 18 de ellos fueron sorprendidos durante la excavación de un túnel de
aproximación a las líneas alemanas y fueron muertos todos ellos, por medio de
gases y lanzallamas. Este sistema defensivo hizo que no se excavara
directamente por debajo de La Boisselle, sino que dirigiera un túnel hacia el
norte de la localidad y otro hacia el sur, al extremo de los cuales se
instalarían las minas (en total, el 1° de julio se detonaron 17 minas en todo el frente de la
batalla, de las cuales cuatro eran de gran poder y la del cráter de Lochnagar
la mayor).
A principios de diciembre de
1915 ya había comenzado la excavación del túnel a partir de la denominada
Lochnagar Street, cuya dirección llevaba a la posición alemana conocida como
Schwaben Höhe, un poderoso punto fuerte . Esta se encontraba a unos ochocientos
metros al sur de La Boisselle. En la culminación de los trabajos con la
instalación de las cargas explosivas intervino la Compañía de Tuneleros 179.
El túnel de aproximación medía
1030 pies (314 metros), considerado como el más extenso de los cavados en los
sedimentos cretáceos que geológicamente caracterizaban la región. Llegados al
lugar elegido, los tuneleros procedieron a colocar dos cargas, distantes a 18
metros una de la otra y ambas a un profundidad aproximada de 16 metros por
debajo de la superficie. La carga total de amonal sumaba unas 27 toneladas, que
no se repartían por partes iguales, en tanto una alcanzaba 16 toneladas, la
restante “sólo” 10.8 toneladas (la carga de la mina ubicada al norte de La
Boisselle era de 18 toneladas).
Las cargas se detonaron a las
7:28 del 1° de julio de 1916, es decir, dos minutos antes de la hora fijada
para el comienzo del ataque (la hora “Zero”). Se ha calculado que los escombros
causados por la explosión se elevaron a más de 1200 metros. Una de las razones
para que las cargas fueran tan poderosas era provocar que el cráter tuviera un
reborde o talud en toda su circunferencia, que sirviera para obstaculizar el
tiro de enfilada sobre las tropas que avanzaban. También se buscó que la
explosión provocara una enorme cantidad de escombros que caerían sobre los
defensores, causando bajas entre los mismos o, al menos, obligándoles a
refugiarse permitiendo el avance de los atacantes.
Más allá de las bajas directas
causadas por la explosión (como se ha visto, muy escasas en proporción a la
gran cantidad de defensores), con la misma los británicos buscaban crear una
situación de confusión y caos entre los alemanes que permitiera el avance de
los atacantes. Las minas, como se ha dicho, estallaron dos minutos antes de la
salida de las tropas británicas de sus trincheras. El fuego de preparación de
la artillería pasó, en ese momento, a ser de barrera, es decir que comenzó a
atacar la retaguardia de la primera línea alemana, para impedir la llegada de
refuerzos.
Pero las minas, en este sector, se encontraban a un promedio de 300/400 metros de las líneas británicas. Es decir que los alemanes tuvieron tiempo de salir de aquellos refugios que en su mayoría no habían sufrido daños que impidieran tal salida, emprendiendo la “carrera por el parapeto” de la que habla Keegan (véase “Recordando… II.B), que permitió que los defensores prepararan sus ametralladoras para recibir a los soldados británicos, con los resultados conocidos. Paradójicamente, en muchos casos, las ametralladoras se emplazaron en el talud formado por la explosión de la mina…
Son numerosos los testimonios sobre diferentes aspectos relacionados con explosión de la mina que formó el cráter de Lochnagar. Uno de los más notables es el de un joven piloto, Cecil Lewis, quien con apenas dieciocho años recién cumplidos sobrevolaba el que sería el campo de batalla. “En una mañana de verano sin nubes” contemplaba “los devastadores efectos de una semana de bombardeo… Las trincheras han sido destruidas, aplastadas y el fuego continua, creciendo en intensidad… ‘Manténgase alejado de La Boisselle’, se me había ordenado. Había allí una pequeña aunque poderosa fortificación. Sería volada. Dos poderosas minas , las más grandes jamás plantadas, estallarían en el momento en que el ataque se lanzara… Unas semanas antes un oficial a cargo de la excavación del túnel me había contado cómo los hombres trabajaban en la oscuridad con picos y palas, deteniéndose de vez en cuando para escuchar si tuneleros enemigos se encontraban trabajando en sus galerías... Volábamos sobre Thiepval y giramos hacia el sur para observar las minas…. Cuando volábamos por encima… Zero! El suelo pareció alzarse y relampaguear. Una tremenda y majestuosa columna de humo y tierra se elevó hacia el cielo. Envuelto en un ruido ensordecedor que apagaba el de los cañones, el avión era lanzado a uno y otro lado en medio del aire revuelto. La columna de tierra subía y subía hasta llegar a casi cuatro mil pies [1200 metros].Por un momento pareció quedar suspendida en el aire, semejando la silueta de un enorme ciprés, para caer formando un cono de polvo y escombros que se iba ensanchando conforme se acercaba a la tierra. Un momento después estalló la segunda mina. Nuevamente un rugido, el avión que pega un salto, la extraña y gigantesca silueta invadiendo el cielo. Entonces, el polvo se asentó y vimos a los cráteres, que se parecían a dos grandes ojos. El fuego de artillería se movió hacia la segunda línea de trincheras, la infantería estaba sobre el parapeto, el ataque había comenzado” (Cecil Lewis, Sagittarius Rising).
