martes, 3 de enero de 2017

Diciembre de 1914


La Tregua de Navidad

Tercera Parte

¿Por qué fracasó la iniciativa papal para que los beligerantes observaran una “Tregua de Dios”? Poco después de asumir su pontificado, Benedicto XV propuso una “Tregua de Dios” por  la cual cesaría la lucha durante el periodo de Navidad. Más allá de ciertas dificultades formales, como el uso de diferentes calendarios (gregoriano y ortodoxo) o la predominancia de otra religión (el caso de
Turquía o Japón), la propuesta no tuvo una recepción unánime, ya que en tanto Alemania pareció estar de acuerdo, bajo condición de reciprocidad, los aliados se mostraron remisos, ya que consideraban que tal acuerdo por parte de Alemania era de escasa significación, en tanto era quien había comenzado las hostilidades, estaba atrincherada en el territorio de naciones invadidas, apoderándose de sus riquezas y sometiendo a sus habitantes (BROWN). El 13 de diciembre, el Papa reconoció que “su iniciativa de Navidad” había fracasado (“no ha sido coronada con el éxito”).

¿ Cuál fue la motivación de quienes participaron en laTregua? La singularidad de lo ocurrido en aquellos días de diciembre de 1914 y el contexto en que se desarrolló han motivado un sinnúmero de interpretaciones acerca de cuáles fueron las motivaciones que tuvieron las decenas de miles de soldados que asumieron tal actitud. En primer lugar es necesario recordar algunos hechos objetivos.

1. Se produjo en el sector ocupado por la Fuerza Expedicionaria Británica.
2. Si bien en otros sectores del Frente Occidental hubo casos análogos, ninguno alcanzó, de modo alguno, la extensión e intensidad del que venimos analizando.
3. Tuvo carácter multitudinario. Los autores que se han citado mencionan una participación que, entre ambos bandos, podría haber alcanzado a unos cien mil hombres. Por cierto, esta participación no fue simultánea ni de la misma intensidad. De lo relatado, puede considerarse que tanto se consideran participantes a quienes sostuvieron conversaciones en la Tierra de Nadie o jugaron al fútbol como aquellos soldados que, en el sector donde se desarrollaban tales actividades, se dedicaron a observarlas pasivamente, absteniéndose de disparar o aprovechando la situación para descansar o realizar tareas en las trincheras.
4. Por lo general, la iniciativa fue de las tropas alemanas, quienes comenzaron exhibiendo sus árboles de Navidad, acompañados por cantos e invitaciones a sus adversarios a no disparar y acercarse, mientras muchos de ellos lo hacían.

Otros tres aspectos contribuyeron fundamentalmente.

El primero de ellos, la época de Navidad. Por cierto, no se trataba de “cualquier Navidad”. Era la primera de la guerra, una guerra que, en especial para las tropas alemanas, no debiera haberse prolongado más allá de la “caída de las hojas de otoño”, promesa que las circunstancias habían vuelto inviable. En lugar del regreso a casa, y después de los terribles combates que acabaron con los ejércitos enterrados en las trincheras, las tropas quedaban expuestas a un destino incierto y peligroso. A esto debemos agregar un elemento esencial: la significación que la fecha tenía para gran parte de las tropas alemanas.

Se ha apuntado también, en relación con lo dicho precedentemente, que la moral de las tropas alemanas estaba en un punto muy bajo. El Padre Norbert, un sacerdote alemán incorporado a las tropas que participaron en la Tregua, decía: “Como resultado de su terrible experiencia en la guerra, agravada por las malas condiciones del tiempo, nuestras tropas están muy desanimadas…”. Advertía también el sacerdote que la dramática caída de la moral no se limitaba a los soldados de más edad, casados, “aun los jóvenes voluntarios no estaban preparados para las penurias que trajo consigo el invierno. Eran particularmente estos jóvenes quienes daban una patética impresión. Cada uno de ellos desea la paz, nuestro bello regalo de Navidad”

Por otra parte,  queda claro que de haberse dado en otro escenario, de corte dinámico, con movimiento de tropas en diferentes terrenos, difícilmente habría tenido lugar la Tregua de Navidad. La misma se dio, en cambio, en el marco por un enfrentamiento estático de dos grandes ejércitos, ambos asentados en un complejo sistema de trincheras cuyas primeras líneas estaban separadas por unas pocas decenas de metros. De muchos de los relatos transcriptos surge que día tras día las tropas estaban en permanente contacto visual y auditivo. Los soldados de uno y otro bando seguían sus actividades recíprocas, siendo la hora del rancho la que arrancaba más comentarios. La inclemencia del tiempo y la naturaleza del terreno cargaban sobre los soldados, sin distinción de bando, las penurias del barro y el agua. Muchas son las ocasiones donde se narra que había tareas implícitamente compartidas, como la de recoger paja de los establos o cavar zanjas de desagüe. Todo esto crea, al prolongarse en el tiempo, la certeza de estar compartiendo idénticos peligros, más allá de los propios de la guerra.  “No los soporto -dice un soldado inglés refiriéndose a los alemanes- cuando matan a cualquiera de nuestros amigos. Sin embargo, me divierto a costa de ellos y pienso que ellos lo hacen con nosotros. Y también pensamos: pobres diablos, están en la misma mugre que nosotros”.

