Diciembre de 1914
La Tregua de Navidad
Tercera Parte
¿Por qué fracasó la iniciativa papal para que los
beligerantes observaran una “Tregua de Dios”? Poco después de asumir su pontificado, Benedicto XV propuso una “Tregua
de Dios” por la cual cesaría la lucha
durante el periodo de Navidad. Más allá de ciertas dificultades formales, como
el uso de diferentes calendarios (gregoriano y ortodoxo) o la predominancia de
otra religión (el caso de
Turquía o Japón), la propuesta no tuvo una recepción unánime, ya que en tanto Alemania pareció estar de acuerdo, bajo condición de reciprocidad, los aliados se mostraron remisos, ya que consideraban que tal acuerdo por parte de Alemania era de escasa significación, en tanto era quien había comenzado las hostilidades, estaba atrincherada en el territorio de naciones invadidas, apoderándose de sus riquezas y sometiendo a sus habitantes (BROWN). El 13 de diciembre, el Papa reconoció que “su iniciativa de Navidad” había fracasado (“no ha sido coronada con el éxito”).
Turquía o Japón), la propuesta no tuvo una recepción unánime, ya que en tanto Alemania pareció estar de acuerdo, bajo condición de reciprocidad, los aliados se mostraron remisos, ya que consideraban que tal acuerdo por parte de Alemania era de escasa significación, en tanto era quien había comenzado las hostilidades, estaba atrincherada en el territorio de naciones invadidas, apoderándose de sus riquezas y sometiendo a sus habitantes (BROWN). El 13 de diciembre, el Papa reconoció que “su iniciativa de Navidad” había fracasado (“no ha sido coronada con el éxito”).
¿ Cuál fue la motivación de quienes participaron en
laTregua? La singularidad de lo ocurrido en
aquellos días de diciembre de 1914 y el contexto en que se desarrolló han
motivado un sinnúmero de interpretaciones acerca de cuáles fueron las
motivaciones que tuvieron las decenas de miles de soldados que asumieron tal actitud.
En primer lugar es necesario recordar algunos hechos objetivos.
1. Se produjo en el sector
ocupado por la Fuerza Expedicionaria Británica.
2. Si bien en
otros sectores del Frente Occidental hubo casos análogos, ninguno alcanzó, de modo
alguno, la extensión e intensidad del que venimos analizando.
3. Tuvo carácter multitudinario.
Los autores que se han citado mencionan una participación que, entre ambos
bandos, podría haber alcanzado a unos cien mil hombres. Por cierto, esta
participación no fue simultánea ni de la misma intensidad. De lo relatado,
puede considerarse que tanto se consideran participantes a quienes sostuvieron
conversaciones en la Tierra de Nadie o jugaron al fútbol como aquellos soldados
que, en el sector donde se desarrollaban tales actividades, se dedicaron a
observarlas pasivamente, absteniéndose de disparar o aprovechando la situación
para descansar o realizar tareas en las trincheras.
4. Por lo general, la iniciativa
fue de las tropas alemanas, quienes comenzaron exhibiendo sus árboles de
Navidad, acompañados por cantos e invitaciones a sus adversarios a no disparar
y acercarse, mientras muchos de ellos lo hacían.
Otros tres aspectos contribuyeron
fundamentalmente.
El primero de ellos, la época de
Navidad. Por cierto, no se trataba de “cualquier Navidad”. Era la primera de la
guerra, una guerra que, en especial para las tropas alemanas, no debiera
haberse prolongado más allá de la “caída de las hojas de otoño”, promesa que
las circunstancias habían vuelto inviable. En lugar del regreso a casa, y
después de los terribles combates que acabaron con los ejércitos enterrados en
las trincheras, las tropas quedaban expuestas a un destino incierto y
peligroso. A esto debemos agregar un elemento esencial: la significación que la
fecha tenía para gran parte de las tropas alemanas.
