sábado, 28 de noviembre de 2015


Esto sucedió el...

15 de noviembre de 1315

Batalla de Morgarten

A siete siglos de un hito de la “Revolución de la Infantería”

La batalla de Morgarten, de la que se han cumplido setecientos años, ha pasado a la historia debido a varias circunstancias. En primer lugar, el triunfo logrado por los cantones primitivos (Waldstätten) -Schwyz, Uri y Unterwalden- condujo directamente al Pacto de Brunnen, que con el Pacto Federal de 1291, constituyen la carta fundacional de la Confederación Suiza.


Desde el punto de vista militar, el triunfo de la infantería suiza se inscribe, conjuntamente con la batalla de Courtrai -librada en 1302 entre los comuneros flamencos y los caballeros franceses- y la de Bannockburn -en la que en 1314 la infantería escocesa derrotó a las fuerzas de Eduardo II-, en lo que Clifford Rogers ha denominado la “revolución de la infantería”, en la cual “infantes armados con armas de asta triunfaron sobre la caballería feudal”

El triunfo suizo, en lo que hace a las “armas de asta”, se basó en la alabarda, “un hacha con un asta larga, con una punta de hierro, reuniendo hacha y lanza en una única arma [más tarde se le agregó un gancho que servía para desmontar al caballero de su cabalgadura]. Era la reacción contra la creciente fortaleza de las armaduras de los caballeros, que sólo podía ser penetrada por el enorme peso” de la alabarda, que se convirtió en el arma del soldado de infantería, sin armadura, con la cual estaba en condiciones de derrotar a los caballeros.


Alabarda
Por otra parte, tal “revolución” tuvo marcados efectos sociales, como lo destaca Rogers, fundamentalmente por la intervención protagónica que a partir de la misma tuvo la gente del común, enfrentada a la caballería aristocrática. “Los campos de batalla europeos se transformaron así en un lugar mucho más sanguinario”. A partir de Morgarten, dice Rogers, los suizos se hicieron famosos por no dar ni pedir cuartel.

Hacia fines de 1314 la abadía de Einsiedeln fue atacada y saqueada (“de los sótanos al techo”) por vecinos de Schwyz al mando de Werner Staufacher, culminando un diferendo por los derechos de uso de los campos de pastoreo y bosques de la comarca. La abadía se encontraba bajo la protección de los Habsburgo, por lo que la población del cantón fue privada de sus derechos (Reichsacht o ban de l’empire). Federico el Hermoso de Habsburgo, por entonces pretendiente del trono del Sacro Imperio Romano Germánico, envió a su hermano Leopoldo para castigar y someter a los “hombres libres” de Schwyz.

Leopoldo se concentró en Zug con su ejército. No existen datos concretos sobre la cantidad de efectivos que lo componían. Un cronista de la época (aunque no presencial), Juan de Winterthur, habla de veinte mil hombres, lo cual parece insostenible. Delbrück estima tal cantidad entre dos y tres mil hombres, “una cantidad que en esa época constituía una fuerza considerable, inusualmente grande para combatir un mero grupo de campesinos” . Oman, por su parte, la calcula entre cuatro y cinco mil, en la que parece la estimación más atendible. Existe coincidencia entre ambos autores en señalar que el núcleo principal de las fuerzas de Leopoldo estaba constituido por caballeros, procedentes del sur de Alemania y reforzados con otros procedentes de las ciudades de Zurich, Lucerna, Winterthur y Zug. El resto eran fuerzas de infantería. 

Desde tiempos remotos, los habitantes de los valles alpinos acostumbraban a bloquear los pasos con construcciones diversas llamadas letzi o letzinen. Presumiblemente, el ejército de Leopoldo debía dirigirse de Zug a Schwyz, pero la ruta directa, sea por el este o por el oeste del Lago de Zug no era practicable por la presencia de tales obstáculos (véase mapa).  Por tal razón se decidió avanzar por el este del Lago de Aegeri, el camino más largo, aunque aparentemente sin impedimentos.
Desde Zug hasta Schwyz el camino más corto pasaba por Arth, 
donde existía un letzi que impedía el paso, tanto por el este como por
el oeste del lago de Zug. Leopoldo optó entonces por contornear el lago de 
Aegeri por el este, para tomar el paso de Morgarten, que presumía 
sin defensas.
Este ejército se encolumnó debido a lo estrecho del camino, con el lago de un lado y las estribaciones montañosas del otro. La caballería iba a la cabeza, seguida por la infantería.

