jueves, 17 de marzo de 2016


Esto se dijo....


"Por favor, transmítale mi afectuoso saludo, y dígale que se dé prisa y se mejore, y vuelva a mí en cuanto pueda. Él ha perdido su brazo izquierdo, pero yo he perdido mi brazo derecho". General Robert E. Lee sobre General Thomas Stonewall Jackson.


Thomas Stonewall Jackson
La Guerra de Secesión había comenzado su tercer año. Al caer la noche del sábado 2 de mayo de 1863, la batalla de Chancellorsville había dado un vuelco decisivo. Las fuerzas de la Unión, al mando del General Joseph Hooker, luchaban contra las de la Confederación al mando del General Robert E. Lee desde fines de abril en una prolongación, sólo interrumpida por el invierno, de la victoria del Sur en Fredericksburg. El ejército del Norte superaba al del Sur en una proporción de dos a uno… 

Ese día, Lee y y el General Thomas Stonewall Jackson ponen en ejecución un plan muy audaz: el ejército confederado se dividirá y mientras Jackson rodeará con sus hombres al enemigo con la intención de atacarlo en su flanco derecho y retaguardia, Lee aferrará con las tropas restantes a los federales. Keegan apunta que esta decisión parecería no adecuarse a ciertos “principios inflexibles de la guerra”:  no dividir las propias fuerzas en presencia del enemigo, ni hacerlas marchar a través del enemigo desplegado para la batalla. Por cierto, y como quedó demostrado en este caso y en tantos otros, tales principios se flexibilizan según las circunstancias.  Jackson emprendió una marcha de casi veinte kilómetros con el cuerpo a su mando, integrado por unos 33.000 hombres, a través de un bosque cuya densidad era la única pantalla que lo ocultaba de las fuerzas federales, quienes exponían su flanco derecho en un terreno sin protección alguna de obstáculos naturales. Hacia las cinco de la tarde, logrando una sorpresa total, Stonewall Jackson cae sobre el ala derecha y la retaguardia de los federales ya acampados, quienes pronto emprenden una desordenada retirada.

Everett Julio The Last Meeting of Lee
and Jackson
La batalla de Chancellorsville ha sido considerada como la más brillante de las ganadas por Lee, “la batalla perfecta”. Y fue la última que Lee libró con la que, con justicia, se ha calificado como la “asociación ejemplar” que formaba con Stonewall Jackson. Este despertaba en Lee una creciente admiración y una enorme confianza.  Sus órdenes a Jackson se limitaban sobre qué hacer, dejando el cómo abierto a la iniciativa y calidades de aquél. Como ejemplo paradigmático, recordemos las órdenes cursadas por Lee a Jackson ante la amenaza que representaba el recién formado Ejército Federal de Virginia al mando del general John Pope. La primera de ellas, giraba sobre un eje concreto: “Quiero que Pope sea eliminado”.  Y unos días más tarde: “Estando en el lugar, Ud. determinará el desarrollo de la operación… Dejo ahora el asunto a su reflexión y buen juicio. Decida qué es lo mejor teniendo en cuenta todas las circunstancias y hágame saber el resultado al que llegue…”. Objetivamente, el Sur aparecía como el bando más débil en la relación de fuerzas, la forma de compensar tal debilidad era actuar con velocidad, movilidad y audacia. Y aquélla “asociación ejemplar” así lo hizo, con excelentes resultados. A la habilidad de Lee, Jackson aportó audacia, decisión y talento táctico. Y un enorme carisma entre las tropas, quienes estaban dispuestas a dar todo por Old Jack, como afectuosamente llamaban a Jackson.

Stonewall Jackson es alcanzando por fuego amigo.

Y es entonces cuando se desata el drama: ya entrada la noche del 2 de mayo, Jackson decide hacer un reconocimiento personal  por delante de sus líneas, con la intención de preparar la carga final contra las tropas de la Unión. Lo hace acompañado por algunos miembros de su estado mayor. A poca distancia lo siguen el general Hill y sus ayudantes. Al retornar, y a unos trescientos cincuenta metros de las posiciones de 18th. Regimiento de Carolina del Norte, elementos del mismo abren fuego pensando que se trataba de una incursión enemiga. “¡Cesen el fuego!” grita el teniente Morrison, cuñado de Jackson que formaba parte del grupo, “¡están disparando contra sus propios hombres!”. “¿Quién ha dado esa orden? ¡Es mentira, dispárenles muchachos!”, replicó el Mayor John D. Barry (se dice que este habría muerto de tristeza, abrumado por la culpa, dos años después de finalizada la guerra, a los 27 años). Cayeron muertos varios de los componentes de ambos grupos y otros resultaron heridos.  Stonewall Jackson fue alcanzado por tres disparos: uno en su mano derecha, otro en el antebrazo izquierdo y el tercero por debajo del hombro derecho, destrozando el hueso y causando daños en tendones y arteria.

Jackson es llevado a un hospital de campaña, donde pasada la medianoche se le amputa el brazo izquierdo “dos pulgadas por debajo del hombro”. Al día siguiente, Lee le escribe: “He recibido su nota informándome que ha sido herido. No puedo expresarle cuánto lamento lo ocurrido. Si pudiera modificar la realidad, habría elegido, por el bien del país, ser yo quien esté impedido, y no usted. Lo felicito por la victoria debida a su habilidad y energía”. Más tarde, el 6 de mayo, Lee pidió al capellán de Jackson, Rev. Beverly Tucker Lacy, que transmitiera a éste las palabras transcriptas en el encabezamiento.

Durante los días siguieron, pareció que Jackson se recuperaba favorablemente. Sin embargo, súbitamente su estado se agravó debido a una neumonía. El domingo 10 de mayo los médicos informan a Jackson que ya nada puede hacerse y que el desenlace es inminente. “Es el día del Señor. Mi deseo ha sido concedido. Siempre he querido morir un domingo”. A poca distancia el Reverando Lacey celebra un servicio al que acuden más de dos mil soldados, para impetrar por Jackson. Lee no se resigna: “Seguramente el General Jackson se recuperará. Dios no lo apartará de nosotros, ahora que tanto lo necesitamos...”.

Poco a poco, en medio del delirio en el que continúa cursando órdenes, y luego de un silencio, Thomas Stonewall Jackson dice sus últimas palabras: “Crucemos el río y descansemos bajo la sombra de los árboles”…[1]











[1]           Ernest Hemingway se inspiró en esta frase para el título de una de sus novelas Al otro lado del río y entre los árboles. Se ha tratado de desentrañar el significado de estas palabras de Jackson, posiblemente, se ha dicho, fue una evocación de su infancia.  

© Rubén A. Barreiro 2016

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