Pero las minas, en este sector, se encontraban a un promedio de 300/400 metros de las líneas británicas. Es decir que los alemanes tuvieron tiempo de salir de aquellos refugios que en su mayoría no habían sufrido daños que impidieran tal salida, emprendiendo la “carrera por el parapeto” de la que habla Keegan (véase “Recordando… II.B), que permitió que los defensores prepararan sus ametralladoras para recibir a los soldados británicos, con los resultados conocidos. Paradójicamente, en muchos casos, las ametralladoras se emplazaron en el talud formado por la explosión de la mina…
Son numerosos los testimonios sobre diferentes aspectos relacionados con explosión de la mina que formó el cráter de Lochnagar. Uno de los más notables es el de un joven piloto, Cecil Lewis, quien con apenas dieciocho años recién cumplidos sobrevolaba el que sería el campo de batalla. “En una mañana de verano sin nubes” contemplaba “los devastadores efectos de una semana de bombardeo… Las trincheras han sido destruidas, aplastadas y el fuego continua, creciendo en intensidad… ‘Manténgase alejado de La Boisselle’, se me había ordenado. Había allí una pequeña aunque poderosa fortificación. Sería volada. Dos poderosas minas , las más grandes jamás plantadas, estallarían en el momento en que el ataque se lanzara… Unas semanas antes un oficial a cargo de la excavación del túnel me había contado cómo los hombres trabajaban en la oscuridad con picos y palas, deteniéndose de vez en cuando para escuchar si tuneleros enemigos se encontraban trabajando en sus galerías... Volábamos sobre Thiepval y giramos hacia el sur para observar las minas…. Cuando volábamos por encima… Zero! El suelo pareció alzarse y relampaguear. Una tremenda y majestuosa columna de humo y tierra se elevó hacia el cielo. Envuelto en un ruido ensordecedor que apagaba el de los cañones, el avión era lanzado a uno y otro lado en medio del aire revuelto. La columna de tierra subía y subía hasta llegar a casi cuatro mil pies [1200 metros].Por un momento pareció quedar suspendida en el aire, semejando la silueta de un enorme ciprés, para caer formando un cono de polvo y escombros que se iba ensanchando conforme se acercaba a la tierra. Un momento después estalló la segunda mina. Nuevamente un rugido, el avión que pega un salto, la extraña y gigantesca silueta invadiendo el cielo. Entonces, el polvo se asentó y vimos a los cráteres, que se parecían a dos grandes ojos. El fuego de artillería se movió hacia la segunda línea de trincheras, la infantería estaba sobre el parapeto, el ataque había comenzado” (Cecil Lewis, Sagittarius Rising).
* En todo lo relacionado con los
aspectos específicos de la “guerra subterránea” en general y de la utilización
de minas en especial, hemos consultado las
siguientes obras: Simon Jones, Underground
Warfare 1914-1918 (Pen & Sword Military, Barnsley -UK-, 2010); Peter Barton, Peter Doyle
and Johan
Vandevvalle, Beneath Flanders Field. The
Tunnellers War 1914-1918 (Spellmount, Stroud -UK-, 2007) y Damien
Finlayson, Crumps and Camouflets: Australian Tunnelling Companies on the
Western Front (Big Sky, Newport -Australia- 2010).
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