miércoles, 11 de noviembre de 2015


Esto sucedió el...

11 de noviembre de 1918

Se firma el armisticio entre los Aliados y Alemania

“El día once, del mes once, a las once la mañana…”, 
concluye la Primera Guerra Mundial

“Si los plenipotenciarios alemanes desean encontrar al Mariscal Foch para pedirle un armisticio, deberán presentarse en las avanzadas francesas en la ruta Chimay-Fourmies-La Capelle-Guise. Se impartirán órdenes para recibirlos y conducirlos al lugar establecido para el encuentro”. Tal el tenor del telegrama con el que Foch respondió, en la noche del 6 al 7 de noviembre, a un radiograma enviado por el alto mando alemán, en el que se le hacía saber el nombre de los plenipotenciarios designados por Berlín para concluir un armisticio. Con la llegada de la delegación alemana, culminaban los acercamientos que, desde principios de octubre, el nuevo gobierno alemán a cargo del Príncipe Max de Bade había comenzado ante el presidente Woodrow Wilson para sondear cuáles serían las condiciones de los aliados para un cese del fuego en todo el frente.


Bien avanzada la noche del 7 de noviembre, cinco automóviles atravesaron las líneas en las cercanías de La Capelle, sector defendido por el Regimiento de Infantería 171. En ellos viajaban los representantes alemanes, encabezados por Matthias Erzberger, un “influyente  diputado católico”, Secretario de Estado, a quien acompañaban el Conde Alfred von Oberndorff, del Ministerio de Relaciones Exteriores, el general  Detlof von Winterfeldt, quien había sido agregado militar en París, por el ejército, y el capitán de navío Ernest Vanselow. Luego de un viaje en tren, a las nueve de la mañana del 8 de noviembre se encontraron con el Mariscal Foch, en el bosque de Compiègne, cerca de la estación ferroviaria de Rhetondes, quien los aguardaba en un vagón de ferrocarril allí estacionado.

“Qué desean de mí?”, inquirió Foch. Erzberger respondió que querían conocer qué propuestas tenía para la conclusión de un armisticio. “No tengo propuestas que hacer”, fue la seca respuesta. Sin más, el general Weygand comienza a leer las condiciones del armisticio, y se concede a la delegación alemana un plazo de 72 horas para “aceptarlas o rechazarlas, sin lugar para otra cosa”, escribe Erzberger en sus Memorias, mientras Foch, “permanecía sentado, rígido como una estatua, a veces retorciendo su bigote con gesto enérgico”

El Mariscal Ferdinand Foch (segundo desde la derecha), a
cada lado los representantes británicos Almirante Rosslyn
Wemyss y contraalmirante George Hope.
Hacia las veinte del día 10 llega del Gran Cuartel General Alemán un telegrama con algunas sugerencias sobre las condiciones, aunque con una frase concluyente: “Si no consiguen que estos puntos se acepten, igual sería necesario terminar”. A las 2:15 del 11 de noviembre comenzó la lectura y relectura del texto del documento, que finalmente fue firmado a las 5 de ese día. Foch envió una breve comunicación a todos sus comandantes: “Las hostilidades cesarán en todo el frente a partir del 11 de noviembre a las 11 horas, hora de Francia”.

Las duras condiciones impuestas a Alemania por el armisticio, las que en su gran mayoría fueron  recogidas en el Tratado de Versalles suscripto en 1919, en lo inmediato establecían: la evacuación inmediata de todos los países invadidos (Francia, Bélgica y Luxemburgo) así como de Alsacia y Lorena; a continuación, evacuación militar del territorio alemán en la margen izquierda del Rin, que ocuparán tropas aliadas, así como con relación a tres cabezas de puente sobre la margen derecha del Rin y territorios anexos; entrega de gran cantidad de armamento, material ferroviario y camiones; liberación inmediata de todos los prisioneros de guerra aliados. También había previsiones relacionadas con el frente oriental, algunas cuestiones de orden financiero y la obligación de entregar todos sus submarinos e internar gran parte de su flota en el puerto británico de Scapa Flow. 

La duración del armisticio se estableció en 36 días, los que se fueron renovando periódicamente hasta el 16 de febrero de 1919, cuando fue prorrogado “por un periodo breve, sin fecha de expiración, reservándose los aliados  ponerle fin con un preaviso de tres días”.

