sábado, 28 de mayo de 2016

Esto sucedió el ...

29 de mayo de 1453

Constantinopla cae en poder de los turcos

Fin del Imperio Bizantino 

 “El 29 de mayo, ultimo día del sitio, Dios nuestro señor dispuso, para pesar de los griegos, que la ciudad cayera ese día en manos del Bey Mehmet, el Turco hijo de Murad… y también nuestro Dios eterno tomó tal decisión para hacer cumplir todas las antiguas profecías, particularmente la primera de ellas, hecha por San Constantino, quien aparece a caballo en una columna de la iglesia de Santa Sofía, quien señalando con su mano dijo: ‘desde esa dirección vendrá alguien que me destruirá’, señalando hacia Anatolia, o sea Turquía. La segunda profecía dice que cuando hubiera un emperador Constantino, hijo de Helena, bajo su reinado caería Constantinopla. Y la última profecía: cuando la Luna diera un signo en el cielo, en pocos días más los turcos tomarán la ciudad. Estas tres profecías se han cumplido: los turcos han penetrado en Grecia, reina un emperador Constantino hijo de Helena y la Luna ha dado un signo. Por lo tanto, Dios ha tomado esta decisión contra los cristianos y particularmente contra el Imperio de Constantinopla, como ustedes verán”. Así lo expresa el cirujano veneciano Nicolò Barbaro, en su Giornale dell’Asedio di Constantinopoli, que contiene el relato más sincero del sitio y caída de la ciudad, según la muy autorizada opinión de Steve Runciman. El signo al que se refiere el cronista es un eclipse de luna ocurrido días antes.


La agonía territorial bizantina
Concluyó ese día la asombrosa trayectoria del milenario Imperio Bizantino, reducido por entonces a la ciudad de Constantinopla y el magro territorio que la circundaba y por el despotado de Morea, a muchos kilómetros de distancia. Rodeada por los turcos, Constantinopla, de la que Runciman apunta “que no era más que una ciudad melancólica y decadente”, aguardaba el destino que le habían marcado las antiguas profecías que Barbaro recuerda.

El joven sultán Mehmet II, que a los diecinueve años había sucedido a Murad II, se había fijado como “la primera y más primordial de sus obligaciones la conquista de Constantinopla”.

Enfrentaría al emperador Constantino XI Paleólogo, hijo de Helena Dragas… tal como lo anunció la profecía.

El 6 de abril de 1453 comenzó el sitio de Constantinopla por el poderoso ejército turco, cuyos efectivos sumaban alrededor de 90.000 hombres (como suele ocurrir, las cifras oscilan entre 160.000 –Barbaro- y 50.000 –Fuller-). Un elemento notable y decisivo fue la artillería turca, fuerte de unas ochenta piezas entre cañones y bombardas, aunque la enorme Basilica, que disparaba proyectiles de 800 libras, era la estrella… efímera por cierto, ya que luego de unos pocos disparos estalló, matando a muchos de sus sirvientes y a su inventor, el húngaro Orbon.

El despliegue al comienzo del sitio
Las fuerzas bizantinas alcanzaban a no más de siete mil hombres, entre ciudadanos y extranjeros –el grueso de estos, unos 700 genoveses al mando de Giovanni Giustiniani Longo-, unos pocos cañones y una magra escuadra. Estas fuerzas guarnecían las poderosas murallas de la ciudad, un prodigio arquitectónico que aun hoy continúa asombrando.

En breve publicaremos un relato detallado de lo ocurrido durante el sitio. Sólo diremos aquí que ese martes 29 de mayo los bizantinos lucharon denodadamente contra olas sucesivas de otomanos. Primero atacaron los bashi-bazouks, que Fuller describe como una “turba indisciplinada de turcos mal armados y cristianos renegados”, quienes irrumpieron en la Puerta de Adrianópolis al grito de “¡al saqueo! (al parecer, esa era su remuneración…). Se trataba de tropas de escaso valor y fueron rechazadas por los defensores, pero las siguieron los anatolios, mucho más aguerridos y por los famosos janizarios (según Fuller “los más formidables combatientes del siglo XV”). La defensa se comportó heroicamente, distinguiéndose Giustiniani y sus tropas. Pero este cayó gravemente herido y la defensa se quebró ante el ataque de la quinta y última ola de atacantes. 

Los turcos se apoderaron de la ciudad, hubo saqueos y destrucción de iglesias y bibliotecas, decenas de miles de personas fueron reducidas a esclavitud. Santa Sofía se consagró al Islam. Mehmet, de ventiún años, sería conocido como “el Conquistador”.

En el siglo XII, Hasan Ali al-Harawi había escrito: “Constantinopla es una ciudad aún más grande que la que surge de su fama. Quiera Dios, en su gracia y generosidad, dignarse hacerla capital del Islam”. Es posible que el veneciano Barbaro no conociera este deseo de al-Harawi, que bien podría haberse inscripto entre las profecías que vio cumplidas en la caída de Constantinopla.


© Rubén A. Barreiro 2016

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