Los suizos, que sumaban, según Delbrück, entre tres y cuatro mil hombres, estaban al mando del ya nombrado Werner Staufacher. Este había emplazado sus fuerzas en el Mattligütsh, un cordón de alrededor de mil metros, paralelo al camino que recorría Leopoldo. Desde allí vigilaba los movimientos de éste. 

Al llegar a las proximidades de Buchwäldi, a orillas del lago, Leopoldo se apartó hacia el sur, camino a Schwyz. A alrededor de un kilómetro, Staufacher había preparado un bloqueo de piedras y troncos, precisamente donde el camino se angostaba. La vanguardia de caballería debió detenerse, y sus jinetes, desmontados, atacaron a la “insignificante defensa” del obstáculo, constituida por un reducido número de ballesteros. El resto de la caballería fue avanzando, rodeando el bloqueo por la derecha, aprovechando  un estrecho corredor que existía entre aquél y la ladera. “Esto era precisamente lo esperado por Staufacher. Súbitamente, desde la empinada ladera llovieron piedras y troncos sobre los caballeros, en tanto la totalidad de los confederados atacó desde las alturas en formaciones compactas y poderosas". (Delbrück). Como se ha dicho, el arma principal de los suizos era la alabarda, aunque del grabado que se reproduce también se habrían utilizado picas.


La batalla de Morgarten. Benedict Tschlachtlan
(1493)
Dice Oman: “El desastre fue inmediato y completo… Los caballeros austriacos, amontonados en el camino, no tenían espacio para volver sus cabalgaduras, y no podían cargar colina arriba. Debajo, estaba el lago, detrás el camino estaba atascado con el resto del ejército”.

El resto del ejército de Leopoldo no intentó resistir ni intervenir en ayuda de los caballeros de la vanguardia, "transformándose en una masa presa del pánico" (Oman). Muchos de los caballeros optaron por arrojarse en el lago, muriendo ahogados, antes de ser aniquilados en la carnicería que siguió, estando al relato de Juan de Winthertur, citado por Oman. Leopoldo consiguió salvarse casi milagrosamente, aunque mil quinientos de los suyos quedaron en el campo. Los suizos no dieron cuartel ni hicieron prisioneros. 







Diagrama de la batalla. 1. Bloqueo del camino. 2. La caballería austriaca, imposibilitada
de retirarse, se desliza por la brecha entre el bloqueo y la ladera. Es atacada por el flanco.
3. La infantería se retira a la desbandada. 

El duque Leopoldo cometió tremendos errores desde el inicio mismo de la incursión que concluyó en el desastre descripto. El primero de ellos, avanzar sin un reconocimiento previo del terreno, a través del cual podría haber advertido las posibilidades de emboscadas que el mismo presentaba. Tan elemental omisión potenció la habilidosa elección del terreno por parte de los confederados. Tampoco la urgencia con que se puso en marcha la incursión punitiva permitió advertir que la época del año no era la mejor, en tanto noviembre es, por lo general, un mes en el que predomina la niebla y los caminos tienden a estar resbaladizos, poco aptos para el avance de la caballería. Esto, sin dejar de tener en cuenta que, más allá de las circunstancias climáticas, el camino elegido por Leopoldo dejaba muy poco espacio -cuando lo había- para el despliegue eficaz de la caballería.

Al examinarse los errores cometidos por los incursores, es inevitable concluir que ha de haber primado en su criterio un profundo menosprecio de su adversario, en quienes veían no mucho más que un conjunto de rústicos campesinos rebeldes: “en tanto se sostuviera tal concepto, era naturalmente imposible pensar que entre ellos pudiera existir una idea estratégica ingeniosa, previamente planificada” (Delbrück). Así como la caballería medieval aristocrática derrochaba valentía hasta la temeridad, también era arrogante y prejuiciosa. 

Estos errores no desmerecen en absoluto la brillantez desplegada por los confederados tanto en la elección del terreno como en el desarrollo táctico del combate. Se ha señalado con acierto que si hubieran limitado su acción a una acometida en el flanco incursor, habrían obtenido la victoria casi con seguridad, pero el ejército enemigo podría haber escapado. Pero al bloquear el camino  en un paso angosto, el ejército enemigo se fue amontonando en el lugar y recién entonces se desencadenó el ataque por el flanco contra los caballeros que continuaron avanzando penosamente por la angosta brecha que dejaba el bloqueo . Organizar una defensa eficaz, en tales condiciones, no era viable. Rodeados, la retirada era imposible. Ante el aniquilamiento, sólo quedaba el lago...

© Rubén A. Barreiro 2015

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