viernes, 19 de agosto de 2016

Recordando la batalla del Somme (V)

Pozieres, Thiepval, Beaumont Hamel… “vivirán eternamente”.

A poca distancia del cráter de Lochnagar, en la localidad de Ovillers-La Boisselle, se encuentra el Cementerio Británico de Pozières-La Boisselle. Este cementerio forma parte del Memorial de Pozières, dedicado a más de 14.000 soldados británicos y sudafricanos que cayeron entre marzo y agosto de 1918 durante la última y gran ofensiva  alemana, cuyo último destino se conoce. En el Cementerio Británico se encuentran las tumbas de 2758 soldados británicos y de los dominios, de los cuales prácticamente la mitad se reservan a la mención de “Un Soldado Británico de la Gran Guerra”.  La mayoría de los que aquí reposan cayeron durante la batalla del Somme, en especial desde el 13 de julio al 27 de septiembre, cuando se disputó a los alemanes el poblado de Poziéres y sus alrededores. 
"El Molino de Viento" en 1914 y en 1916 (Paul Reed, Walking the Somme).


Desde el 23 de julio al 5 de septiembre fueron los australianos quienes asumieron un rol protagónico. En los combates que se prolongaron por más de seis semanas y que tuvieron como epicentro a una colina que ha pasado a la historia de los Anzacs como “el Molino de Viento”, los australianos sufrieron 23.000 bajas, de las cuales cerca del 30% (6.700) fueron muertos.


“… No existe lugar en la tierra en el que el sacrificio australiano haya sido mayor que en la colina del Molino de Viento…”

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El monumental Memorial de Thiepval, dedicado a los Desaparecidos del Somme. 
Continuamos nuestro camino y vemos aparecer, entre los árboles, el imponente Memorial de Thiepval, dedicado a los “desaparecidos del Somme”. Se ha construido en el que fue uno de los sectores más disputados de la batalla. Diseñado por el célebre arquitecto Edwin Lutyens, fue inaugurado en 1932. Es el más grande de los memoriales británicos del Frente Occidental: mide 30 metros de altura y su base ocupa una superficie de 1600 metros cuadrados.

Sus formas son curiosas, no convencionales: arcos y columnas, galerías y una gran torre en la que ondean la Union Jack británica y la Tricolor francesa. En esas galerías están esculpidos los nombres de miles y miles de soldados británicos y sudafricanos que cayeron en algún momento en el sector del Somme entre 1915 y 1918, aunque más del noventa por ciento de ellos murió en la batalla del Somme, entre el 1° de julio y el 18 de noviembre de 1916, y entre estos los miles que segaron las ametralladoras alemanas en el terrible primer día de la batalla. Los une el hecho de que sus cuerpos no han sido hallados o, hallados, no han  podido identificarse. Aquí y allá, en las interminables listas, aparecen algunos claros: es que en el campo de batalla han ido apareciendo (y ello ocurre hasta nuestros días) restos de centenares de soldados que por un medio u otro han sido  identificados, y sepultados bajo honores y con su nombre. Al inaugurarse el memorial los nombres de los desaparecidos sumaban 73.077, luego, con la identificación de algunos y con el agregado de otros, la cantidad se encuentra ligeramente por debajo de 73.000.

Los nombres pertenecen a casi todas las unidades que lucharon en el Somme, británicas y sudafricanas (el resto de los desaparecidos de los dominios del Imperio Británico se conmemoran en otros lugares). Abarcan desde soldados rasos a tenientes coroneles. Y entre los miles de nombres, el del soldado Reginald Giles, de sólo 14 años…

En los muros aparecen coronas de laureles talladas en la piedra que recuerdan las diferentes batallas que, en su conjunto, conforman la gigantesca batalla del Somme: Beaumont-Hamel, Morval, Courcelette, Pozières, Flers, Delville Wood, Mametz y muchas más, hitos de sangrientos, prolongados y casi siempre estériles combates, que sólo abundaron en poco más que muerte y destrucción, y en los que aun yacen todavía cientos, tal vez miles de soldados… no en vano aparece con frecuencia una recomendación cuando se visitan esos lugares:  “No olvide que está recorriendo un lugar de conmemoración… respételo entonces y recuerde que aquí descansan para siempre los despojos de numerosos soldados que nunca han sido encontrados”.