Se ha apuntado también, en relación con lo dicho precedentemente, que la moral de las tropas alemanas estaba en un punto muy bajo. El Padre Norbert, un sacerdote alemán incorporado a las tropas que participaron en la Tregua, decía: “Como resultado de su terrible experiencia en la guerra, agravada por las malas condiciones del tiempo, nuestras tropas están muy desanimadas…”. Advertía también el sacerdote que la dramática caída de la moral no se limitaba a los soldados de más edad, casados, “aun los jóvenes voluntarios no estaban preparados para las penurias que trajo consigo el invierno. Eran particularmente estos jóvenes quienes daban una patética impresión. Cada uno de ellos desea la paz, nuestro bello regalo de Navidad”
Por otra parte, queda claro que de haberse dado en otro
escenario, de corte dinámico, con movimiento de tropas en diferentes terrenos,
difícilmente habría tenido lugar la Tregua de Navidad. La misma se dio, en
cambio, en el marco por un enfrentamiento estático de dos grandes ejércitos,
ambos asentados en un complejo sistema de trincheras cuyas primeras líneas
estaban separadas por unas pocas decenas de metros. De muchos de los relatos
transcriptos surge que día tras día las tropas estaban en permanente contacto
visual y auditivo. Los soldados de uno y otro bando seguían sus actividades
recíprocas, siendo la hora del rancho la que arrancaba más comentarios. La
inclemencia del tiempo y la naturaleza del terreno cargaban sobre los soldados,
sin distinción de bando, las penurias del barro y el agua. Muchas son las
ocasiones donde se narra que había tareas implícitamente compartidas, como la
de recoger paja de los establos o cavar zanjas de desagüe. Todo esto crea, al
prolongarse en el tiempo, la certeza de estar compartiendo idénticos peligros,
más allá de los propios de la guerra. “No los soporto -dice un soldado inglés
refiriéndose a los alemanes- cuando matan
a cualquiera de nuestros amigos. Sin embargo, me divierto a costa de ellos y
pienso que ellos lo hacen con nosotros. Y también pensamos: pobres diablos,
están en la misma mugre que nosotros”.
Dada la naturaleza excepcional de la Tregua, no sorprende que muchos autores hayan ensayado diversas teorías acerca del comportamiento humano. Tal el caso, por
ejemplo, de Jeremy Rifkin, que propugna la tesis de que la especie humana es
fundamentalmente empática, por lo que el impulso de los participantes en la
Tregua se basó, sobre todo, en la búsqueda del semejante para mitigar
mutuamente el sentimiento profundo de la propia vulnerabilidad.
Terri Crocker, por su parte, cree
que si bien los antagonistas compartían los mismos sufrimientos en las
trincheras, en el caso de la Tregua se trató de una “combinación de curiosidad, sentimentalismo, aburrimiento y nostalgia
del hogar”. Es posible que, como
suele ocurrir, haya algo de todo lo dicho, incluida la empatía de Rifkin. Pero
lo de Crocker parece más encaminado a interpretar los sentimientos de los
soldados ingleses, que en su correspondencia suelen hablar de sus reacciones
frente a la iniciativa de los alemanes, cuando exhibían sus árboles navideños,
con sus velas y lámparas, y entonaban sus cantos. Ellos hablan de "sorpresa", de
“asomarse para ver qué pasaba”, hasta
de las dudas acerca de las verdaderas intenciones del “enemigo”.
Como sea, muchos terminaron
participando con diferente intensidad en el intercambio de pequeños regalos,
cigarrillos, periódicos, libros, partes del uniforme (sobre todo botones), en
los cantos y en los controvertidos partidos de fútbol. O, como se ha dicho,
observando pasivamente lo que ocurría, absteniéndose de actos hostiles y
aprovechando el momento para distenderse, descansar o celebrar la Navidad entre
camaradas.
Es interesante señalar lo
expresado en un memorándum emitido el 4 de diciembre de 1914 por el Jefe del
Estado Mayor del Segundo Cuerpo británico, que por su contenido es muy citado
entre quienes se han ocupado de la Tregua.
En su primer párrafo expresa: “La experiencia en esta y otras guerras muestra, indudablemente, que las tropas atrincheradas muy próximas a las del enemigo, pueden caer con gran facilidad, si se les permite, en un comportamiento de “vivir y dejar vivir”. Abundan así los entendimientos entre nuestras tropas y el enemigo -hasta casi representar armisticios no autorizados-, con el propósito de lograr una vida más tranquila hasta que el propio objeto de la guerra se desvanece, y tanto los oficiales como la tropa caen en un letargo militar del que es difícil salir cuando llega otra vez el momento de los grandes sacrificios. La actitud de nuestras tropas puede comprenderse con facilidad y hasta cierto punto inspira simpatía. En tanto sepan que no está previsto un avance general, no ven ningún sentido en llevar a cabo pequeñas misiones sin utilidad permanente, en la seguridad de que puede haber pérdidas de vidas, y probablemente provoquen represalias. No obstante, tal actitud es extremadamente peligrosa, en tanto desalienta la iniciativa de los comandantes y destruye el espíritu de ofensiva en todos los rangos”.
