domingo, 31 de julio de 2016

Recordando la batalla del Somme (IV)

El cráter de Lochnagar

En la segunda conferencia Interaliada celebrada en Chantilly del 6 al 8 de diciembre de 1915, se acordó que a más tardar en el mes de junio de 1916 se llevaría a cabo una gran ofensiva en el frente occidental, que sería acompañada por otras similares en el frente oriental y en Italia. La intención inicial fue un ataque al sur del río Somme, en el que tendría papel protagónico el ejército francés, en tanto el británico actuaría al norte del Somme y a uno y otro lado del Ancre, donde lanzaría ataques locales para descomprimir la zona del ataque francés. Cuando el 21 de febrero de 1916 los alemanes iniciaron la batalla de Verdún, poco a poco el rol del ejército francés, empeñado en una lucha mortal que exigía cada vez más hombres y material, fue ocupando un lugar secundario (a tal punto que las sesenta divisiones previstas inicialmente quedaron reducidas a once). Así, el ejército británico asumió el rol protagónico en lo que sería la batalla del Somme.


El asalto principal estaría a cargo del Cuarto Ejército de la Fuerza Expedicionaria Británica, al mando del general Sir Henry Rawnlinson, secundado al sur y desde Montauban por el Sexto Ejército francés, y al norte, a partir de Serre, por el Tercer Ejército británico.

El ataque sería precedido por la que sería la mayor preparación de artillería de la guerra. A partir del 25 de junio, se prolongaría, inicialmente, por cinco días que luego se extendieron por dos días más. Asimismo, se prepararon minas que estallarían en diferentes lugares bajo las líneas alemanas (las más importantes se señalan en el mapa).
Las posiciones el 1° de julio de 1916. Se observa el emplazamiento de las
minas más poderosas (en total hubo 17). Llama la atención que en la
mayoría de los sectores donde las mismas estallaron, no se registraron
progresos territoriales llegada la noche de ese día. 
Como se dicho al relatar nuestra visita el cráter de Lochnagar, a partir del momento en que el Frente Occidental se estabilizó dando comienzo a la guerra de trincheras, comenzó también la llamada, con toda propiedad, “guerra subterránea” *. Ambos adversarios comenzaron a cavar túneles por debajo de la Tierra de Nadie para aproximarse a las posiciones enemigas, por lo general con el propósito de hacer estallar cargas de explosivos por debajo de las mismas. Al mismo tiempo, se cavaban galerías para detectar los trabajos similares del adversario, para neutralizarlos. No fueron pocos los casos donde esta detección originó la eliminación de “tuneleros” con explosivos, gases o inundación de la galería en la que se encontraban. Todo ello obligaba a que quienes estaban a cargo de las obras debieran hacerlo con el mayor sigilo, tratando, por ejemplo de no hablar o haciéndolo en susurros o por señas. A todos estos peligros se sumaban los propios de la actividad subterránea, como derrumbes y concentraciones del potencialmente letal monóxido de carbono, para cuya detección se valían de canarios y ratones, los “amigos de los tuneleros”, que eran observados constantemente para ante cualquier cambio de su comportamiento los tuneleros pudieran retirarse hasta que la galería se ventilara convenientemente. 

La naturaleza de los trabajos hacía necesaria la presencia de personal experimentado. Tanto británicos y franceses como alemanes utilizaron en la “guerra subterránea” soldados que en la vida civil habían trabajo en minas. Los británicos llevaban ventaja, debido a que incorporaban mineros procedentes de diferentes partes de su extenso imperio: Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Malasia… Del territorio metropolitano fueron los galeses, tradicionales mineros del carbón, quienes aportaron la mayor cantidad de efectivos. Asimismo, se incorporaron a las unidades de tuneleros soldados que habían trabajado en la construcción del Underground, el metro de Londres.

