Esto se dijo....
"Señores ingleses, disparad los primeros…" Una de las tantas versiones de un casi mítico episodio de la batalla de Fontenoy.
La batalla de Fontenoy. Éduard Detaille. Representación del relato de Voltaire. |
El 11 de mayo de 1745, en las cercanías de Fontenoy, actualmente en el territorio de Bélgica, se enfrentaron los ejércitos de Francia, al mando del Mariscal Maurice de Saxe y el de la denominada Alianza Pragmática –compuesto por tropas de Gran Bretaña, Hanover, Provincias Unidas de los Países Bajos y Austria-, conducido por el Duque de Cumberland. Se libró allí una de las batallas más importantes de la Guerra de Sucesión Austríaca, reputada como la más brillante de las victorias de Maurice de Saxe.
El ejército francés había puesto sitio a la ciudad de Tournai y hacia allí se dirigieron los aliados. Maurice de Saxe se dispuso a librar una batalla defensiva, para lo cual eligió una posición que fortificó poderosamente, desde la cual, como lo señala Chandler, sacaría el mayor provecho de su artillería. Al amparo de estas obras, el Mariscal de Saxe desplegó sus fuerzas. El rey Luis XV se hizo presente en las cercanías del campo de batalla, acompañado por su hijo el Delfín Luis y una numerosa comitiva.
Hacia las nueve de la mañana de aquel día, atacaron las fuerzas de la Alianza.
“Por dos horas el fuego de enfilada desde los reductos detuvo el asalto de Cumberland. Entonces el duque formó 14.000 hombres en una densa columna. Pese al fuego de artillería continuo y letal, los aliados marcharon entre los dos reductos ubicados en el centro de la línea francesa, la que comenzó a ceder. Sin embargo, Maurice dirigió un furioso contraataque contra los flancos de la columna…[esta] comenzó a disgregarse lentamente y a retroceder, perdiendo más de 7.000 muertos y heridos. Al resguardo de la noche, Cumberland se retiró hacia Bruselas. Tournai caería poco después” (David Eggenberger, An Encyclopedia of Battles).
Quien por primera vez hace referencia al episodio en el cual se encuadra la frase transcripta, es nada menos que Voltaire, en su obra Précis du siècle de Louis XV.
“Los ingleses y los hanoverianos avanzaban ordenadamente… formaban tres filas bastante cerradas, de cuatro en fondo, avanzando entre las baterías de cañones… Filas enteras caían a derecha e izquierda, las que eran reemplazadas inmediatamente y los cañones que llevaban respondían a la artillería francesa…Frente a ellos se encontraban cuatro batallones de Guardias Franceses, con dos batallones de Guardias Suizos a su izquierda [y] el regimiento de Corten a su derecha…[los franceses] se aproximaban al enemigo. Estaban a cincuenta pasos de distancia. Un regimiento de Guardias Ingleses, al mando de Cambel y el Real Escocés eran los primeros…los oficiales ingleses saludaron a los franceses quitándose los sombreros. El conde de Chabanes, el duque de Biron, que se habían adelantado y todos los oficiales de los Guardias Franceses devolvieron el saludo. Milord Charles Hai [Hay], capitán de los Guardias Ingleses, gritó: 'Señores de la Guarida Francesa, disparad'. El conde de Hauteroche, entonces capitán de granaderos y más tarde capitán, les contestó alzando la voz: Señores, jamás disparamos primero, háganlo ustedes…”.
Los ingleses, según Voltaire, honraron la invitación… y con una cerrada descarga causaron grandes bajas entre muertos y heridos, mientras el resto de las tropas francesas y suizas retrocedían en desbandada.
A partir de este relato se han sucedido, a través de los años, comentarios y opiniones que van desde la calificación de la narración como uno de los más grandes mitos históricos franceses (Eric de Saint-Denis, Fontenoy: Une bataille, un homme, un dialogue) o una elaborada creación de Voltaire destinada a reforzar su propia imagen ante la Corte de Luis XV (Francis H. Skrine, The Battle of Fontenoy), hasta la admisión de que el relato de Voltaire, pese “a [que] su carácter un tanto teatral lo torna sospechoso...el casi unánime de testimonios contemporáneos no permite ponerlo en duda” (Jean Colin, Les campagnes du maréchal de Saxe, tomo III, Fontenoy).
Colin, cuya obra, pese a su antigüedad (fue publicada en 1906 por la Sección Histórica del Estado Mayor del Ejército francés), es considerada como uno de los mejores estudios sobre la batalla, en especial por un apéndice con frondosa documentación, describe escuetamente el episodio, sobre la base de lo que parece ser de una las únicas dos fuentes primarias del mismo: una carta sin fecha y sin firma archivada en la Biblioteca Municipal de Nancy. Un párrafo de la misma expresa:
“Vuelvo al principio del combate. Las dos líneas, del reducto a Fontenoy, estaban formadas pese al fuego de nuestros cañones de uno y otro lado, con tanta gravedad como si se tratare de un ejercicio. Los oficiales al frente de la primera línea saludaron a los nuestros con sus sombreros, diciéndoles: “A vosotros, señores franceses, disparad”. El saludo les fue devuelto, y ellos [los ingleses] tiraron primero. Nuestros Guardias recibieron con firmeza el saludo. No fue lo mismo con el fuego, y los cuatro batallones se desbandaron a tal extremo que no fue posible reagruparlos…”.