En su primer párrafo expresa: “La experiencia en esta y otras guerras muestra, indudablemente, que las tropas atrincheradas muy próximas a las del enemigo, pueden caer con gran facilidad, si se les permite, en un comportamiento de “vivir y dejar vivir”. Abundan así los entendimientos entre nuestras tropas y el enemigo -hasta casi representar armisticios no autorizados-, con el propósito de lograr una vida más tranquila hasta que el propio objeto de la guerra se desvanece, y tanto los oficiales como la tropa caen en un letargo militar del que es difícil salir cuando llega otra vez el momento de los grandes sacrificios. La actitud de nuestras tropas puede comprenderse con facilidad y hasta cierto punto inspira simpatía. En tanto sepan que no está previsto un avance general, no ven ningún sentido en llevar a cabo pequeñas misiones sin utilidad permanente, en la seguridad de que puede haber pérdidas de vidas, y probablemente provoquen represalias. No obstante, tal actitud es extremadamente peligrosa, en tanto desalienta la iniciativa de los comandantes y destruye el espíritu de ofensiva en todos los rangos”.
Tony Ashworth ha desarrollado la
idea, ya enunciada en el memorándum mencionado en el párrafo anterior, de un
“sistema” de comportamiento en la guerra de trincheras - precisamente analizando
la lucha en el Frente Occidental durante la Gran Guerra-, que prescinde de
otras motivaciones que no sean las que surgen de la propia denominación de tal
esquema: “Esencialmente, la expresión
“vivir y dejar vivir” denota un proceso de intercambio recíproco entre
protagonistas, por el cual cada uno de ellos minimiza, con respecto al otro, el
riesgo de muerte o de daños, por medio de la disminución deliberada de sus
actividades agresivas”.
Con relación a las treguas, este
autor hace una interesante clasificación (y algunas calificaciones).
Usualmente, dice, las treguas son tácitas, informales e ilegales, ya que no han
sido creadas ni legitimadas por la autoridad o prohibidas expresamente por
esta. La política oficiosa del “vivir y dejar vivir”, concluye, es la antítesis
de la política oficial de “matar o ser muerto”.
Un aspecto interesante es el que
plantea Thomas Löwer. Este se refiere a la propaganda de ambos bandos que era
utilizada para dar “la peor imagen del enemigo”. Los medios aliados acusaban a
los alemanes de brutalidad extrema contra civiles, mujeres y niños, con
detalles espeluznantes. Los alemanes acusaban a los ingleses de tomar a civiles
como escudos humanos. Para los ingleses los alemanes no eran más que “hunos” y
los ingleses no eran más que unos “tenderos” que harían cualquier cosa para
mantener su negocio. Los soldados en el frente eran los principales
recipiendarios de esta propaganda. Era común, por otra parte, que muchos
soldados alemanes se refirieran a los ingleses como “mercenarios”. En muchos
casos se advierte que esta hizo mella en sus espíritus: recordemos el episodio
del joven teniente inglés que relata cómo rechazaron a tiros a soldados
alemanes que querían fraternizar diciendo que “era la única tregua que se
merecían”. Sin embargo, y pese a tales casos, británicos y alemanes
participaron activamente en la Tregua. Y es a través de ella que muchos
coinciden en que las cosas no eran como se las contaba. En otro lugar hemos transcripto algunas
opiniones de soldados ingleses que se muestran agradablemente sorprendidos por
el aspecto y los modales de los soldados alemanes, inclusive, en algún caso,
con una referencia a la “exageración” de la prensa.