Vayamos ahora a la instalación de la mina cuyo estallido provocó la formación del cráter de Lochnagar. En la localidad de La Boisselle, ubicada sobre el camino de Albert a Bapaume, los alemanes habían construido una fuerte posición defensiva. El sector había experimentado enfrentamientos reiterados desde el comienzo de 1915, y la actividad “subterránea” fue intensa. Los alemanes habían desarrollado un sistema de túneles que se extendía por delante de su posición de La Boisselle, para prevenir la presencia de tuneleros británicos. En febrero de 1916, por ejemplo, 18 de ellos fueron sorprendidos durante la excavación de un túnel de aproximación a las líneas alemanas y fueron muertos todos ellos, por medio de gases y lanzallamas. Este sistema defensivo hizo que no se excavara directamente por debajo de La Boisselle, sino que dirigiera un túnel hacia el norte de la localidad y otro hacia el sur, al extremo de los cuales se instalarían las minas (en total, el 1° de julio  se detonaron 17 minas en todo el frente de la batalla, de las cuales cuatro eran de gran poder y la del cráter de Lochnagar la mayor).

A principios de diciembre de 1915 ya había comenzado la excavación del túnel a partir de la denominada Lochnagar Street, cuya dirección llevaba a la posición alemana conocida como Schwaben Höhe, un poderoso punto fuerte . Esta se encontraba a unos ochocientos metros al sur de La Boisselle. En la culminación de los trabajos con la instalación de las cargas explosivas intervino la Compañía de Tuneleros 179.

El túnel de aproximación medía 1030 pies (314 metros), considerado como el más extenso de los cavados en los sedimentos cretáceos que geológicamente caracterizaban la región. Llegados al lugar elegido, los tuneleros procedieron a colocar dos cargas, distantes a 18 metros una de la otra y ambas a un profundidad aproximada de 16 metros por debajo de la superficie. La carga total de amonal sumaba unas 27 toneladas, que no se repartían por partes iguales, en tanto una alcanzaba 16 toneladas, la restante “sólo” 10.8 toneladas (la carga de la mina ubicada al norte de La Boisselle era de 18 toneladas).

Las cargas se detonaron a las 7:28 del 1° de julio de 1916, es decir, dos minutos antes de la hora fijada para el comienzo del ataque (la hora “Zero”). Se ha calculado que los escombros causados por la explosión se elevaron a más de 1200 metros. Una de las razones para que las cargas fueran tan poderosas era provocar que el cráter tuviera un reborde o talud en toda su circunferencia, que sirviera para obstaculizar el tiro de enfilada sobre las tropas que avanzaban. También se buscó que la explosión provocara una enorme cantidad de escombros que caerían sobre los defensores, causando bajas entre los mismos o, al menos, obligándoles a refugiarse permitiendo el avance de los atacantes.

El cráter formado por la explosión tenía 91 metros de diámetro y 21 metros de profundidad. El talud que se formó en su perímetro tenía unos 4,75 metros en su parte más alta. En el gráfico que sigue, se consigan diversas medidas que muestran la extensión de los efectos de la explosión, que obviamente van más allá de las del cráter en sí. Hemos incorporado un gráfico similar correspondiente a la mina Y, al norte de La Boisselle, para comparar sus efectos con Lochnagar. Se ha calculado que nueve refugios alemanes que integraban el  sistema del Schwaben Höhe, situados entre 90 y 121 metros de la explosión fueron destruidos, y sus ocupantes puestos fuera de combate en su mayoría. 

Comparativo de los efectos de las explosiones de las minas en torno a La Boisselle, tanto con respecto a los cráteres como al  terreno cercano. Arriba, la mina de Lochnagar, en la que se utilizaron dos cargas que sumaban 27 toneladas. Abajo, la mina Y, con una carga
de 18 toneladas. Siendo que el terreno es geológicamente idéntico, las diferencias están dadas por la sobrecarga de Lochnagar. Nótese que existen diferencias en cuanto a la profundidad de las cargas: las de Lochnagar estaban a 15,8 m, en tanto que las de Y a 19,8, esto hizo que el cráter de esta última tuviera un diámetro mucho menor y las paredes con un ángulo menor al de Lochnagar, lo cual explica que el talud de Y (5,48 m) fuera más alto que de Lochnagar (4,75). 
Más allá de las bajas directas causadas por la explosión (como se ha visto, muy escasas en proporción a la gran cantidad de defensores), con la misma los británicos buscaban crear una situación de confusión y caos entre los alemanes que permitiera el avance de los atacantes. Las minas, como se ha dicho, estallaron dos minutos antes de la salida de las tropas británicas de sus trincheras. El fuego de preparación de la artillería pasó, en ese momento, a ser de barrera, es decir que comenzó a atacar la retaguardia de la primera línea alemana, para impedir la llegada de refuerzos. 

