Esto se dijo…
“¿Quién teme a unos pocos
malditos hunos? Francis Genfrell, oficial británico, Victoria Cross,
poco antes de caer en la segunda batalla de Ypres (1915).
Hunos, palabra repetida miles de
veces en diarios personales, cartas, titulares de periódicos, poesías, posters
de propagada, utilizada por los medios y combatientes anglófonos (británicos,
estadounidenses, australianos) de la Primera Guerra Mundial para designar a sus
adversarios alemanes. Para la propaganda aliada, el “huno alemán” era equivalente a “barbarie,
desprecio por la ley y falta de urbanidad”, lo cual fue “una constante del mensaje aliado, tanto en
el frente interno como en el internacional hasta los días finales de la guerra”
(Lisa M. Todd).
En el mes de agosto de 1914, el arrollador avance alemán en Bélgica trajo consigo una serie de hechos que se conocieron como “atrocidades” cometidas por las tropas invasoras: matanza y atropellos de civiles -entre ellos mujeres, niños, ancianos-, fusilamientos masivos de supuestos francotiradores, destrucción deliberada de ciudades y pueblos… y a ello se agregó el hecho indubitable de la violación de la neutralidad belga. Como suele ocurrir, con el tiempo y ya acabada la guerra, se conocieron opiniones que, al menos, trataron de demostrar que en la narración de los hechos habían existido exageraciones, la existencia de circunstancias que justificaban algunos de esos hechos. “Pero esa es otra historia…”
Recordar la célebre frase con la que Rudyar Kipling solía cerrar sus espléndidos relatos, no es casual. El 2 de septiembre de 1914, el diario The Times publicó un poema de Kipling cuya primera estrofa, se hizo célebre
Por todo lo que somos y
tenemos,
Por el destino de todos
nuestros niños,
Levántate y afronta la
guerra.
El huno está en la puerta.
Se ha
dicho que tal habría sido la primera utilización, durante la Gran Guerra, de la
palabra en cuestión (según George Orwell, Kipling comenzó a usarla
apenas los cañones abrieron fuego en 1914). Pero unos días antes (el 28 de agosto),
The Times publicó un artículo
referido a la destrucción de varios edificios de la ciudad belga de Lovaina,
entre ellos el de su famosa universidad y biblioteca, de cuyos volúmenes se quemaron decenas de miles. A ello se agregó el asesinato de numerosos civiles y
la destrucción y saqueo de propiedades. El artículo se titulaba La marcha de los hunos. Y en él se
mencionaba un episodio que se encuentra en la raíz del uso de la palabra
convertida en cruel epíteto: hunos.
Paradójicamente,
el protagonista de dicho episodio fue el Kaiser Guillermo II.
En la
primavera de 1900 la Rebelión Boxer alcanzaba su clímax en China. La misma se
había desencadenado como una reacción contra la presencia de potencias
extranjeras en el territorio chino y la influencia que las mismas ejercían
sobre el devenir del país. Los métodos empleados por los rebeldes contra sus
connacionales (especialmente los cristianos) y contra los residentes
extranjeros, basados en persecuciones, exclusiones y asesinatos, como asimismo la amenaza que la rebelión representaba para sus intereses comerciales, movió a
Gran Bretaña, Francia, Alemania, Austro-Hungría, Rusia, Italia, Japón y los
Estados Unidos a desplegar la defensa de sus connacionales y de sus
intereses, llegando a la declaración de guerra a China. Una de
las acciones de los rebeldes fue el ataque a la embajada alemana en Pekín, en
el que resultó muerto el representante alemán Clemens von Ketteler.
“Esto llevó al ultrajado Kaiser a clamar venganza… no debe sorprender, por lo sabido sobre el carácter de Guillermo II que su reacción ante estos hechos haya sido de ultraje e indignación, y mostrarse dispuesto a la pelea” (Annika Mombauer).
Y es entonces, cuando el 27 de
julio de 1900, en el puerto de Bremerhaven, Guillermo II
despide a los voluntarios del Primer Regimiento de Infantería que parte con
rumbo a China para unirse al contingente que ya se encontraba allí, al mando del
Mariscal de Campo Alfred Ludwig von Waldersee.
El párrafo omitido, que fue obtenido de una grabación
gramofónica, es el que ha trascendido históricamente hasta constituirse en el
antecedente directo de la degradante denominación usada para describir a los
combatientes alemanes.
Dice el párrafo en cuestión: “¡Si os encontráis con el enemigo, lo derrotaréis! ¡No se le dará cuartel! ¡No se tomarán prisioneros! ¡Quienes caigan en vuestras manos estarán perdidos! Al igual que hace mil años, los hunos, al mando de su rey Atila, se hicieron de una reputación por sí mismos, que inclusive hoy los hace aparecer como poderosos en la historia y la leyenda, la reputación de Alemania será reafirmada por vosotros en China, de manera tal que ningún chino se atreverá siquiera a mirar de reojo a un alemán”.
Tiempo después, el canciller Bernhard von Bülow
expresó que “tal vez había sido el
discurso más dañino de los pronunciados por Guillermo II”. Con todo
acierto, Imanuel Geiss señaló que con ese discurso la propaganda aliada había
logrado el más efectivo de los slogans contra el Imperio Alemán.
En la ilustración que antecede se muestran algunos ejemplos del uso del "huno" en la propaganda aliada. En la fila superior, desde la izquierda. 1. El Manneken Pis, la famosa estatua de bronce emplazada en una esquina de Bruselas, hace sus "honores" al Kaiser y al príncipe heredero con su uniforme de "húsar de la muerte". Se agrega la palabra "boches" usada entre los franceses con los mismos fines. 2. "Asesinada por los hunos", recuerda a la enfermera británica Edith Cavell, fusilada por los alemanes en 1915, acusada de traición. 3. Una niña contempla azorada sus juguetes rotos: "este es un trabajo de los boches" y "estoy segura de que los hunos han pasado por aquí". En la fila de abajo: la imagen bestial de los "hunos" fue moneda corriente en la propaganda para la suscripción de bonos de guerra. A la derecha, un "germen huno", con un medicamento que "garantiza matar a toda clase de alimañas".
© 2017 Rubén A. Barreiro
En la ilustración que antecede se muestran algunos ejemplos del uso del "huno" en la propaganda aliada. En la fila superior, desde la izquierda. 1. El Manneken Pis, la famosa estatua de bronce emplazada en una esquina de Bruselas, hace sus "honores" al Kaiser y al príncipe heredero con su uniforme de "húsar de la muerte". Se agrega la palabra "boches" usada entre los franceses con los mismos fines. 2. "Asesinada por los hunos", recuerda a la enfermera británica Edith Cavell, fusilada por los alemanes en 1915, acusada de traición. 3. Una niña contempla azorada sus juguetes rotos: "este es un trabajo de los boches" y "estoy segura de que los hunos han pasado por aquí". En la fila de abajo: la imagen bestial de los "hunos" fue moneda corriente en la propaganda para la suscripción de bonos de guerra. A la derecha, un "germen huno", con un medicamento que "garantiza matar a toda clase de alimañas".
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