Pero es Carlyle, en su frondosa obra sobre Federico el Grande, quien luego de describir el episodio según lo narra Voltaire, dice que “es casi una lástima perturbar un elegante pasaje histórico como este, que se ha extendido alrededor del mundo durante un siglo. Pero ha llegado a mi un pequeño e indubitable documento que modifica en mucho a tal pasaje…”.
El documento en cuestión, la segunda de las únicas fuentes primarias conocidas, es una carta que Lord Charles Hay, quien según Voltaire es quien saluda a los franceses y los invita a disparar primero, dirigió a su hermano tres semanas después de la batalla.
“Fue nuestro regimiento el que atacó a los Guardias Franceses. Cuando estuvimos a veinte o treinta pasos de ellos, me adelanté al regimiento, brindé por ellos (por los franceses, con la petaca que uno lleva en tales ocasiones), diciéndoles que éramos los Guardias Ingleses, y que esperábamos que aguardasen hasta que estuviéramos cerca, y no se arrojaran al Scheld como lo habían en el Mayn en Dettingen…”. El Scheld (Escalda) era el río que corría de Sur a Norte por detrás de las líneas francesas. Hay aludía a un decisivo episodio de la batalla de Dettingen (27 de junio de 1743) cuando la infantería francesa, derrotada por las fuerzas aliadas al mando del rey Jorge II, sufrió grandes bajas en su intento de vadear el río Main en su retirada.
Lejos entonces de ser un gesto caballeresco el de Lord Hay, se trató de un claro desafío y de un irónico recordatorio. La carta prosigue:
“Luego de ello, me volví hacia mi regimiento, les hablé e insté a dar hurras… Un oficial salió de sus filas y trató de que sus hombres respondieran a nuestros hurras, aunque no más de tres o cuatro de sus hombres lo hicieron”.
Carlyle apunta que, de lo dicho por Hay, no aparece “ni un mínimo asomo del sublime ‘después de ustedes, señores’…” Y agrega, claramente con relación al texto de Voltaire:
“De todo lo dicho puede inferirse que es probable que haya existido el saludo recíproco, sombrero en mano y que también se hayan intercambiado algunas palabras y gestos… nada de dichos caballerescos, sólo bromas pesadas y lo que podrían llamarse chicaneos… en suma: en los salones franceses, con su elocuente talento, se pulió el suceso, muy tosco en la realidad, con su conocida redacción epigramática”.
Como puede observarse, las únicas dos fuentes primarias conocidas difieren notablemente. Pero ambas muestran que “algo” ocurrió en el momento al que las mismas se refieren. Inclusive, la primera de las cartas, que parece sustentar el relato de Voltaire, es magra en detalles. Es por eso que la versión de este último es, como lo expresa Carlyle, una elaboración literaria que intenta transmitir una visión de la guerra corriente durante la Ilustración, que se emparentaba con el espíritu caballeresco medieval, cuando la mayoría de la oficialidad de uno y otro bando consideraba a la batalla “como un teatro para exhibir sus valores de honor y bravura” (John Lynn, Battle. A History of Combat and Culture).
Pero también pueden haber existido razones prácticas si tomamos como auténtica, aun en su expresión más reducida, la invitación (o contrainvitación) de los franceses para que los ingleses dispararan primero.
Chandler apunta que Mauricio de Sajonia tenía dudas con respecto a la gran importancia que muchos de sus contemporáneos daban al poder de fuego. Mauricio, señala Chandler, estaba “firmemente convencido” acerca de la conveniencia de retener el fuego, siendo una consideración táctica vital inducir al enemigo a disparar primero. La cuestión, concluye Chandler, radicaba en una ventaja tanto práctica como psicológica que favorecía a las tropas que habían retenido sus disparos haciendo frente a los del enemigo, ya que continuarían su avance mientras el adversario recargaba (David Chandler, The Art of Warfare in the Age of Marlborough).
Tal era la tendencia en la época: Vauban afirmaba que “por lo general, en un enfrentamiento ‘de hombre a hombre’ [entre tropas de infantería] la ventaja la tiene el último en disparar” y, por su parte, Federico el Grande decía que “aquellos que atacan deben abstenerse de disparar, avanzando con decisión, el arma al hombro”.
Esto podría significar, volviendo al episodio de Fontenoy y admitiendo que efectivamente Lord Hay haya invitado a los franceses a disparar, que esta “bravuconada a modo de cortesía, también haya podido ser una tentativa para inducir a los franceses a cometer un grave error táctico” (Lynn). Por lo mismo, cuando el comandante francés, estando a Voltaire, rehúsa el convite del inglés y a su vez le devuelve la invitación, ya que “los franceses jamás disparan primero”, más que una actitud de recíproca caballerosidad con el adversario, parecería estar obedeciendo a un “principio táctico vital” por el que esperaba obtener una ventaja.
Pero, como a veces sucede, la teoría y la práctica tomaron caminos diferentes: finalmente los ingleses aceptaron y dispararon primero (aunque al parecer hubo algunos franceses que habrían hecho fuego, en un “acto de indisciplina”), causando grandes bajas a los franceses y aliados suizos y el desbande del resto.
Con cierta nostalgia, luego de admitir que poco hubo de solemnidad en el encuentro de unos y otros oficiales, Evan Charteris, el biógrafo de Lord Cumberland, dice que no obstante se trató de una de esos momentos de inofensivas balandronadas que “embellecen la guerra y Lord Charles con su petaca, con sus gestos de cortesía y sombrero en mano, ante la amenaza de la muerte, convoca a una visión que revolotea como una pluma en las páginas de la historia”.
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