Al tope del gran arco del monumento, una inscripción en francés destaca que el monumento también es dedicado a los ejércitos francés y británico como reconocimiento del Imperio Británico al común esfuerzo de ambas naciones. Así, al pie del monumento y hasta una gran cruz que se encuentra al frente del mismo, la Cruz del Sacrificio, se extiende a uno y otro lado un cementerio con 300 tumbas de soldados británicos y otras tantas de franceses, casi todos ellos sin identificar. 

En primer plano, tumbas francesas, la mayoría de ellas con la inscripción
"desconocido". En segundo plano, las tumbas inglesas.

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Estamos llegando al Memorial de Beaumont-Hamel, dedicado a los soldados del Primer Batallón del Regimiento Real de Terranova, y, en general, a todos los combatientes de ese origen que cayeron durante la Gran Guerra y que han desaparecido o no han podido ser identificados. Cabe aclarar que al iniciarse el conflicto, Terranova no formaba parte de Canadá -al que quedó incorporado como provincia recién en 1949- sino que se autogobernaba como integrante del Imperio Británico.

La historia del Memorial es singular. Ocupa treinta hectáreas del terreno en el que combatió el mencionado batallón, el cual fue adquirido finalizada la guerra por el gobierno de Terranova a propietarios del lugar, con quienes negoció quien fuera el capellán católico del regimiento, Teniente Coronel Thomas Nangle. El padre Nangle se encargó de supervisar la instalación del memorial, como también los de otros cuatro que conmemoran en Francia y Bélgica la actuación del regimiento.

Precisamente, la singularidad del Memorial reside en que abarca un sector de la batalla que se conserva casi intacto, uno de los pocos que se han conservado en Francia tal como se encontraba al finalizar la guerra, con su red de trincheras,  innumerables cráteres de granadas, restos de alambradas…
Trincheras y cráteres de granadas. Abajo, a la derecha, una trinchera preparada para recorrerla. 

Dentro del perímetro del memorial se encuentran diversos monumentos recordatorios de unidades que participaron en la batalla, destacándose entre todas ellas el Monumento del Caribú, el símbolo del Regimiento deTerranova. Monumentos similares se encuentran en los otros cuatro memoriales, tres en Francia y el restante en Bélgica. Al pie de la estatua, una placa recuerda a los 820 de nativos de Terranova, soldados del regimiento, tripulantes de la Marina Real y de buques mercantes desaparecidos en acción.

Izq. Monumento conmemorativo de la División 29. Dcha. El Monumento del Caribú.

Existe un centro de visitantes donde se ilustra sobre lo ocurrido en el sector, especialmente el 1° de julio de 1916, cuando el Primer Batallón, formando parte de la División 29 británica, salió a la Tierra de Nadie con 780 efectivos y al pasarse lista al día siguiente sólo se oyeron 68 “presente”. En el campo habían quedado 233 muertos, 91 desaparecidos y 336 heridos. Todos los oficiales habían muerto o estaban heridos (en breve agregaremos un post dedicado con mayor detalle a lo ocurrido en este primer día de la batalla en el sector).
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Ya nos alejamos de los campos de batalla y sus conmovedores recuerdos. Ninguna descripción puede resumirlos mejor que la reflexión de un joven soldado que sobrevivió a la batalla y a muchas que le siguieron: “Es sencillo leer que 20.000 hombres fueron muertos en un solo día, pero solo cuando se ven los cementerios en el viejo campo de batalla, con sus filas y filas de blancas lápidas, aquella cifra comienza a tener un significado. Sólo un corazón duro no puede emocionarse ante la belleza de estos cementerios y la tristeza de sus tumbas. ¡Oh, cuánto dolor al ver estas miles y miles de tumbas de jóvenes que murieron en la flor de la vida, mi hermano mayor entre ellos, que había recorrido un largo camino desde Australia…! ¿Para qué? ¿Puede alguien darme una respuesta?” (G.B. Gledhille, soldado del Primer Batallón del West Yorkshire Regiment). 
© Rubén A. Barreiro 2016

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