Por último, está la cuestión que
se la ha resumido en “alemanes buenos” y “alemanes malos”. En su momento, hemos
destacado, con referencia a la opinión favorable de un soldado inglés sobre sus
camaradas alemanes, que este agregaba que, en todo caso, “se trataba de sajones
y no de prusianos”. Se ha sostenido por parte de algún autor que los soldados
alemanes que protagonizaron la tregua eran “buenos alemanes”, en tanto la
mayoría de ellos eran bávaros y sajones, más bien que prusianos. Se suponía que
sajones y bávaros estaban culturalmente más predispuestos a la tregua que los
nacionalistas y militaristas prusianos. No obstante, los sajones “habían sido asociados con los prusianos
como ‘malos’ alemanes, en oposición con los alemanes del sur [bávaros]. En el contexto
de las atrocidades de agosto y septiembre de 1914” (WEBER).
Sobre la interpretación que trata
de explicar la Tregua en aquello de “alemanes buenos y alemanes malos”, Weber
adelanta una teoría que puede resumirse en una frase: “Esta interpretación ignora un hecho muy simple: no fue el
comportamiento de las unidades alemanas sino el de las británicas, francesas y
belgas el que hizo toda la diferencia”. Si bien admite Weber que hubo casos de
fraternización entre alemanes y belgas, o entre alemanes y franceses , los
mismos fueron la “excepción que confirmó
la regla”.
Recuerda que, para algunos, la Navidad tenía una mayor significación para los británicos que para sus aliados, al menos en lo que hace a la “cultura militar”, para otros -con un argumento mucho más comprensible- la poca participación de franceses y belgas estaba dada por el simple hecho de que se estaba luchando en su propio suelo, con sus compatriotas sometidos a la ocupación de los alemanes.
Recuerda que, para algunos, la Navidad tenía una mayor significación para los británicos que para sus aliados, al menos en lo que hace a la “cultura militar”, para otros -con un argumento mucho más comprensible- la poca participación de franceses y belgas estaba dada por el simple hecho de que se estaba luchando en su propio suelo, con sus compatriotas sometidos a la ocupación de los alemanes.
¿Cuál fue la actitud de los mandos superiores de los
contendientes frente a la Tregua? ¿Se adoptaron medidas disciplinarias o de
algún otro tipo relacionadas con la misma? El teniente general Smith Dorien continuaba en la entrada de su diario
ya citada: “Es un peligro que tropas
oponentes mantengan un trato demasiado amistoso. Pero es muy probable que ello
ocurra, y ocurrió durante la Guerra Peninsular [la Guerra de la
Independencia de España, 1808-1814]. Por
lo tanto, tengo el propósito de ordenar a mis tropas no fraternizar de ninguna
manera con el enemigo, ya que de lo contrario podría encontrarse en tal estado
de confianza que pueda ser sorprendido con la guardia baja y embestido”.
Consecuentemente, el 4 de
diciembre su jefe de Estado Mayor circuló un memorándum en el que se prohibían “las relaciones amistosas con el enemigo,
los armisticios oficiosos (por ejemplo, “no dispararemos si ustedes no lo
hacen”, etc.) y el intercambio de tabaco y cosas por el estilo, por más
tentador y divertido que pueda ser”.
Ocurrida la Tregua, Smith Dorien
recibió un informe sobre lo ocurrido, destacando que muchos oficiales había
participado en “amigable reunión en
terreno neutral” con los alemanes, requiriendo el nombre de los mismos “con miras a una acción disciplinaria”,
como también el detalle de las unidades que habían intervenido. Pocos días
después, el 30 de diciembre, “el
Comandante del Cuerpo está satisfecho con las explicaciones dadas, y el asunto
puede considerarse cerrado”.
En los restantes cuerpos no hubo
reacciones de los mandos superiores encaminadas a investigar los hechos y menos
aún, a castigarlos. Como parece natural,
en las referencias a la cuestión sólo se destacó que las
fraternizaciones ocurrieron sin autorización o conocimiento previo de tales
mandos.
¿La Tregua se extendió más allá de la Navidad? Luego de los sucesos del 24 y 25 de diciembre, en
algunos sectores del frente la Tregua continuó, no con igual intensidad.
Contribuyó a ello, por un lado, un brusco cambio climático que sustituyó el
buen tiempo de aquellos días por “una de
las peores tormentas de invierno de las que se tenía memoria”, que
convirtieron nuevamente al terreno en “un
océano de barro” (WEBER). Por otra parte, los mandos comenzaron a acentuar
su oposición de toda manifestación de fraternización. Se cursaron órdenes
concretas de disparar a cualquier soldado adversario que se mostrara fuera de
sus trincheras.