Dada la naturaleza excepcional de la Tregua, no sorprende que muchos autores hayan ensayado diversas teorías acerca del comportamiento humano.  Tal el caso, por ejemplo, de Jeremy Rifkin, que propugna la tesis de que la especie humana es fundamentalmente empática, por lo que el impulso de los participantes en la Tregua se basó, sobre todo, en la búsqueda del semejante para mitigar mutuamente el sentimiento profundo de la propia vulnerabilidad.

Terri Crocker, por su parte, cree que si bien los antagonistas compartían los mismos sufrimientos en las trincheras, en el caso de la Tregua se trató de una “combinación de curiosidad, sentimentalismo, aburrimiento y nostalgia del hogar”.  Es posible que, como suele ocurrir, haya algo de todo lo dicho, incluida la empatía de Rifkin. Pero lo de Crocker parece más encaminado a interpretar los sentimientos de los soldados ingleses, que en su correspondencia suelen hablar de sus reacciones frente a la iniciativa de los alemanes, cuando exhibían sus árboles navideños, con sus velas y lámparas, y entonaban sus cantos. Ellos hablan de "sorpresa", de “asomarse para ver qué pasaba”, hasta de las dudas acerca de las verdaderas intenciones del “enemigo”.

Como sea, muchos terminaron participando con diferente intensidad en el intercambio de pequeños regalos, cigarrillos, periódicos, libros, partes del uniforme (sobre todo botones), en los cantos y en los controvertidos partidos de fútbol. O, como se ha dicho, observando pasivamente lo que ocurría, absteniéndose de actos hostiles y aprovechando el momento para distenderse, descansar o celebrar la Navidad entre camaradas.

Es interesante señalar lo expresado en un memorándum emitido el 4 de diciembre de 1914 por el Jefe del Estado Mayor del Segundo Cuerpo británico, que por su contenido es muy citado entre quienes se han ocupado de la Tregua. 

En su primer párrafo expresa: “La experiencia en esta y otras guerras muestra, indudablemente, que las tropas atrincheradas muy próximas a las del enemigo, pueden caer con gran facilidad, si se les permite, en un comportamiento de “vivir y dejar vivir”. Abundan así los entendimientos entre nuestras tropas y el enemigo -hasta casi representar armisticios no autorizados-, con el propósito de lograr una vida más tranquila hasta que el propio objeto de la guerra se desvanece, y tanto los oficiales como la tropa caen en un letargo militar del que es difícil salir cuando llega otra vez el momento de los grandes sacrificios. La actitud de nuestras tropas puede comprenderse con facilidad y hasta cierto punto inspira simpatía. En tanto sepan que no está previsto un avance general, no ven ningún sentido en llevar a cabo pequeñas misiones sin utilidad permanente, en la seguridad de que puede haber pérdidas de vidas, y probablemente provoquen represalias. No obstante, tal actitud es extremadamente peligrosa, en tanto desalienta la iniciativa de los comandantes y destruye el espíritu de ofensiva en todos los rangos”.

Tony Ashworth ha desarrollado la idea, ya enunciada en el memorándum mencionado en el párrafo anterior, de un “sistema” de comportamiento en la guerra de trincheras - precisamente analizando la lucha en el Frente Occidental durante la Gran Guerra-, que prescinde de otras motivaciones que no sean las que surgen de la propia denominación de tal esquema: “Esencialmente, la expresión “vivir y dejar vivir” denota un proceso de intercambio recíproco entre protagonistas, por el cual cada uno de ellos minimiza, con respecto al otro, el riesgo de muerte o de daños, por medio de la disminución deliberada de sus actividades agresivas”.

Con relación a las treguas, este autor hace una interesante clasificación (y algunas calificaciones). Usualmente, dice, las treguas son tácitas, informales e ilegales, ya que no han sido creadas ni legitimadas por la autoridad o prohibidas expresamente por esta. La política oficiosa del “vivir y dejar vivir”, concluye, es la antítesis de la política oficial de “matar o ser muerto”.