Una cláusula especialmente relevante fue la que establecía el mantenimiento del bloqueo al que se había sometido a Alemania, agregándose que “los aliados y los Estados Unidos considerarán el abastecimiento de Alemania durante el armisticio en la medida de lo necesario”.

Al respecto, es pertinente recordar algunos pasajes de la “declaración común” que Erzberger leyó Mariscal Foch luego de firmado el armisticio: “… es deber de los plenipotenciarios firmantes insistir con firmeza sobre el hecho de que llevar adelante este acuerdo podría sumir al pueblo alemán en la anarquía y el hambre. De las conversaciones que llevaron al armisticio, podríamos haber esperado disposiciones que, al tiempo que aseguraran a nuestros adversarios una total seguridad militar, pusieran fin a los sufrimientos de los no combatientes, mujeres y niños. El pueblo alemán, que durante cincuenta meses ha enfrentado a un mundo de enemigos, conservará, pese a cualquier violencia, su libertad y su unión. Un pueblo de 70 millones sufre, pero no muere” (Cochet-Porte, Dictionnaire de la Grande Guerre 1914-1918). 

Mientras en Alemania el káiser Guillermo II abdicaba, concluyendo así quinientos años de reinado de los Hohenzollern y la República era proclamada desde los balcones del Reichstag, los disturbios y enfrentamientos que habían comenzado en el mes de octubre al sublevarse la marina en Kiel se iban extendiendo por todo el país, amenazando una guerra civil.

En tanto, en el frente…

Durante la mañana del 11 de noviembre de 1918 se cursaron en todo el frente centenares de órdenes como esta, que indicaban que a las 11 de ese día"cesarían las hostilidades", debiéndose mantener tanto las posiciones alcanzadasa esa hora, como todas las precauciones defensivas, con abstención de parlamentar con el enemigo (Europeana)
“A las 11 exactas se los vio salir [a los soldados alemanes en algún sector del frente] repentinamente de sus trincheras, gritando, desplegando banderas rojas y mostrando letreros con la palabra ‘República’. Muchos lucían una cocarda tricolor… Se divertían haciendo estallar sus granadas, haciendo saltar sus depósitos de municiones…” (Gazier, "L’Armistice du onze novembre sur le front. L’entrée en Alsace).

 “Cerca de Dom-le-Mesnil, la pesadilla continuaba como si nada nuevo hubiera surgido. 10:45, una salva de 150 mm alcanza Dom-le-Mesnil. 10:57, ambos bandos disparan con ametralladoras. 11:00, allá, sobre la pasarela, un clarín invisible ha sonado. ¡Cesad el fuego!” (Duroselle, La Grande Guerre des Français).

“Las últimas horas de una gran guerra, cuando cada uno sabe que son las últimas horas, siempre conservan un aire irreal, de no pertenecer ni al pasado ni al futuro… La mayoría de los hombres, durante esas últimas horas, sin simulaciones, sin evitar sus deberes, al mismo tiempo deseaban no correr riesgos innecesarios, tratando de no exponerse. Ser muerto o gravemente herido en este último momento era un horrible pensamiento…” (Terraine, To Win A War. 1918 The Year of Victory).

 “De acuerdo con las estimaciones más conservadoras, durante el último día de la guerra, principalmente en las seis horas que siguieron a la firma del armisticio, los adversarios en el Frente Occidental sufrieron 10.944 bajas, de las cuales 2.738 fueron muertos. Poniendo estas bajas en perspectiva, durante el 6 de junio de 1944, el Día D de la invasión de Normandía, cerca de veintiséis años más tarde, el total de bajas de ambas partes ascendieron a 10.000. Por lo tanto las bajas del Día del Armisticio fueron cerca del diez por ciento superiores a las del Día D. Hubo, sin embargo, una gran diferencia. Los hombres que lucharon en las playas de Normandía estaban haciéndolo por la victoria. Los que murieron en el Día del Armisticio lo hacían en una guerra ya decidida” (Persico, Eleventh Month, Eleventh Day, Eleventh Hour: Armistice Day, 1918 World War I and Its Violent Climax).

El parte meteorológico del 11 de noviembre de 1918 anunciaba nieblas espesas en el Noreste, el gran campo de batalla, con temperaturas relativamente bajas y algunas heladas. La Primera Guerra Mundial había terminado. Y, parafraseando a Foch, tan sólo comenzaba una tregua de veinte años…



Estatua del Mariscal Ferdinand Foch en el Claro del Armisticio (foto del autor)

© Rubén A. Barreiro 2015

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