Esto se dijo....
“"Habiéndose hecho acreedoras a la admiración del mundo las fuerzas
españolas que guarnecían el destacamento de Baler, por el valor,
constancia y heroísmo con que aquel puñado de hombres
aislados y sin esperanzas de auxilio alguno, ha defendido su bandera por espacio de un año, realizando una epopeya tan gloriosa y tan propia del
legendario valor de los hijos del Cid y de Pelayo; rindiendo culto a las virtudes militares e interpretando los sentimientos del Ejército de esta República que bizarramente les ha combatido, a propuesta de mi Secretario de Guerra y de acuerdo con mi Consejo de Gobierno, vengo a disponer lo siguiente: ARTICULO UNICO Los individuos de que se componen las expresadas fuerzas no serán considerados como prisioneros, sino, por el contrario, como amigos, y en su consecuencia se les proveerá por la Capitanía General de los pases necesarios para que puedan regresar a su país.- Dado en Tarlac a 30 de junio de 1899.- El Presidente de la República, Emilio Aguinaldo.- El Secretario de Guerra, Ambrosio Flores".
"Los últimos de las Filipinas". Con el número 1, en el centro, el Teniente Martín Cerezo (Under the Read and Gold. The Siege of Baler) |
Lo transcripto es un ejemplo poco común de magnanimidad frente a un no menos poco común episodio de sacrificado heroísmo. Un reducido contingente de soldados españoles, refugiado en la iglesia de la pequeña localidad de Baler, a unos ciento ochenta kilómetros al noreste de Manila, resistió durante más de once meses el embate de las fuerzas revolucionarias filipinas. Inicialmente, los defensores eran cincuenta y siete al mando del Capitán Enrique de las Morenas y Fossi, gaditano. En el momento de la rendición, el 2 de junio de 1899, sólo quedaban treinta y tres, encontrándose al mando el entonces Teniente Saturnino Martín Cerezo, originario de Cáceres. Hubo algunas deserciones, muertes por enfermedad -tal el caso del Capitán Morenas- y como resultado de los combates. Abundar en las peripecias del asedio sería superfluo. La mejor y más significativa evocación de lo allí ocurrido la da el decreto del Presidente Emilio Aguinaldo. Un solo detalle muestra las particularidades de este hecho singular: la rendición ocurrió cuando la guerra había concluido casi un año antes (los defensores descreyeron de lo publicado en periódicos que los sitiadores les acercaban como prueba de que la lucha ya no tenía razón de ser, hasta que la evidencia fue irrefutable).
La iglesia católica de Baler, el bastión de los soldados españoles (Under the Read and Gold. The Siege of Baler) |
Los defensores de Baler regresaron a España, luego de haber recibido reiteradas muestras de admiración en Manila, siendo acogidos con entusiasmo y agradecimiento. Sin embargo, y como a veces ocurre, la maledicencia alcanzó a los defensores de Baler, tanto, que se dispuso una investigación, centrada en la actuación del Teniente Martín Cerezo. Se le preguntó, por ejemplo, la razón por la que no había rendido la plaza pese a las órdenes que habría recibido y la respuesta fue tan breve como contundente: “Siempre creí que esas órdenes eran falsas y nunca pensé que el Ejército español se rindiera”. Por si hacía falta, el instructor concluyó que “no hubo acto delictivo alguno y sí un extraordinario heroísmo”. Años después, el para entonces Capitán Saturnino Martín Cerezo publicó un notable relato del sitio y sus vicisitudes, que incluso fue traducido al inglés y utilizado como texto en instituciones militares de los Estados Unidos. Allí quedó reflejada para siempre la historia de aquellos soldados que desde entonces se conocen como "los últimos de las Filipinas".
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