Un aspecto interesante es el que plantea Thomas Löwer. Este se refiere a la propaganda de ambos bandos que era utilizada para dar “la peor imagen del enemigo”. Los medios aliados acusaban a los alemanes de brutalidad extrema contra civiles, mujeres y niños, con detalles espeluznantes. Los alemanes acusaban a los ingleses de tomar a civiles como escudos humanos. Para los ingleses los alemanes no eran más que “hunos” y los ingleses no eran más que unos “tenderos” que harían cualquier cosa para mantener su negocio. Los soldados en el frente eran los principales recipiendarios de esta propaganda. Era común, por otra parte, que muchos soldados alemanes se refirieran a los ingleses como “mercenarios”. En muchos casos se advierte que esta hizo mella en sus espíritus: recordemos el episodio del joven teniente inglés que relata cómo rechazaron a tiros a soldados alemanes que querían fraternizar diciendo que “era la única tregua que se merecían”. Sin embargo, y pese a tales casos, británicos y alemanes participaron activamente en la Tregua. Y es a través de ella que muchos coinciden en que las cosas no eran como se las contaba.  En otro lugar hemos transcripto algunas opiniones de soldados ingleses que se muestran agradablemente sorprendidos por el aspecto y los modales de los soldados alemanes, inclusive, en algún caso, con una referencia a la “exageración” de la prensa.

Por último, está la cuestión que se la ha resumido en “alemanes buenos” y “alemanes malos”. En su momento, hemos destacado, con referencia a la opinión favorable de un soldado inglés sobre sus camaradas alemanes, que este agregaba que, en todo caso, “se trataba de sajones y no de prusianos”. Se ha sostenido por parte de algún autor que los soldados alemanes que protagonizaron la tregua eran “buenos alemanes”, en tanto la mayoría de ellos eran bávaros y sajones, más bien que prusianos. Se suponía que sajones y bávaros estaban culturalmente más predispuestos a la tregua que los nacionalistas y militaristas prusianos. No obstante, los sajones “habían sido asociados con los prusianos como ‘malos’ alemanes, en oposición con los alemanes del sur [bávaros]. En el contexto de las atrocidades de agosto y septiembre de 1914” (WEBER).

Sobre la interpretación que trata de explicar la Tregua en aquello de “alemanes buenos y alemanes malos”, Weber adelanta una teoría que puede resumirse en una frase: “Esta interpretación ignora un hecho muy simple: no fue el comportamiento de las unidades alemanas sino el de las británicas, francesas y belgas el que hizo toda la diferencia”. Si bien admite Weber que hubo casos de fraternización entre alemanes y belgas, o entre alemanes y franceses , los mismos fueron la “excepción que confirmó la regla”. 

Recuerda que, para algunos, la Navidad tenía una mayor significación para los británicos que para sus aliados, al menos en lo que hace a la “cultura militar”, para otros -con un argumento mucho más comprensible- la poca participación de franceses y belgas estaba dada por el simple hecho de que se estaba luchando en su propio suelo, con sus compatriotas sometidos a la ocupación de los alemanes.

¿Cuál fue la actitud de los mandos superiores de los contendientes frente a la Tregua? ¿Se adoptaron medidas disciplinarias o de algún otro tipo relacionadas con la misma? El teniente general Smith Dorien continuaba en la entrada de su diario ya citada: “Es un peligro que tropas oponentes mantengan un trato demasiado amistoso. Pero es muy probable que ello ocurra, y ocurrió durante la Guerra Peninsular [la Guerra de la Independencia de España, 1808-1814]. Por lo tanto, tengo el propósito de ordenar a mis tropas no fraternizar de ninguna manera con el enemigo, ya que de lo contrario podría encontrarse en tal estado de confianza que pueda ser sorprendido con la guardia baja y embestido”.

Consecuentemente, el 4 de diciembre su jefe de Estado Mayor circuló un memorándum en el que se prohibían “las relaciones amistosas con el enemigo, los armisticios oficiosos (por ejemplo, “no dispararemos si ustedes no lo hacen”, etc.) y el intercambio de tabaco y cosas por el estilo, por más tentador y divertido que pueda ser”. 

Ocurrida la Tregua, Smith Dorien recibió un informe sobre lo ocurrido, destacando que muchos oficiales había participado en “amigable reunión en terreno neutral” con los alemanes, requiriendo el nombre de los mismos “con miras a una acción disciplinaria”, como también el detalle de las unidades que habían intervenido. Pocos días después, el 30 de diciembre, “el Comandante del Cuerpo está satisfecho con las explicaciones dadas, y el asunto puede considerarse cerrado”.

En los restantes cuerpos no hubo reacciones de los mandos superiores encaminadas a investigar los hechos y menos aún, a castigarlos. Como parece natural,  en las referencias a la cuestión sólo se destacó que las fraternizaciones ocurrieron sin autorización o conocimiento previo de tales mandos.