Pero las minas, en este sector, se encontraban a un promedio de 300/400 metros de las líneas británicas. Es decir que los alemanes tuvieron tiempo de salir de aquellos refugios que en su mayoría no habían sufrido daños que impidieran tal salida, emprendiendo la “carrera por el parapeto” de la que habla Keegan (véase “Recordando… II.B), que permitió que los defensores prepararan sus ametralladoras para recibir a los soldados británicos, con los resultados conocidos. Paradójicamente, en muchos casos, las ametralladoras se emplazaron en el talud formado por la explosión de la mina…

Son numerosos los testimonios sobre diferentes aspectos relacionados con explosión de la mina que formó el cráter de Lochnagar. Uno de los más notables es el de un joven piloto, Cecil Lewis, quien con apenas dieciocho años recién cumplidos sobrevolaba el que sería el campo de batalla. “En una mañana de verano sin nubes”  contemplaba “los devastadores efectos de una semana de bombardeo…  Las trincheras han sido destruidas, aplastadas y el fuego continua, creciendo en intensidad…  ‘Manténgase alejado de La Boisselle’, se me había ordenado. Había allí una pequeña aunque poderosa fortificación. Sería volada. Dos poderosas minas , las más grandes jamás plantadas, estallarían en el momento en que el ataque se lanzara…  Unas semanas antes un oficial a cargo de la excavación del túnel me había contado cómo los hombres trabajaban en la oscuridad con picos y palas, deteniéndose de vez en cuando para escuchar si tuneleros enemigos se encontraban trabajando en sus galerías... Volábamos sobre Thiepval y giramos hacia el sur para observar las minas…. Cuando volábamos por encima… Zero! El suelo pareció alzarse y relampaguear. Una tremenda y majestuosa columna de humo y tierra se elevó hacia el cielo. Envuelto en un ruido ensordecedor que apagaba el de los cañones, el avión era lanzado a uno y otro lado en medio del aire revuelto. La columna de tierra subía y subía hasta llegar a casi cuatro mil pies [1200 metros].Por un momento pareció quedar suspendida en el aire, semejando la silueta de un enorme ciprés, para caer formando un cono de polvo y escombros que se iba ensanchando conforme se acercaba a la tierra. Un momento después estalló la segunda mina. Nuevamente un rugido, el avión que pega un salto, la extraña y gigantesca silueta invadiendo el cielo. Entonces, el polvo se asentó y vimos a los cráteres, que se parecían a dos grandes ojos. El fuego de artillería se movió hacia la segunda línea de trincheras, la infantería estaba sobre el parapeto, el ataque había comenzado” (Cecil Lewis, Sagittarius Rising).

*  En todo lo relacionado con los aspectos específicos de la “guerra subterránea” en general y de la utilización de minas en especial,  hemos consultado las siguientes obras: Simon Jones, Underground Warfare 1914-1918 (Pen & Sword Military, Barnsley -UK-, 2010); Peter Barton, Peter Doyle
and Johan Vandevvalle, Beneath Flanders Field. The Tunnellers War 1914-1918 (Spellmount, Stroud -UK-, 2007) y Damien Finlayson, Crumps and Camouflets: Australian Tunnelling Companies on the Western Front (Big Sky, Newport -Australia- 2010).
© Rubén A. Barreiro 2016

No hay comentarios:

Publicar un comentario