Un capitán galés, en la mañana
del 26 de diciembre (el llamado Boxing Day, que tanto ingleses como alemanes
consideran que forma parte de la celebración de la Navidad): “Ni un disparo en toda la noche. Nuestros hombres cantan, al igual
que el enemigo… A las 8:30 am hice tres disparos al aire y mostré una bandera
que decía ‘Feliz Navidad’, subiendo al parapeto. Ellos mostraron un cartel que
decía ‘gracias’ y el capitán alemán apareció en el parapeto. Ambos nos
inclinamos y saludamos, volviendo cada uno a su trinchera. El hizo dos
disparos. La guerra había recomenzado”.
En el diario de la 20ª Brigada
del IV Cuerpo se dice que “los alemanes
trataron de volver y gozar de otro día del llamado ‘armisticio’ pero fueron
informados que debían permanecer en sus trincheras…[lo cual] pareció indignarlos”.
Un capitán inglés, sobre la
celebración del nuevo año: “Puntualmente,
toda las trincheras alemanas se iluminaron a intervalos de quince o veinte
yardas. Todos gritaban, y comenzaron a cantar… Los mirábamos en silencio,
mientras encendían algunas hogueras. En el momento en que se disponían a pasar
la noche, llegó la hora de nuestra celebración [los alemanes estaban una
hora adelantados]… a medianoche disparé
una bengala y al verla, toda la línea hizo una descarga, hubo una nueva bengala
y tres hurras y todos nosotros comenzamos a cantar Auld Lang Syne [una
canción escocesa muy popular, algo así como ‘los buenos viejos tiempos’, que se
acostumbra a entonar para el Año Nuevo]…
el enemigo se nos unió… Finalmente, tres nuevos hurras y silencio total…”
La entrada del 2 de enero de 1915
de la London Rifle Brigade parece sugerir con bastante claridad que en algunos
casos la Tregua se extendió por varios días: “…deben cesar las treguas informales con el enemigo y cualquier oficial
o suboficial que haya sido descubierto iniciando una de ellas, será juzgado por
una corte marcial…”.
“Para Año Nuevo, la matanza
habitual había vuelto” (WEBER).
Para concluir: pese a todo, en la
Navidad de 1914 se registraron 81 soldados británicos muertos en acción en el
sector de la Tregua… no existen datos similares de los alemanes.
¿Durante el transcurso de la Primera Guerra Mundial existieron hechos similares? Un año después de la Tregua, un editorial del Manchester Guardian, bajo el título de “La Segunda Navidad”, afirmaba que “la guerra aparece muy vieja en esta Navidad. Por segunda vez, la que debió haber sido una época de paz y buena voluntad encuentra a Europa atrapada en la miseria y el hierro… En la última Navidad, se informaron episodios extraños y patéticos de amistad temporal entre los hombres que querían arrebatarse la vida entre sí. En esta Navidad, tales manifestaciones no sólo han sido desaprobadas por las diferentes autoridades… sino que, hasta donde puede decirse, los propios soldados muestran poca inclinación hacia las mismas”.
No obstante, en la Navidad de
1915 se registraron sucesos familiares en el mismo sector del frente. Esta vez,
al parecer, fueron soldados ingleses los que tomaron la iniciativa, al grito de
“¡Bávaros, no disparen!”, aunque
fueron muchos los alemanes que se plegaron y se repitieron los saludos,
conversaciones e intercambio de recuerdos de 1914. Por cierto, la intensidad de
tales encuentros y la cantidad de participantes no fue la de entonces. Ello,
pese a que los mandos habían tomado algunas precauciones para que no se
repitieran los hechos del año anterior. Se había recordado a los jefes
británicos “la tregua no autorizada de la
Navidad del año anterior”, ordenándoseles que “que este año no se permitirá nada por el estilo en el frente de la
división”. Y se agregaba que “la
artillería mantendrá un fuego espaciado sobre las trincheras enemigas
comenzando al alba… estando los francotiradores y las ametralladoras preparadas
para disparar a cualquier alemán que se muestre por encima de los parapetos”.
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