¿La Tregua se extendió más allá de la Navidad? Luego de los sucesos del 24 y 25 de diciembre, en algunos sectores del frente la Tregua continuó, no con igual intensidad. Contribuyó a ello, por un lado, un brusco cambio climático que sustituyó el buen tiempo de aquellos días por “una de las peores tormentas de invierno de las que se tenía memoria”, que convirtieron nuevamente al terreno en “un océano de barro” (WEBER). Por otra parte, los mandos comenzaron a acentuar su oposición de toda manifestación de fraternización. Se cursaron órdenes concretas de disparar a cualquier soldado adversario que se mostrara fuera de sus trincheras.

Un capitán galés, en la mañana del 26 de diciembre (el llamado Boxing Day, que tanto ingleses como alemanes consideran que forma parte de la celebración de la Navidad): “Ni un disparo en toda la noche. Nuestros hombres cantan, al igual que el enemigo… A las 8:30 am hice tres disparos al aire y mostré una bandera que decía ‘Feliz Navidad’, subiendo al parapeto. Ellos mostraron un cartel que decía ‘gracias’ y el capitán alemán apareció en el parapeto. Ambos nos inclinamos y saludamos, volviendo cada uno a su trinchera. El hizo dos disparos. La guerra había recomenzado”.

En el diario de la 20ª Brigada del IV Cuerpo se dice que “los alemanes trataron de volver y gozar de otro día del llamado ‘armisticio’ pero fueron informados que debían permanecer en sus trincheras…[lo cual] pareció indignarlos”.

Un capitán inglés, sobre la celebración del nuevo año: “Puntualmente, toda las trincheras alemanas se iluminaron a intervalos de quince o veinte yardas. Todos gritaban, y comenzaron a cantar… Los mirábamos en silencio, mientras encendían algunas hogueras. En el momento en que se disponían a pasar la noche, llegó la hora de nuestra celebración [los alemanes estaban una hora adelantados]… a medianoche disparé una bengala y al verla, toda la línea hizo una descarga, hubo una nueva bengala y tres hurras y todos nosotros comenzamos a cantar Auld Lang Syne [una canción escocesa muy popular, algo así como ‘los buenos viejos tiempos’, que se acostumbra a entonar para el Año Nuevo]… el enemigo se nos unió… Finalmente, tres nuevos hurras y silencio total…”

La entrada del 2 de enero de 1915 de la London Rifle Brigade parece sugerir con bastante claridad que en algunos casos la Tregua se extendió por varios días: “…deben cesar las treguas informales con el enemigo y cualquier oficial o suboficial que haya sido descubierto iniciando una de ellas, será juzgado por una corte marcial…”.

Para Año  Nuevo, la matanza habitual había vuelto” (WEBER).

Para concluir: pese a todo, en la Navidad de 1914 se registraron 81 soldados británicos muertos en acción en el sector de la Tregua… no existen datos similares de los alemanes.

¿Durante el transcurso de la Primera Guerra Mundial existieron hechos similares? Un año después de la Tregua, un editorial del Manchester Guardian, bajo el título de “La Segunda Navidad”, afirmaba que “la guerra aparece muy vieja en esta Navidad. Por segunda vez, la que debió haber sido una época de paz y buena voluntad encuentra a Europa atrapada en la miseria y el hierro… En la última Navidad, se informaron episodios extraños y patéticos de amistad temporal entre los hombres que querían arrebatarse la vida entre sí. En esta Navidad, tales manifestaciones no sólo han sido desaprobadas por las diferentes autoridades… sino que, hasta donde puede decirse, los propios soldados muestran poca inclinación hacia las mismas”.

No obstante, en la Navidad de 1915 se registraron sucesos familiares en el mismo sector del frente. Esta vez, al parecer, fueron soldados ingleses los que tomaron la iniciativa, al grito de “¡Bávaros, no disparen!”, aunque fueron muchos los alemanes que se plegaron y se repitieron los saludos, conversaciones e intercambio de recuerdos de 1914. Por cierto, la intensidad de tales encuentros y la cantidad de participantes no fue la de entonces. Ello, pese a que los mandos habían tomado algunas precauciones para que no se repitieran los hechos del año anterior. Se había recordado a los jefes británicos “la tregua no autorizada de la Navidad del año anterior”, ordenándoseles que “que este año no se permitirá nada por el estilo en el frente de la división”. Y se agregaba que “la artillería mantendrá un fuego espaciado sobre las trincheras enemigas comenzando al alba… estando los francotiradores y las ametralladoras preparadas para disparar a cualquier alemán que se muestre por encima de los parapetos”.



© 2017 Rubén A. Barreiro

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